Me ata los tobillos al pie de la cama, la muñeca izquierda al cabezal. Se sienta en la cama a mi lado. Desliza la mano derecha por mi muslo derecho, me frota el hueso de la cadera con la palma de la mano, me cepilla la piel del estómago con esa parte de la mano con que los orientales de la televisión propinan golpes de karate. Deja un instante el pulgar sobre mi ombligo, presionando con infinita dulzura; después, desabrocha los dos botones de la camisa que yo llevaba abrochados y separa lentamente la tela a ambos lados. Las mangas de la chaqueta de su traje me rozan los pezones.
Mi respiración ha sido irregular desde que me ha dicho que me tumbara; cada vez que me toca retengo el aliento. Respiro deprisa y superficialmente hasta que vuelve a tocarme. No puedo mantener la cabeza quieta sobre la almohada. Coge mi mano libre, la derecha. Sosteniéndola por la palma, sin dejar de mirarme, me chupa los dedos, uno por uno, hasta que gotean saliva. Me pone mi propia mano entre las piernas y dice:
- Me gustaría ver cómo te tocas hasta correrte.
Está sentado cómoda y tranquilamente, con una pierna cruzada sobre la otra, las rayas de su traje, recién llegado del tinte, bien marcadas. No intento mover la mano. Espera.
- No lo comprendes –mi voz suena cascada -. Nunca...
Guarda silencio.
- Nunca lo he hecho delante de alguien -. Me da vergüenza.
Coge el paquete de Winston de la mesilla, se lleva un cigarrillo a la boca, lo enciende, aspira ineptamente, bizqueando, lo pone entre mis labios. En seguida tengo que mover la mano para sostener el cigarrillo.
- Le da vergüenza – repite. Su tono de voz es suave, sin el menor timbre burlón, y no hay rastro de enfado en lo que dice después.
Eres un poco tonta, ¿no? Todavía no te has enterado de qué va lo nuestro.*
Seguramente, o quizá no...
Quizá, yo me siento mejor pensando que sí. O bueno, no lo sé.
Quizá me dé igual, no sé.
De todos modos... si estás leyendo esto quizá se deba a que visitas este blog periódicamente.... quizá acabes de llegar. Si es así, deja de leer esta basura y ve a “solitaria suicida”, “relatos” o “locura”, que es lo único que merece la pena de este blog.
Escribo desde Logroño, el día es gris, pero a juzgar por lo que veo desde mi ventana, no hace frío. Qué graciosos: se quitan la cazadora, se la vuelven a poner; gente con jerseys arremangados... que jodidos son estos días de entretiempo.
Logroño es una bonita ciudad para ver desde la ventana. Sobre todo si vives en un primer piso en pleno centro.
Una mujer musulmana, con un bebé en brazos, entra a la tienda de alimentación llamada “Sabores Riojanos”, cuyos dependientes son un matrimonio argentino de mediana edad.
Una pareja de adolescentes en un banco, coches que arrancan, pasan, paran, vuelven e intentan aparcar. Dos inmobiliarias, dos peluquerías, un Natur House al que nunca entra nadie, una nueva zapatería donde antes hubiera una juguetería...
Las chicas jóvenes son muy delgadas y visten ropa llamativa de Mandarina, y han pasado veinte minutos sin que una sola paloma se haya posado en la ventana.
...los lobos hacen jauría que es poesía de voracidad...
Los viejos están gordos, y las viejas maquillan su vejez sin éxito.
No tengo conexión. En Logroño... aquí no tengo Internet, salvo en los efímeros momentos que consigo pillar alguna inalámbrica ... si hoy lo logro, colgaré esta basura.
Quiero despedirme, pues no pienso pasarme el verano yendo por las cibertecas o haciendo la pelota a amigos con Internet. Que aún no he llegado a ser tan friki... y espero seguir sin serlo.
Me despido porque estaré buscando un curro absurdo y esclavizante para el verano. Me despido porque pienso dejar que me coja el sol, aprobar lo que me queda para septiembre...
Me despido de este blog, para poder escribir sólo para mí, para poder leer... y hacer caso a vuestras recomendaciones: Anaïs Nin y Bukowsky.
Curiosean todos desde sus ventanas.
Quisiera despedirme con algo bonito, quizá repitiendo la mejor entrada, como hizo Rafa al despedirse de su blog de 20minutos, pero no sé... no sé cuál podría ser esa entrada.
Hubiera querido poner algo bonito, algo sentimental que os hiciera quererme y esas cosas, yo qué sé.
También podría haber escrito:
QUE OS DEN.
ME VOY DE VACACIONES.
Así que nada; agradecer a todos aquellos que me habéis seguido, a todos los que me habéis comentado... a todos, pues fueran positivos o negativos, todos los comentarios me han servido de ayuda para la continuidad del blog.
Nada, gentecilla valiente, que paséis un verano genial...
- Muy bien, entonces, hazlo, ahora.
Empuja mi cuerpo boca abajo, y siento en el cuello el roce del dobladillo de la falda. Se quita el anillo, que había sido de su padre, de la mano derecha; lo tira sobre la cama; me coge por la garganta con la mano izquierda; utiliza la mano, libre ya del anillo, para abofetearme el rostro, la palma en la mejilla izquierda, el dorso en la derecha, la palma de nuevo en la izquierda.
- Muy bien, vamos a ver cómo lo haces.
Me mete mi propia mano en la boca.
- Dale facilidades, bien mojadita.
Y, con el más suave tono de voz, susurra:
- Te ayudaré un poco, querida, va a ser muy fácil.
Mis muslos se abren, sube el calor bajo su lengua y sólo registro un ligero cambio cuando levanta la cabeza: pone mi mano en ese lugar donde algo que me es tan familiar y contra lo cual no quiero luchar, ha empezado ya y donde mis dedos índice y medio empiezan a deslizarse hacia abajo, como siempre; y me corro.
- Me ha encantado – dice -. Me encanta mirarte la cara. Estás tan extraordinaria
cuando te corres, dejas de ser guapa y te transformas en una cosa voraz, con la boca abierta casi hasta desgarrarse. *
* Elizabeth McNeill.
Nueve semanas y media
P.D: Juro y prometo contestar a todos vuestros comentarios y mails despuçes de vacaciones.
Palabrita de niño jesús.