Por
qué me fui de la escena del crimen
sin
dejar rastro quién era yo para
abandonarte
quién era yo para
merecer
este papel en tu vida
quién
era yo y cuántas más hay ahora
con
mi nombre en Internet tantas con mi
nombre
y ninguna como yo que te
conozcan.
Quién eras tú para querer-
me.
Quién eras tú para inmortalizar
y
relegar mi imagen a tu historia.
Quién
eras tú más que yo para darme
un
trozo de tu vida qué vida es
aquella
que tuve ninguna para
que
tú no pudieras formar parte quién
era
yo y qué vida era mi vida
un
punto en la nada mi vida un
párrafo
una descripción superficial
tu
breve y único amor verdadero,
la
dedicatoria.
Elisabeth Craig era la bailarina americana, nacida en 1902, que Céline había conocido en Ginebra, a finales de 1926 o comienzos de 1927, y con la que vivió en París de 1927 a 1933, en una relación muy libre, interrumpida por las estancias de Elisabeth en los Estados Unidos. Henri Mahé la describe así: «Grandes ojos verde cobalto [...]. Naricilla fina... Una boca rectangular y sensual [...]. Largos cabellos dorados tirando a rojizos en bucles hasta los hombros» (La Brinquebale avec Céline.)
En una de las primeras entrevistas después de la publicación de Viaje al fin de la noche, Céline la cita como uno de sus tres maestros: «[...] una bailarina americana que me ha enseñado todo lo relativo al ritmo, la música y el movimiento» (entrevista con M.Bromberger, Cahiers Céline, I, págs. 31-32).
En junio de 1933, Elisabeth se marchó a los Estados Unidos, temporalmente, pensaba Céline, pero aquella vez no regresó y él aprovechó su viaje a los Estados Unidos en el verano de 1934 para ir a Los Ángeles a intentar convencerla de que volviera a Francia. Pero Elisabeth había decidido romper. Céline siempre recordó aquel último encuentro, sobre el que carecemos de información segura, como una pesadilla. No cabe duda de que Elisabeth fue la mujer a la que se sintió más unido y que desempeñó, más que ninguna otra, un papel en su vida.
Extraído de la edición de Viaje al fin de la noche traducida por Carlos Manzano (Edhasa, 1994). Si tienes retinas a prueba de balas, puedes leer la novela clicando here.
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