Me apetecía compensar las burradas que he escrito sobre relaciones paterno-filiales con una movida ultra cursi, tierna y ñoña que se me ha ocurrido en el momento justo en que debería estar haciendo cosas útiles como estudiar o hacer trabajos, y tal. Pero bah. Otros se dedican a decir que cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal, así que por qué no iba yo a colgar una ñoñería a las tres y pico de la mañana.

Sé que no vas a subir porque desde el momento en que nos hemos visto ya nos hemos despedido.
Las miradas, las palabras entrecortadas, las copas a las que no sabes si invitarme y los acercamientos tímidos, las estupideces que te puedo llegar a contar y tu manera de mirarme los labios no hacen más que acentuar el carácter efímero del momento y la irremediable caída hacia la amnesia.
Como la vez que alguien me sacó del portal para darme el beso que no me había dado en meses. O aquel otro que salió corriendo del bar para despedirse antes de dejar de vernos para siempre.
Sólo repito patrones, aunque trate de no caer en ellos. Y de la misma manera que puedo eternizar un segundo… los minutos, aunque pasen despacio, se desvanecen en poco tiempo, condensados en un beso, o dos, o tres,
y luego todo se va, en un día, muy, lento, de resaca y pérdidas de tiempo.