En
esta casa que da al río, aunque si saltara no daría lugar a un
final romántico, porque bajo la ventana hay una acera muy ancha,
varios coches aparcados, una carretera de un solo carril, una acera
estrecha y una barandilla negra que da primero a la hierba y después
al río; en esta casa, siempre entra algún insecto.
Es
curiosa la apropiación que hacen de ella siendo tan pequeños,
aunque en ocasiones han llegado a ser algo grandes, pero pocos. Los
bichos minúsculos que se escriben en el techo de la habitación
alrededor de la bombilla desnuda. Esos habitantes indeseados que nos
chupan la sangre mientras dormimos. Tal vez incluso desnudos en
verano. Estos veranos tan calurosos en la ciudad. Estas noches que
dormimos con la ventana abierta para poder respirar los dos, dejamos
que vengan a comernos los insectos y que nos desnuden las polillas
carroñeras del ropero roto entreabierto. Herencia de quienes
vinieron a morir antes que nosotros.
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