
El pasado sábado fue un día espectacular porque volví a tener
uno de esos mareos de la rehostia que me tuvo incapacitada ni más ni menos que diez horas como diez soles (desde mediodía hasta las diez de la noche), así que después de ir a urgencias y que me dijeran que lo único que me pasa es que soy más sensible de lo normal, hoy fui a ver a mi estimada médico de cabecera para que me mandara hacerme una puta analítica.
Tampoco es algo que quiera que me importe demasiado. Como la mierda del brazo (han pasado seis semanas desde que me caí y sigo sin poder girarlo sin que me duela). Y no me preocupa, porque como se ve que no me pasa nada, pues nada. Me lo invento. Como todo. ¡Oh!
La cuestión es que al volver del ambulatorio, vi cómo unos horterísimos zapatos de cuña me llamaban a gritos desde un escaparate.
Y una que no es de piedra se los compra, y una caja de 5 calippos de lima, y se pone a tope el último disco de Regina Spektor mientras mete en cajas y maletas un montón de cosas de su habitación, y por el camino se va cargando muchos recuerdos, y rompe papeles, y hace muchísimo calor, pero ya no le importa, porque ha subido el nivel de felicidad nueve coma cinco centímetros.
Me cambio de piso. Se acabó el barrio de Aída. Y encima me voy con dos hombres, ¡para qué quiero más!
Os dejo con un par de fotos que me he hecho en plan Jenni:


