Alexander Endl |
Tendré que vivir con la duda de si debí haberla despertado.
Así que aquí me he visto, de madrugada en Frankfurt, y el autobús que va hacia el aeropuerto de Hahn no sale hasta las seis. Ahora me encuentro en la cafetería del McDonalds, donde me estoy tomando el peor café de mi vida previo pago de un euro. Detrás de mí hablan en ruso.
Alexander Endl |
He salido un momento y he sentido algo que no recuerdo haber sentido antes de la misma manera. He sentido una soledad inmensa ante la enormidad. Parecida a esa soledad inmensa que me causa pensar en una eternidad de no existencia. Me ha dado miedo la calle desierta y silenciosa; constructo de edificios imponentes, de luminosos de publicidad. Todo demasiado grande, y silencioso, y oscuro. Me he acordado de las últimas palabras de Sara por Gtalk antes de salir de casa. Buen viaje a la eternidad. Me ha dado muchísimo miedo. Sé que se refería a la noche de trenes que me esperaba de Bayreuth a Nürnberg a Frankfurt y el bus a Frankfurt Hahn. He pensado en ese viaje a la eternidad estando ahí fuera y me he emocionado hasta la lágrima, pero me he secado pronto la cara, porque no podría explicarle a nadie qué me pasa. Que me da miedo volar y que me da miedo Frankfurt con sus edificios colosales y su arquitectura imposible. Y me he acordado de que esta mañana una chica lloró en clase, y lo hizo después de preguntarme cuándo volvería a España por Navidad, y yo le dije Esta noche, pero luego no fui capaz de decir una palabra más ni preguntarle por qué lloraba, ni si podía ayudarla. something. Y el resto de la clase también como si nada, salvo su amiga, que le tendió un paquete de kleenex deslizándolo por la mesa hacia ella, sin dejar de tomar apuntes, y un leve roce en su muñeca, compasivo, hasta que se secó las lágrimas y se unió a la tónica general de la clase, como si nada hubiera en el mundo más importante que las structural explanations. Así que yo también me sequé las lágrimas y volví a la estación, como si no hubiera nada más importante que volver a casa por Navidad. Ya dentro, encontré carteles con el rostro adolescente y alemán de una niña de catorce años, desaparecida hace unas semanas.
Este mundo de mierda que nadie echaría de menos.
Es ahora, después de ver la cara, la gran sonrisa, de la niña desaparecida, cuando decido sentarme en cualquier banco de la estación. Me aborda entonces un mendigo en alemán y finjo no entenderle en español para que se vaya, pero me responde emocionado que él es de Córdoba y me empieza a hablar y a pedir dinero chico, sólo diez o cinco euros, pero no tengo más que para otro café y el bus a Hahn y no quiero darle explicaciones. No sé qué me pasa con Córdoba. Por qué siempre aparece de cualquier manera. No quiero darle explicaciones, no quiero hablar con nadie, y me refugio en la cafetería del McDonalds , a tomar el peor café de mi vida, a pensar en la niña desaparecida, en las millones de almas que pueblan este mundo de mierda y que se creen inmortales. Me acuerdo de July Delpy en Waking Life y a mí tampoco me salen las cuentas. Suena El lugar donde viene a morir el amor de Zahara. Justo. Y vas a morir en este momento. Van a dar las seis y no quiero perder el autobús porque no me quiero quedar en Frankfurt y volverme a encontrar con el de Córdoba.
Será en la cola para embarcar cuando tiemble y trate de aprender a respirar y deje sin despertar a otra chica que, al parecer, también ha pasado la noche de viaje, para que no suba al avión y muera como todos nosotros. Podré salvar una vida si no la despierto, pienso, y entrego mi tarjeta de embarque y me siento en ventanilla y dejo la nieve y las nubes debajo, y el vértigo en la sangre, adrenalina de feria, y, de repente, todo deja de ser tan importante.
Será en la cola para embarcar cuando tiemble y trate de aprender a respirar y deje sin despertar a otra chica que, al parecer, también ha pasado la noche de viaje, para que no suba al avión y muera como todos nosotros. Podré salvar una vida si no la despierto, pienso, y entrego mi tarjeta de embarque y me siento en ventanilla y dejo la nieve y las nubes debajo, y el vértigo en la sangre, adrenalina de feria, y, de repente, todo deja de ser tan importante.
Sólo me dedico a dejarme volar.
Creo que te voy a decir frases como esas más a menudo, a ver si te salen más textos como este...
ResponderEliminarAunque, en verdad, no necesitas mis frases, porque sólo tú eres suficiente: buenas noches a la brevedad, todo eres tú. No temas.
el erasmus podría resumirse en esas sensaciones...
ResponderEliminarA veces, cuando el avión está subiendo, tengo la sensación de que no me importa hasta donde pueda subir. Sólo me importa que entonces estoy volando, que realmente no hay nada que me una a la tierra.
ResponderEliminarcierto. lo del final. y cuando aterrizas ya todo pertenece a otro mundo. lejano. salud!
ResponderEliminarUna eternidad wagneriana, tal vez. Has visto a Wotan?
ResponderEliminarA mí me parece que eres una tía muy valiente, y por eso, te admiro, además que por tu talento al escribir y luchar por cumplir tus sueños.
ResponderEliminarQuizás tu sensilidad te lleve "a la debilidad" en muchos momentos, pero merece la pena a pesar de todo.
Un saludo y que estés bien.
"Este mundo de mierda que nadie echaría de menos." Brutal frase que resume el estado de ánimo generacional... Tu relato me ha hecho pensar en el paso del tiempo, en la muerte, en la soledad. Grandes temas para dejarse volar. Por cierto, una pena que el vídeo no esté operativo. :)
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