viernes, 3 de diciembre de 2021

Llegar a casa después de enviar un poemario a algún concurso

 


Ay. Aquí estamos otra vez. Pero es otra vida esta, claro. El tiempo pasa y aquí seguimos. Aquí sigo, intentándolo otra vez. Qué estúpida.


Parecía que iba a costar mucho. Que iba a ser una tarea tediosa. Hacía mucho que no lo hacía. Contar los versos, buscar concursos, adecuar el formato a lo requerido, buscar un seudónimo no demasiado estúpido, imprimir entre tres y cinco copias a una sola cara, encuadernar en espiral, los datos personales en un sobre aparte, bien cerradito, observar los ejemplares encuadernados con un orgullo exageradísimo, un orgullo extremísimo, y, después, la gran vergüenza.

Bueno.

La vergüenza ya estaba ayer por aquí rondando. Lleva bastante tiempo rondando la vergüenza, a decir verdad. Pienso que escribo bien, que la propuesta es guay, que no soy peor que el resto, que muchas veces, incluso, lo siento, lo pienso así, creo que soy mejor que mucho de lo que leo. Y al mismo tiempo me digo, me digo con violencia, estúpida, a dónde te crees que vas. Quién te crees que eres. Eres un fraude, una mentirosa. Eres falsa. Tu propuesta es débil. Tus poemas son mediocres. 

Y no sé cómo pero recojo el poemario por triplicado, por cuatriplicado, de la copistería, y veo el título y el seudónimo y espero que los de la copistería me digan "¡mucha suerte! ¡A tope!" pero no sucede, claro, y meto las copias en sus sobres y me piro a Correos. Y voy notando la derrota.

Adónde voy con esto. Y ese verso que había hacia el final. Puse punto y coma ahí, madre mía. ¿Se entenderá? ¿Tendría que haber revisado mejor esa rima? No quedaba mal, pero. Mierda. Ya es tarde. Ya está, el poemario está así. Si ganas, ya habrá tiempo de retocarlo. Si ganas.

Vamos, no me jodas. Adriana. Qué cojones vas a ganar.

He salido de casa con mi disfraz. El pelo liso, la boina, el eyeliner. Pero en Correos soy un desastre. En cuanto me pongo la mascarilla y entro, se me empañan las gafas y no veo nada. Hace demasiado calor y me quito la boina. Ha llovido, así que el efecto de mi pelo al quitarme la boina es un desastre semioundulado semimierda. Y ahí estoy yo, esperando la vez, con mi poemario dirigido a algo demasiado grande, y creo que todos en la oficina me miran con asco y con pena, y que tratan de decirme: no lo envíes, anda, autoedita una plaquette y se la regalas a tu familia en Navidad. 

Cuando salgo de Correos, tiemblo.

Me quedo al lado de la puerta muy quietecita y cabizbaja como una auténtica imbécil. Llevo una bolsa de tela vacía hecha un burruño en la mochila. La mochila que llevo es de La casita de Wendy y está estampada con ilustraciones preciosas de mujeres escritoras. Tengo ahí a Sylvia Plath, Emily Dickinson, Anaïs Nin y unas cuantas más. Ahí, detrás, en mi espalda, pegaditas a este desastre que todavía aspira a algo, absolutamente patética, a punto de cumplir treinta y cuatro años y aferrándose a los concursos que aún la consideran joven. Hace mucho tiempo hice un camino parecido al de hoy para presentarme a estos mismos concursos y pensaba en lo patéticos que eran los que se presentaban pasada la treintena. Por favor, si es es un concurso para jóvenes, que dejen hueco a los realmente jóvenes. Qué cretinez es esa de llamarlo "joven" hasta los treinta y cinco. 

Pero aquí estoy, más de diez años después, con el mismo frío y la misma tristeza, la misma soledad que me agarra con firmeza cuando salgo de la oficina de Correos, arrastrando los pasos hacia casa. 

De dónde salen esas voces que me dicen que soy un fraude. Que ya se me acabó el tiempo. De dónde vienen.

De dónde viene esta fuerza para seguir intentándolo a pesar de todo. De dónde viene. 

2 comentarios:


  1. Bonito relato.

    Esas voces...
    Todos los artistas estáis malditos.

    Siempre esas voces que dicen que está todo mal.

    Esa fuerza, esa necesidad de crear y volver a intentar. Algo que solo tienen los verdaderos artistas. Como tú.

    Talento tienes de sobra. Pero mejor no te lo creas. Duda de que eres buena. Y sigue creando, pase lo que pase.

    Suerte en el concurso. Si ganas. Ganará la poesía y ganaremos tod@s.


    Bendito fraude.

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  2. Ay, mi bella, de fraude nada. Los sueños hay que perseguirlos al máximo y de seguir luchando por ellos, al final se cumplen. Ojalá ganes todos los concursos del mundo mundial. A las voces ni caso, tú a lo tuyo.

    Un abrazo enorme desde el norte.

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