La belleza es como el alcohol o el confort, te acostumbras a ella y dejas de prestarle atención.Louis-Ferdinand Céline. Viaje al fin de la noche.
La
niña de cabellos rizados casi cobres se ha despertado del sueño de
los veinte. Los treinta vienen cargados de responsabilidades y
hostilidades. Los treinta llegan con asedios y guerras. La niña de
cabellos rizados casi cobres hace la maleta, dice volveré pero huye
de un estado de sitio. El señor por el que se quedó cuando
los treinta parecían aún tan lejanos, el señor que contrajo,
como se contrae una enfermedad, la manía de escribir; como se
contraen los virus o los matrimonios, como se contraen los músculos,
como se contrae el amor, así, en definitiva: la enfermedad; aquel
señor, se queda. Con su manía y la fealdad del mundo -frente a la
gracia de la bailarina- vomitada con garbo en el papel. Para el
escritor pasa de manera diferente el tiempo, y aunque no concibe el
final de los veinte de manera consciente, siente la ausencia cuando
bosqueja a sus personajes femeninos. Le falta Elizabeth Craig.
La
mujer, lejana nínfula, cumple los treinta en Los Ángeles. Ya es
demasiado mayor para ser bailarina, ya es demasiado mayor en los años
treinta para ser, pero sigue siendo hermosa y sigue manteniendo el
ritmo -y el equilibrio- y vuela más que camina, con la levedad que
solo tienen las mejores bailarinas.
Comosinadarasirenaentierrayenelaire. El escritor ha perdido el
contacto con la estética. París ha perdido la magia, la absenta, la
bohemia; París tiene miedo, Europa tiembla de frío. El escritor
bosqueja
personajes femeninos para Viaje al fin de la noche pero siempre está
ella. En cada página. En Molly. En Lola. Siempre. El problema de la
realidad-ficción. Siempre. Y en todas las frases que se quedan en su
mente. Ahí. Siempre Elizabeth Craig.
El
hombre, enfermo, corroído por la tinta, el insomnio y la espera,
arrastra su cuerpo, como si le hubiera sido amputada alguna parte, cinco mil seiscientas cincuenta y ocho millas hasta ella. Mais
elle n'est pas elle.
Y Céline se prepara para una noche abocada a la pesadilla.
La
bailarina ya no ama al escritor. Se acabó el juego del mismo modo
que se terminó la belleza. Ya no hay diversión en el placer de
observar y tocar la carne joven. Ya no hay interés en la estética
del sexo. No hay interés de vouyeur en Céline por las lesbianas.
Por
qué querría estar con un hombre que ya no quiere compartirme. Cómo
querría estar con un hombre que me envejece. Soy demasiado hermosa
para.
Cómo
explicar que ya no busco la belleza. Busco el placer en la vida. La
estética en la erótica femenina. La belleza en Kane-María Janses
ha muerto sin ti entre sus brazos.
Ya
no eres aquel hombre. Ya no podrías ver la belleza en ninguna parte.
Te han cegado los treinta. Ya no somos los mismos. Te has
acostumbrado a la belleza.
Por
qué me fui de la escena del crimen sin dejar rastro. Quién era yo
para abandonarte. Quién era yo para merecer este papel en tu vida.
Quién era yo y cuántas más hay ahora con mi nombre. Tantas con mi
nombre y ninguna, como yo, que te conozcan. Quién eras tú para
quererme. Quién eras tú para inmortalizar y relegar mi imagen a tu
historia. Quién eras tú más que yo para darme un trozo de tu vida.
Qué vida es aquella que tuve. Ninguna. Para que tú no pudieras
formar parte. Quién era yo y qué vida era mi vida. Un punto en la
nada. Mi vida un párrafo una descripción superficial. Tu breve y
único amor verdadero: la dedicatoria.
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