No hay nada en ti, tampoco en mí, por supuesto. En mí..
En mí no hay nada.
Vacía, hueca, ausencia de mitad en una naranja.
No hay soledad, aquí no hay sitio para eso.
Quién es el rey del instito asesino, mi sitio, mi plaza, tu cuerpo, mi boca.
Egoísmo, pérdida.
¿Yo una perdida?
Miré a través.
A través de tu rostro, tu lengua, tu ropa.
Quítame la ropa.
Me mientes, copias, debes, superas.
Intentas.
Me excitas, me pierdes.
Si me tocas, si me besas.
Pero nunca, nunca, nunca... nunca me hables.
Si te ríes, si te toco.
Te ríes si te toco.
Quiero probarte, superar a todos tus amantes; porque puedo, sé que puedo. Sé que puedo satisfacerte, sé que quieres, que me deseas, que te excito. Sé que quieres que lo haga.
Que te bese, te acaricie, te haga lo que ellos me hacen a mí.
Lo que intentan, quien lo intenta, cuando te besan, te acarician.
Si quitan un botón y se introducen en tu pantalón.
O por debajo de tu falda.
Dedo a dedo, como pulsando un botón.

Que nadie mejor que yo maneja ese interruptor.
Y lo sabes, y me quieres.
Por eso, por poco, por mucho, por nada.
Mi experiencia.
Mi cuerpo...
Por eso quieres que te desnude,
La yema de mis dedos, tu vello, el calor.
Tus pechos, tu belleza, tu cuerpo...
De mujer.