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Reseña «Engaño progresivo» de Adriana Bañares
Alguien aconsejó -estúpidamente- una vez: Desconfía de los nihilistas. Más que de los nihilistas, sinceramente desconfío de los poetas jóvenes. Hay tantos y tan terribles, tanto que leer y tan poco tiempo para hacerlo que salvo excepciones evidentes, no puedo evitar sentir recelos y decenas de prejuicios. No sé en qué momento se asoció juventud con calidad, ni siquiera publicar es ya, sinceramente, un mérito. No es el caso de Bañares. Conocí a Adriana Bañares casi por casualidad y tras leer su Engaño progresivo, no he podido evitar sentir cuanto menos sorpresa. Adriana Bañares es capaz de conectar con el lector, si bien es cierto que con un tipo de lector muy concreto, con el que pueda compartir referencias que realmente completen el juego que propone en sus textos. Bañares habla del proceso de transformación de la adolescencia tardía en la que se forja la poeta y la mujer; en la que el yo poético toma forma hasta que es capaz de afirmar: Siento estallar mis pechos desde el fondo/ del sostén, el corazón ha menguado desde/ que te conocí. «Desengaño secundario», o Porque he perdido la espontaneidad y las/ ganas y últimamente dejo de estar cachonda si estoy borracha, «Corrupta».
En los poemas de Bañares abunda lo visceral, en cierto modo, como forma de salvación: el sexo, el dolor y la sangre terminan por acercar al lector al mundo interior de Bañares que trata con sus poemas el asunto de la existencia, de lo terrible de la existencia: el cielo, hoy, se desprende sobre nosotros, «La primera piedra». Las imágenes de los poemas se muestran con fuerza, rabiosas, que tratan en primera instancia de deslumbrar, escandalizar ya es casi imposible y, finalmente, muestra al poeta y al sujeto del poema que a veces es el mismo y otras, el que lee lo puede identificar con algunos de sus propios demonios.
En algunos textos vemos la estructura propia de cantos y oraciones cristianas subvertidas como la canciónPescador de hombres presente en el poema «Te has ido»: No me has mirado a los ojos, señor. Sonriendo he dicho tu nombre, así como Yo confieso, en «Sing for absolution I»: Canela en cientos de gargantas secas. Canela en cientos de miles/ de coños tristes. (…) Por mi culpa. Por mi culpa. / Por mi gran/ culpa. La poeta se desnuda de forma directa en este conjunto de poemas: deja ver su educación religiosa al menos en un primer momento, su evolución y sus miedos, y cómo subvierte lo aprendido o lo impuesto en favor de su propio camino escogido. La referencia directa a la canción de Muse, Sing for absolution, en dos de sus poemas, está tremendamente bien traída ya que no sólo ofrece distintos niveles de lectura del mismo sino que completa al texto, no puedo decir lo mismo de la referencia a Radiohead en «Quiero más»: Hoy solo me apetece gritar. Hoy solo quiero/ salir corriendo./ She’s running out, she run, run, run…, que/ dirían Radiohead.
En Engaño progresivo encontramos desde prosa poética hasta juegos en la estructura del poema, algunos bien traídos como «Syntymätön» y otros como «Tea for two», que considero no están adecuadamente justificados.
Acelera el ritmo de lectura y trata de provocar el efecto de ansiedad en el lector, pero sin embargo eso tiene que lograrse a través de la propia musicalidad del poema, de la forma en la que las sílabas componen los versos y estos las estrofas logrando hacer jazz o zarzuela, lo que ustedes escojan. En relación a los muchos poemas que optan por la prosa narrativa me quedo sin duda con «Champú infantil». El mito de Saturno llevado al absurdo en los albores de la sociedad contemporánea occidental de consumo, donde el culto al cuerpo y al ego traspasa cualquier tipo de frontera haciendo de la lucha contra el paso del tiempo, la mayor de las cruzadas. Finaliza el poema de forma magistral logrando ese carácter cíclico tan preciado en la buena literatura. Entendemos la muerte del hijo, el asesinato del hijo como la consumación real de la muerte del padre, como hiciera Saturno devorando a los suyos para mantener el poder, los protagonistas de «Champú infantil» hacen lo propio para conservar algo más que la juventud.
Han escuchado gritos al final de la calle, pero,/como siempre, han vuelto a pintar de blanco/ el salón. Les da por quemar los muebles una vez cada diecinueve meses. Quieren/ reinventarse en lugar de irse de esta ciudad./ Otro color, otra madera, otro hijo muerto./ Procurando engendrar uno nuevo cada dos/ años. cada tres muere el mayor, y así será/ siempre. Tienen pánico al primogénito, al paso del tiempo. A la vejez. Se alimentan de sus hijos, a quienes mutilan aún estando/ vivos para no perder las vitaminas. Como a/ los gatos se les llena la garganta de pelo, a/ estos se les queda entre los dientes rastros de/ champú infantil.
Engaño progresivo, es ante todo un poemario valiente, de gran calidad en forma y contenido, en donde Bañares juega, prueba, experimenta y se canta a sí misma, logrando emocionar con su voz, preciosa pero que sin duda aún le falta mucho por decir y que con sus próximos libros (quizá en el recién aparecido Álma esquiva, publicado por Origami), logrará hacer sonar esa voz propia atrayendo a propios y a ajenos hacia el desamparo y las vísceras de sus textos, como la más cruel de las sirenas.
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