Véase en tonos pastel y a cámara lenta.
Pongamos un paisaje nublado. Toulousse un día de lluvia. San Sebastián o cualquier lugar de Asturias. Mochileros, quinquis, chicas monas con maletas pequeñas rígidas coloridas con cuatro ruedas. En el centro de una plaza cualquiera, una iglesia, un santo, like a prayer, las mujeres confiesan sus pecados. Las unas a las otras, sin intermediarios. Tú me esperas a la salida. Pareces sacado de una película americana. Pareces un guiri yanqui o un japonés con cámara de fotos.
Alrededor de la plaza: una farmacia, heladerías artesanas y un Virgn Store que sólo veré de lejos. Malos tiempos para comprar discos. Ahora los vinilos sólo sirven para hacer relojes. Carátulas y carátulas de bandas sonoras de cine erótico de los setenta invaden las paredes del salón.
- Espérame en la Plaza Infinita. Recuérdalo. La Plaza Infinita. En dos horas.
- Nos vemos en la Plaza Infinita.
Empieza a oscurecer y te vas alejando. Dices que tengo cosas que hacer. Sólo te dejo espacio.
Camino sin saber qué es eso que tengo que hacer. Tengo tanto espacio que no sé cómo aprovecharlo, y en las calles sólo hay oscuridad y puñados de soledad esparcidos por el suelo. Huele a arroz, a carne, a básicos e indispensables, y a la derecha siempre hay plazas. Todas igual de marrones, con bancos mojados, iglesias en piedra. Todo húmedo. Huele como en cualquier domingo de otoño. Plaza del Círculo. Plaza Circular. Todas las plazas de esta ciudad evocan al ciclo y a la eternidad.
El final de la calle es un precipicio. Se corta la calle en carretera. No hay horizonte ni desvíos. Sesga la niebla el camino en una línea perfecta. Se acaba la ciudad en un abismo. Me pregunto si más allá de la niebla se encontrará el infierno.
Miedo. Vértigo. Por todos los poros de mi piel se hace patente el frío de la angustia. La insignificancia y la impotencia ante el final.
Retrocedo y bajo por unas escaleras hacia un portal cualquiera y llamo con la desesperación del perdido.
Unos niños gitanos me abren la puerta y me invitan a pasar al interior de una cocina pequeña. En el fuego sopa caliente.
- Tengo que llegar a la Plaza Infinita. Hace tiempo que me están esperando. ¿Cómo se llega?
Los niños se miran extrañados. El mayor traza un plano sobre un papel arrugado. Sólo son líneas paralelas.
- Pasé por todas las plazas, pero el final de calle es sólo niebla. No me dejaba avanzar.
- A través de la niebla no hay nada.
Me pongo nerviosa. No me quiero quedar en esa ciudad. El hecho de no poder salir me aterra. Intento calmarme: llegaré a la Plaza Infinita , me reuniré contigo y cogeremos el primer autobús de vuelta.
- Dejadme llamar a un taxi. Dejadme salir. Tengo que llegar a la Plaza Infinita.
El niño habla con una espumadera en la mano. Cree que lo único que necesito es comer. No quiero comer. Quiero salir de aquí. Necesito salir. ¡No necesito comer! ¡No necesito hospitalidad!
Callo.
Shhh.
Lo siento. No quiero que me odies. Lo siento. Me abraza como si fuera él quien tuviera que disculparse y salgo de allí. Avanzo en dirección al final pero me desvío en el último callejón. Allí el viento es más fuerte. Se siente la proximidad del vacío. Una placa dice que estoy en la calle Charco de Césped. Debo haber leído mal. Tanta oscuridad y tanto aire no me dejan ver bien. Dos señoras de negro pasan cerca, se dirigen al final de calle. De la niebla emerge un camión enorme que continúa por la calle. Tras él, muchos más coches nacen y se adentran a la ciudad.
- Disculpen, creo que no alcanzo a leer el nombre de esta calle.
- Charco de Césped. Dígaselo así al taxista, no tiene pérdida.
Te llamo. Rechazas mis llamadas y siento que te has cansado no tanto de esperarme como de mí. Ir a tu encuentro ya no tiene el menor sentido. Cuando llega el taxista le digo que me lleve a la estación de autobuses, pero el camino por el que me lleva parece no ser el correcto. Giramos en círculos. Giramos. Giramos. Salto del taxi en marcha y corro. Del suelo brotan baldosas de colores, enormes columnas amarillas, y en el centro una piscina enorme en la que te encuentras tú. Te pido que salgas. Que nos vamos. Que se nos acaba el tiempo. Vamos a quedarnos encerrados en este lugar. Me niego. Sal del agua. Sal.
Oigo tus pensamientos y te veo dentro. Como tú hay tantos más que no pueden salir.
- No tengo sensibilidad en las huellas dactilares.
De tus dedos salen, al contacto con cualquier cosa, enormes chispas blancas.
- No puedo salir a la superficie. No tengo sensibilidad en las huellas dactilares.
De tanto pensar en ti me caigo al agua y llego al fondo contigo y con el resto.
Insensibles y atrapados nos quedamos mirándonos como pidiéndonos perdón.
Lo único que nos quedaba era la identidad en una ciudad extraña.
Y hasta eso hemos perdido.
Genial la atmosfera y el cambio que se respira al leerlo, onírico :)
ResponderEliminar¿Qué pasa al despertar?
algo así me esperaba yo de la alicia de burton. él me decepciono. él.
ResponderEliminarPau:
ResponderEliminarAdriana!!
Me ha encantado este relato!! Una pasada!
La atmósfera onírica y la opresión de la ciudad me ha recordado a alguno de los cuentos surrealistas de Michael Ende(que también son muy buenos:D)
A mí me ha evocado a otro país de las maravillas, el de Murakami. Cuando escribes bien escribes muy bien.
ResponderEliminarMe dejas muda, conmovida, sin palabras, perdida también en esa Plaza Infinita y sé que es poco decirte que me ha gustado mucho, y que escribes maravillosamente bien, niña de las naranjas.
ResponderEliminarBesos y mucha fuerza, desde este cachito del mediterráneo, para ti.
Será que he visto ayer Origen, pero me recuerda muchísimo al Limbo!
ResponderEliminarAl menos he sentido la misma angustia... Me ha encanta! =)
Mola!!!
ResponderEliminaraparte de muy bueno el texto paso por aqui a felicitarte por el añito de la fanzine, guauuuuu
ResponderEliminarÓscar Me alegra ver que he conseguido transmitir la atmósfera onírica. al despertar me toca ir a abrir al gato y seguir estudiando antes de que empiece a pegar fuerte el sol ^^.
ResponderEliminarMalone Lo de Burton no tiene perdón de Dios. Yo también me esperaba algo ma´s onírico/angustiante, en la línea de la buena época de Burton, pero qué se le va a hacer...
¡¡¡Pau!!! Me apunto a Michael Ende, que aquí una servidora no ha leído nah suyo... :S Y me alegro de que te haya molau, pero no ha sido cosa mía: la culpa la tienen Blonde Redhead por haber sacado un discazo tan bueno.
J Un beso pa ti y un poss it para Murakami.
Mayde Molina Muchísimas gracias, guapa. Un besote desde La Rioja. ^^
Planeandoelsalto ¡me alegra mucho encontrar un comentario tuyo por aquí! :) Me alegra que te haya gustado y que te haya evocado a Origen. La vi hace poco y ha sido de las películas que ma´s me han gustado últimamente. Todo lo relacionado con los sueños me interesa muchísimo, y adema´s soy de esas personas "afortunadas" que suelen tener sueños lúcidos, aunque de momento no cuento con un subconsciente militarizado, jeje. Un besazo y muchas gracias por pasarte por aquí.
¡Velpister, tú si que molas!
Muchos besos y abrazos varios a todos y como siempre muchas gracias por pasaros y tomaros la molestia de comentar. :)
Gracias Voltios! Se nos hace mayor la niña :D
ResponderEliminarEres la nueva poeta del pueblo. hasta repondes a tus fans!! jeje.
ResponderEliminarMuy bueno, Adri.
ResponderEliminarBeso
Chapó contigo niña!!! entre la canción que incluíste para ambientar, tu narrativa, creo que al final contuve el aire más por sumergirme como tantos otros en la piscina, al igual que por lo inmerso que estaba en le texto
ResponderEliminarAbrazos!
M O N O T E M A
ResponderEliminarla sensación de mi dibujo tambien es asi como algo estatiko y eterno. y el lugar es como el último donde aún corre algo de aire y puedo intentar respirar. pero es como un fin de trayecto. no hay camino hacia delante y atras ya no parece kedar nada. es como si solo pudiera kedarme sentada intentando respirar, intentando sentir el viento en la cara. es como el último aliento de libertad entre la incertidumbre.....
ResponderEliminarno se
bueno awi. ke te kiero un montón.
No me asusta lo desconocido, me asusta lo que no entiendo. ¿Es un sueño permanente el que vives? o, ¿Acaso es que vives en un permanente sueño?. Buscas la plaza infinita, no te preocupes, todas las calles te guiarán a esa plaza y si no llegas, te vendrá a buscar. Nunca llega tarde a sus citas.
ResponderEliminarTodos tenemos una plaza infinita. Unos no la conocen. No saben que están en ella. Otros ya la hemos visitado y,como bien dices, a esta, llegan las calles de los simples. De los básicos. Tratas de ir calle arriba, te paras y miras a la gente. Todos se dirigen a esa plaza infinita.
Comienzas a sentir esa sensación de miedo que necesitas sentir para seguir caminando. Solo los valientes sienten el miedo, te repites una y otra vez.
Unos, cuando llegan, tratan de negar que es la plaza del infinito. y se acomodan como perros encadenados que, por su comida,prefieren vivir con la cadena en esa plaza infinita. No son capaces de avanzar más allá de donde sus cadenas les deja llegar y lo aceptan como una agradable condena.
Pero tu sigues intentando salir de esa plaza infinita. Sigues de cara a la gente y, la plaza, parece seguirte. Nunca la pierdes de vista. Mires a donde mires siempre está ahí y, cuando llegas al final de la calle, esa lluvia, esa humedad, esa agonía que te produce las plaza..., desaparece. No sientes nada y, ante el precipicio que tienes delante de tus ojos, solo te queda la opción de volver. Caminar calle abajo, hacia la plaza infinita. Hacia donde todos se encaminan y arrastran sus cadenas. Pero tu te niegas y das ese paso que te lanza al vacío y tu cuerpo se transforma en éter y el miedo se va.
Yo también soñé con una plaza infinita y di el paso adelante.No existían cadenas queme retuvieran allí.
La idea de una plaza infinita me ha parecido brillante, la desesperacion de encontrar un lugar donde solo existe en un sueño... y como en todo sueño, el desencuentro es lo que marca la mañana (esa sensacion de sed seca en la boca del adios)...
ResponderEliminarSophie