http://www.scribd.com/doc/37866479/Groenlandia-Nueve-Final
Y siento que el asco me condiciona / me siento como una traidora, una ramera mentirosa
No quiero nunca más volver a veros / sois la viva estampa del deseo, que se ha vuelto un embustero
Carlos Ann.
En esta noche de clara luna, los poetas por mí que se den a la tuna.
¿Hoy tampoco vas a preguntarme qué tal me ha ido el día? Ni siquiera te lo preguntarás. Ya ni te acuerdas. No, no pasa nada. Voy a quedarme esta noche también, aunque hoy no voy a solicitar la ayuda de la televisión ni de Internet para mantenerme despierta. Hoy voy a quedarme sola con los remordimientos, y te escribiré – te escribo – para contarte qué he hecho. Lo que no tengo muy claro aún es si seré capaz de enviarte esta carta. Ya me conoces. Les he dejado solos. Solos y lejos. Donde no puedas encontrarlos jamás. Aunque, ya sabes, conmigo estas cosas… quizá antes de terminar esta carta o este año me dé por confesártelo, aunque no es ese el objetivo principal. Pero ante todo quiero que me entiendas. Me aburrían demasiado. Estaba sometida a una presión terrible. Con ellos era todo muy complicado, o demasiado sencillo. Para mí los términos que utilicemos ya no tienen el menor sentido porque ya no sé diferenciar lo falaz de lo cierto. ¿Entiendes a qué me refiero? Seguro que sí, siempre has sido muy listo. Yo no era muy de llevar cuadernos en el bolso. Me parecía de una pedantería suprema llevar con uno mismo un barato cuaderno del bazar chino y mostrarlo al resto como si fuese un catálogo del artista que se supone que cada cual lleva dentro. No sé si me explico. La cuestión: pedantería. Estaba muy harta de encontrármelos en todos los bares, mostrando rimas, versos matematizados con calzador, dibujos fríos, tantas páginas inexpresivas y todos chupándose las pollas mutuamente. Muchas veces me distraía mirando puntos estratégicos del bar en cuestión y pidiendo más y más cañas. Muchas veces, la mayoría de ellas, para ser sincera, dejaba que me invitara alguno de esos poetas. Ya me conoces, siempre he tenido un deje meretricio. Aunque ambos sabemos cuantísimo repudio el contacto físico. Pero eso ellos no lo saben, así que a callar y al tema. Cuando me han pedido dedicarles algún texto, he callado y he dedicado. Con cariño para Equis. Otras veces me han dejado ellos sus cuadernos y han manchado el mío con sus estúpidos versos y sus simplísimos dibujos. Estética naif dicen. Que les den por saco. Hasta un niño podría dibujarlos. Yo, a escribir y a callar. Posmoderna, distante y fría, clavando en sus hojas palabras, versos, frases, lo que fuere, sin pensar ni dándole la más mínima importancia, a un texto que prevalecerá el tiempo que él estime oportuno, en su moleskine, donde guarda sus poemas estratégicamente pasados a limpio con el deje, la puntillita, la mota de polvo exacta que haga parecer que están escritos ahí directamente. Tonterías aparte, de mi texto mi mente no guardara´ estela alguna de recuerdo.
Mis prosas, mis versos, mis dibujos. Nada de lo que yo haga es ni será mejor ni peor que lo de ellos. Pero alguien alguna vez diría que lo mío es diferente, visceral, realmente bueno. Eso basta para que el mundo literario caiga rendido a los pies de uno. Eso no está tan mal si sabes manejarlo. Pero yo soy débil, ya me conoces. Me dices que me estoy mareando y me mareo. Me dices que te quiero y lo abandono todo por ti. Me dices que escribo bien y me creo mejor que toda esta cuadrilla de escritores malditos de las mismísimas pelotas.
Lo que me ha pasado es que he terminado muy harta ya. Desde fuera no sé qué parece. Puede que parezcamos amigos y confidentes, pero en realidad no somos nada de eso. Nos envidiamos tanto. Todos queremos escribir como el otro, dibujar como el otro, hablar, cantar, hasta el color y el corte de pelo… todo causa estragos en nuestro ego. Somos enemigos en potencia y sucios competidores en acto. Pero lo que realmente quieren esos poetas, ya lo sabrás bien, - siempre te has considerado uno de ellos - es follarnos. Todos los poetas que he conocido a lo largo de mi vida. Ellos, ellas, todos. Han venido a contarme estupideces. Todos me han citado a no sé quién. El mundo se divide en dos: los que han amado de verdad y los que no. Todos me han confesado ser sensibles y románticos. Todos han sido atentos. Me han querido prometer el cielo y la tierra. Pero a la hora de verdad, cuando descubren por dónde me paso sus versos, sus trazos, su música, sus cortos, etc. si te he visto no me acuerdo. A los artistas no les hurgues en el ego, que les duele. Al final resulta asqueroso. El sexo con poetas siempre duele.
Empecé mintiendo. Como siempre, ya me conoces. Al final opté por poner la tele. Te parecerá estúpido, pero he pasado miedo. Me pareció escuchar sus gritos. Ya sabes cómo es esta casa: el pasillo es demasiado largo y estrecho. Intenté subir el volumen de la música, pero eso no hizo sino empeorar las cosas. Espera que me ría nerviosamente. Ya está.
poetas malditos, malditos poetas
ResponderEliminarahí estás tú, sí señora.
ResponderEliminarbesazo
"El sexo con poetas siempre duele". considérate afortunada, 9 de cada 10 poetas la tenemos pequeña o muy pequeña.
ResponderEliminarpasas mucho tiempo en la curva!!
La verdad..a veces marea a la mascara... el fin de semana que viene voy a salamanca si te parece pasarte...charlamos un rato .. un ..me ecuerdo de tibuenasnoches..! Jorgepascual. vivan los patos de goma ..abajo lo demás..
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