Tan cerca, no. Me dice S. No le beses tan cerca de los labios. Ha sido un error. Perdón, perdón. Me acelero pero suelto una sonrisa y ella otra a mí. Entonces yo sonrío más. S. está abochornada, como si hubiera sido ella la que se equivocó al saludar, y no deja de darle vueltas al tema. Entonces C. se acerca y le dice al oído “lesbiana”. La cara de S. cambia por completo y solo es capaz de preguntar ¿desde cuándo? Y entonces C. comienza a relatar una historia absurda. Todas la escuchan con atención, pero yo sé que C. solo se está quedando con ellas.
Cuando tenía doce años, llegó a mí
un sujetador con las copas de diferente tamaño. La izquierda era
considerablemente más pequeña que la derecha. Era un sujetador
hecho a medida que había pertenecido a mi madre. Como ya me estaban
empezando a crecer las tetas, decidí ponérmelo en memoria de mi
madre. También porque me resultaba cómico verme con un sujetador
así. Sin embargo, la tontería me duró mucho más tiempo. Llevaba
el sujetador a diario. Me parecía un ritual contra el olvido. Llevar
un objeto de mi difunta madre cerca del corazón. Una tontería
propia de la edad. La tontería se convirtió en problema al cabo de
un tiempo, cuando vi que la teta derecha empezaba a parecer más
voluminosa que la izquierda. Llevando el sujetador a diaro había
impedido el crecimiento. Pero como era una niña tonta que echaba
tanto de menos a su madre, seguí llevando el sujetador. Al cabo de
un año la diferencia era considerable. Me miraba al espejo y era un
pequeño monstruito de trece años, con una teta mucho más grande
que otra. Mi padre, que no era muy observador, se dio cuenta un día
de casualidad de mi torso deforme. Estábamos comiendo y se me quedó
mirando el pecho un buen rato. A cualquiera le hubiera parecido que
se le había ido la olla y que empezaba a sentir una atracción
inmoral hacia su hija, pero yo sabía que a cualquier padre le
llamaría la atención que su hija tuviera un pecho desnivelado. Sí, papá, tengo una teta más grande que otra. Mi padre estaba tan fuera
de onda en temas femeninos que dudó por unos momentos si eso era
normal en el desarrollo de una niña de trece años. Le saqué de
dudas contándole mi estúpido hábito del último año y él
respondió llevándome al hospital. Resumiendo: me amputaron los dos
pechos y me pusieron dos nuevos. Tengo las tetas perfectas porque no
son reales. Son dos bolsas de silicona.
La verdad es que tiene unas tetas
estupendas. Por un momento me creo su historia. El resto del grupo la
mira asombrado. Están tan pendientes de sus tetas que se han
olvidado de que es lesbiana.
Como para no quedar asombrado con esa historia, sea real o inventada. ¡Se te olvida todo lo demás! Me gustaría tener esa facilidad imaginativa, me gusta ver las caras que pone la gente.
ResponderEliminar¡Besos!
¡Qué pedazo de historia! Eres un pozo de ingenio.
ResponderEliminaringenio es poco, y dura, y cruel, y creativa, y realista
ResponderEliminarGracias!! me alegro mucho de que os haya gustado esta paranoia. Besines
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ResponderEliminarLa perfección de lo falso es la de ser otros. Ser otros tú y yo. O llamarse diferente al menos. O como mínimo pronunciarlo de otra manera.
http://www.youtube.com/watch?v=Th1oEzFj8o0
Por cierto: ahorita mismo voy.