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miércoles, 8 de septiembre de 2021

¿Te apuntas al taller de poesía?



 

¡Sí, sí, sí!

Este año volveré a conducir el taller de poesía de la Universidad Popular de Logroño.


📚

Propondremos lecturas de poetas contemporáneos (con esto me refiero a poetas también del s.XX) y novedades novísimas. ¿Sabes cuánta poesía se publica en España ahora mismo? ¿Cuántas editoriales de poesía, festivales, etc. hay? Hay vida mucho más allá de las mesas de novedades de las librerías. Ven, que te muestro.


✒️

Retos y propuestas para despertar tu creatividad y que escribas mucho.


🎤

Leeremos los poemas en el taller para dos cosas: encontrar nuestra voz , no solo sobre el papel, sino a la hora de recitar; y poner en común el poema para aprender de las críticas y sugerencias de los compañeros.


👋

Nos visitarán poetas y editores de poesía para contarnos su experiencia y guiarnos en el mundillo.


🎥


Haré streaming de las sesiones para quien no pueda estar de manera presencial, y las subiré a una carpeta común para poder verlas en diferido.

💓

Os podéis apuntar en este enlace.

lunes, 29 de abril de 2013

Casa de Insectos (Frag.) Carnaval






Quizá el problema fue no darme cuenta de que lo hubieras hecho todo por mí. Eres todos, como si solo me hubiera enamorado una vez, de ti, y los que han venido después hayan sido solo proyecciones tuyas. Por eso esta noche no supe si eras tú o Rodri, y daba igual.

Estábamos en el bar de nuestro padre, en el pueblo. También estaban algunos amigos tuyos. Esos amigos a los que al parecer no podré acceder nunca. Y no es algo que te reproche. No es tu culpa. Es esta cosa mía de no verme a la altura de nadie. Me quedo callada detrás de ti y parece que me comporto como si fuera tu complemento, aunque no sea esa mi intención ni mucho menos, ya lo sabes. Pero me quedo así. En una posición como esa ¿cómo no habría de pasar inadvertida incluso para ti? Y son ellas, tus amigas, las que sí están en escena. Las que controlan tus temas y las que parecen haber formado parte de tu vida antes que yo. Y eso que nos corre la misma sangre, Pablo. Pero yo estoy fuera de ti. Tan pequeña. Estamos así, Pablo, y miras a María, que está contigo. Porque tú no eres Pablo sino Rodri, y es Rodri quien mira a María, que está contigo. Pero ¿cómo no la va a mirar, Pablo, si es ella quien está y no yo? Es ella quien posee la belleza y la elocuencia. Quien habla mirando a los ojos. Quien habla, al fin y al cabo. Y la miráis, claro. Los dos. Porque tú ya decidiste quererla a ella. Lo digo, “decidir”, como si el amor se tratara de eso. Porque trato aún de convencerme -y me lo creo- de que no la amas, o al menos no del modo en que me amaste a mí. Del modo en que me empeño en creer que aún me amas. Y Rodri también la mira. Y me arden las entrañas, Pablo, cada vez que lo hace. Pero cómo no la va a mirar, si ya la quería antes de conocerme. Si la quiso de una manera imposible que jamás podrá quererme a mí. Porque ella será siempre tan inaccesible para él y yo qué valor puedo tener después de haberlo dado todo y a la vez esta nada absoluta que me separa tanto de vosotros. Y me voy. Salgo del bar porque me oprimen los celos y me quedo fuera, tan patética e ingenua, esperando que salgas. Pero no lo haces. Rodri tampoco. Y me imagino que no lo hacéis porque ni siquiera os habéis dado cuenta de mi ausencia. Porque de algún modo ya estoy muerta. Así que empiezo a caminar. Ya es de noche y no hay autobuses que me saquen de este pueblo que apenas conozco. Es tuyo, no mío. Tú te quedaste aquí con papá, no yo. No sé ni por qué he venido. Me arrepiento cada vez más y me culpo y me insulto. No puedo salir de aquí sin ti. Así que te llamo y con una voz de niña que no es la mía, con una voz de dependencia absoluta, de falta de dignidad, te pido: ven a buscarme. Te enfadas, claro, niñata, ¿por qué te fuiste del bar? Tú y tus malditos celos. Déjanos vivir. Yo ya me he ido del bar, estoy en casa, cenando con mi familia. Después volveré a salir. Hemos quedado todos en disfrazarnos a las doce. No me pidas que vaya a buscarte, déjame divertirme. Tengo derecho a salir con mis amigos. Cuelgas. La familia de la que hablas no es la mía. La última vez que estuve en casa de nuestro padre, que es más padre tuyo que mío, con esa hermana tuya que no es mi hermana y que se quería comportar conmigo como si pudiéramos ser amigas, me mantuve al margen como siempre. Porque yo no podría estar a la altura de esa familia tuya que no me pertenece. No podría ser digna de ser amiga de esa hermana tuya. No podría ser tan guapa. No podría ser. Cambio el rumbo que estaba siguiendo y decido, en lugar de salir del pueblo, seguir en él. Llegar a tu casa y no cometer los errores del pasado. Me sentaré a la mesa con los músculos relajados. Hablaré con tu hermana. Trataré de estar al mismo nivel. Me llevaré bien con ella y así podrás quererme sin incomodidades, como a ella. Porque yo también soy tu hermana. Pero no sé llegar a tu casa. Necesito que me guíes. Y con todo el dolor de mi corazón, porque no quiero molestarte, vuelvo a llamarte. No sé llegar a tu casa. Diana, no puedes hacerme esto. Estoy cenando. No me voy a levantar ahora de la mesa, no voy a dejar a mi familia. No voy a salir a buscarte, ¿no te das cuenta de que no me dará tiempo después a disfrazarme? Pide un taxi y que te lleve a casa. La ciudad está al lado, no te costará mucho dinero. Incluso yo he ido mil veces caminando. Tú nunca eres capaz. Cuelgas. Me quedo en la plaza. Se nota el ambiente festivo, aunque Carnaval no empieza oficialmente hasta las doce y, hasta entonces, nadie saldrá disfrazado. Me quedo sentada en los escalones de un bar y un perro orina a mi lado. Como si no existiera. Me quedo sentada, como si estuviera esperando. Como si tú me hubieras dicho: quédate ahí y no te muevas; ahora mismo te voy a buscar. Como se les suele decir a las hermanas pequeñas que se pierden. Una orquesta de bajo caché toca canciones típicas de verbena que ahora suenan a tristeza absoluta. Me recuerdan a las noches de fiesta que me quedaba en casa, y, desde la calle, con un eco atroz, retumbaban en las ventanas de mi cuarto y no me dejaban dormir. Una vez más, me siento como si no estuviera ahí. La gente sigue entrando y saliendo del bar sin percatarse de mi presencia. Huele a vino y cerveza, y al humo asqueroso de los petardos que lanzan los niños. Ni siquiera ellos están disfrazados. La plaza se va quedando vacía porque es la hora de la cena y todos se van a sus casas. Después volverán todos disfrazados, y harán de esta verbena de pueblo algo aún más triste. Apareces. Vas caracterizado de Drácula y la gente se ríe de ti porque has salido disfrazado antes de tiempo. He venido a buscarte, me dices. He venido a buscarte, tonta. He venido a buscarte, qué remedio. Si no ibas a ser capaz de volver a casa por tu propio pie. Si no ibas a haber tenido el arrojo de llamar a un taxi e irte sola. Porque no eres capaz de salir de aquí. Porque estás atrapada aún, Diana. Porque aún me tienes encerrado ahí, en tu cabecita, y no lograrás salir hasta que me saques. Y te doy la mano y te sonrío y me voy contigo, pero no tengo claro a dónde porque ahora tienes una cara diferente.




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martes, 19 de febrero de 2013

Icaro Inc en Logroño. Poesía, amor y plaquettes



Hablemos del mar, marinero. 

En capítulos anteriores:

Hablamos de la importancia de las cañas de después. Pertenecer a un grupo con el que sentirse cómodo hablando de ciertos temas, compartir una pasión. En este caso la literatura. Literatura y bares, qué lugares. En Valladolid teníamos colectivo y bar: COLMO y La Curva. En capítulos anteriores también he hablado de la revista Ícaro Incombustible, que edita el colectivo de Granada Ícaro Incombustible. En capítulos anteriores hablé de mi madre, Valle Camacho, que expuso en el café Bahía de Logroño. El café Bahía, que regenta Ana Cuaresma y que escribe y organiza muchos eventos culturales en su bar, desde exposiciones hasta lecturas pasando por conciertos de jazz. Como colectivo podemos hablar del curso de creación literaria al que voy los martes. También podemos hablar del grupo de Facebook que administra Ana Cuaresma, El hombre que fue jueves, y donde se reúnen virtualmente los parroquianos literatos del Bahía. 


I. Ícaro Incombustible se pone en contacto conmigo. 

Tienen una forma muy peculiar de seleccionar los textos que publican en sus revistas. Cuelgan los textos recibidos en su web y son los usuarios de la misma quienes, mediante un sistema de votación, proponen cuáles deben ser los elegidos. 

Ícaro me propone organizar un evento en Logroño: Una lectura de poesía y microrrelato en la que el público asistente, mediante votación, decida qué obras se publicarán en el próximo número de la revista. 

Yo respondo que bien, pero que no se esperen gran cosa, porque Logroño es pequeño y no creo que vaya a participar mucha gente.

II. Buscar lugar.

Me pongo en contacto con el Café Bahía porque me parece un lugar estupendo y además Ana está encantada de acoger encuentros literarios. 

III. ¿Y los autores?

Escribo mails a los conocidos, a los de siempre. 
Amplío el campo y expongo la propuesta a mis compañeros de Creación Literaria.
Con ayuda de Ana extiendo la convocatoria por Facebook, sobre todo a través de El hombre que fue jueves.

Y lo que parecía que iba a ser una modesta lectura con los cuatro poetas de siempre, se convierte en un cartel con treinta nombres:

Lia Katselashvili, Emilio M. Martínez Eguren, Rosa Labado, David Trashumante, Rebeca Cámara, Ana Tovar, Noemí Calvo, Amalio Fernández Hernáez, Sandra Viviana Pellegrini, Arantza Moreno, Ana Asperilla, Sergio Hernández López-Pastor, Gillian Clarke, Amaia Ortega Zabala, Liliana Noelia "LiNo", Elena Mahave, Txisco Mandoman, Lourdes Cacho, María José Marrodán, Iván Mendoza Marrodán, Ana Cuaresma, Eduardo Orbe, Ana María Muro Sáenz, Israel Esteban, Beatriz Barriuso, Gonzalo San Ildelfonso, Fran Oteiza, Aitor Cuervo Taboada, Nerea Ferrez, Eugenio Santamaría, e incluso Jorge Pascual Blanco, que vendrá desde León para participar en la lectura. 

IV. Propuesta paralela. Cosecha propia.

Me emociono con la idea de reunir a tantos autores y que el evento sea mío. Quiero guardar algo tangible de esa noche y que los asistentes también se lleven un recuerdo de ella, así que propongo crear un souvenir. Algo pequeño y asequible: una plaquette con textos de los autores participantes. 

Para la portada decido contar con Valle Camacho. Para el título busco algo que tenga que ver con "bahía", ya que será ahí donde se presente y el único punto en común que encuentro en sesenta páginas de diversidad de géneros y estilos total. Pienso en The Sailor Who Fell from Grace with the Sea, una película de los 70 que llegó a los cines españoles bajo el título Los días impuros del extranjero, y me pregunto ¿por qué no caer enamorado y no en desgracia y de la bahía en lugar del mar? Y así:


Valle Camacho





Así pues,

el 22 de Febrero a las 22h tendrá lugar en el café Bahía una macrolectura de poesía y microrrelato y la presentación de la plaquette The Sailor who Fell in Love with the Bay
Plaquette, como no podría ser de otra manera viniendo de mí, gratuita y realizada con todo el amor

Por otro lado, recuerdo

que vosotros seréis quienes elijan qué textos serán publicados en el próximo número de Ícaro Incombustible. A partir de la noche del viernes tendréis disponibles los textos en la web para que los votéis. Recordad que es necesario que os registréis



Y nada más, corazones...
Espero veros la noche del viernes en el Bahía. ;)

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Whatsapp Love

Added: Jun 25, 2012 | Image size: 500x338px | Source: cookieszmilk.tumblr.com




Paco se ha echado novia. Ocurrió una noche desde el sofá, en su salón. Paco se sentía solo, como casi todos los fines de semana, y comenzó a pulsar mecánicamente el mando a distancia en busca de algo de porno convencional para pasar el rato, hasta que llegó a una pantalla dividida en tres. Chica bailando torpemente y semidesnuda acaparando la mayor parte del televisor, anuncios 806 con imágenes explícitas a la derecha y, abajo, ocupando menos de la mitad de la pantalla pero toda la atención de Paco, mensajes de personas anónimas y solas como él que se buscaban entre sí. Paco no dudó en gastar un euro en un mensaje que aparecería tan solo unos segundos. Y su móvil pitó.

Leyre se ha echado novio. Pasan los fines de semana en su casa, toman algo y se ríen de la programación nocturna. Leyre y su chico se besan en el sofá mientras en la tele hay una chica que baila y lanza besos a cámara mientras se quita torpemente casi toda la ropa. Leyre se distrae un momento y ve en pantalla un número de teléfono. Mira, le dice a su chico, ese tipo dice que es de aquí y ha publicado su número. ¿Llamamos? Leyre coge el móvil y escribe “Qué me propones”.

Paco propone jugar esta noche. Paco habla de caricias. Habla de cosas demasiado tiernas en comparación a todo lo que propone la chica del programa donde ha publicado su mensaje. Paco solo quiere compañía. Paco se sincera. “Tengo cuarenta y dos años. No soy guapo”. Y Leyre le dice que no le importa. Ella tiene dieciocho, dice, y quiere conocerle.

Leyre sigue escribiendo. Su chico le dice, Déjame a mí, y escribe. Él es Paula, y habla de sexo y obscenidades. Pero Paco no responde. Paco sigue escribiendo a Leyre porque no busca sexo esta noche. Paco le dice Quedemos en tal bar, cielo. Pero Leyre dice que no puede, cariño. Leyre se ríe. Demasiado por hoy, Empieza a darme pena este hombre.

Paco mantiene la esperanza. Escribe a Leyre todos los días. Sabe que hay algo especial. Tomemos un café, cielo. ¿Te parece bien que nos veamos esta noche, corazón? Guarda con cariño los mensajes de aquella noche y los relee antes de proponer otro café. Paco se ha echado novia, y así lo dice y lo cree, pero no la conoce. 


sábado, 13 de octubre de 2012

Ciudades a escala



Aquí está Claudia. Son las tres de la madrugada en la estación central de tren de Frankfurt. Lleva una boina, el pelo sucio y claros signos de deshidratación (ver también: resaca). Su tren no sale hasta las cinco.
En el otro extremo de la estación está Kevin. Le acompañan un vaso de café vacío y una mochila bastante destrozada.
Kevin ha perdido la cuenta de las veces que Claudia ha cruzado la estación. Cuando vuelve a pasar por su lado él la para con un Hey!
Claudia le mira con un no sé hablar alemán (ni me apetece hablar con desconocidos), pero él se adelanta y le pregunta si quiere un café en inglés. Que a dónde va. De dónde viene. Es de esa clase de gente que sonríe mientras habla. Claudia hace una mueca. Trata de ser simpática pero solo consigue ponerse roja y decir España, Nuremberg.

- Me ll
amo Kevin. 
- Claudia.

Kevin es francés. Le dice que ha venido en tren desde París. Ella tomó un vuelo low cost que la dejó en un aeropuerto de juguete muy alejado de Frankfurt, de modo que su viaje también ha sido una odisea. Claudia no le dice que ya tuvo que pasar cuatro horas de autobús desde su ciudad hasta el aeropuerto, ni que casi pierde el avión. Tampoco le comenta que en el autobús que le ha traído a la estación ha venido sentada con un señor que olía a puro, ni que ha tenido su cabeza bastante parte del trayecto apoyada sobre su hombro. Claudia no le describe el asco que ha sentido, ni el miedo irracional que le produce la arquitectura extraterrestre de Frankfurt. Pero él le cuenta que es el sexto de diez hermanos, y que tres de ellos ya están muertos. Kevin le dice que aún le cuesta hablar en alemán aunque viaja mucho a este país. También le habla de unas vacaciones que pasó hace unos años en Mallorca. Le dice que lo poco que aprendió de español se lo debe a la hija pequeña de los dueños del hotel.

- Si quieres aprender alemán, rodéate de niños.

A Claudia no le suena muy bien eso que acaba de decir Kevin, pero no le da tiempo a reaccionar de ninguna manera porque a su lado ha aparecido un hombre de unos cincuenta años que huele a whiskey barato y canta a gritos New York de Frank Sinatra. De hecho solo dice, con un marcadísimo acento alemán:

- Frank Sinatra New York, ja, Frank Sinatra.

Kevin ya no sonríe. Mira fijamente al mendigo y éste responde tendiéndole la mano. Agitan las muñecas sin dejar de mirarse a los ojos, serios, desafiantes. El mendigo le dice: Frank Sinatra, New York. Pero a él no le interesa Kevin y al segundo se dirige a Claudia: Woher kommst du?
Clase básica de alemán. Aus Spanien, a lo que él responde, no solo con su acento alemán, sino con el deje propio del borracho: ah, yo de Madrid, de Madrid, Frank Sinatra, New York, ja.

Claudia recuerda entonces otra madrugada que pasó en aquella misma estación. Aquella vez, un mendigo se le acercó pidiéndole dinero y ella se hizo la loca respondiéndole en castellano, a lo que él reaccionó con un efusivo abrazo al tiempo que decía Ay, amiga, yo soy de Córboba, de Córdoba, chiquilla. No eran pocos los españoles que emigraron a Alemania persiguiendo el nuevo american dream y terminaron pasando las noches como turistas de paso en estaciones. Aquella vez Claudia se separó del mendigo con repelús, le dio cinco euros en monedas, y se refugió fuera de la estación, al frío, ante la abrumadora arquitectura de Frankfurt. Claudia no dirá que áquel fue el primer abrazo que recibía en meses.
Frank Sinatra, a pesar del intenso olor a alcohol y sudor impregnado en su ropa, no causa en ella ese rechazo. Al contrario: le hace gracia. Frank Sinatra repite la cantinela y Claudia ríe. Ante el éxito, él se crece y amplía el repertorio. Claudia tararea con él Strangers in the night, elevan el tono, rompen en carcajadas. Cuando llegan a Love was just a glance away, a warm embracing dance away, Frank Sinatra se deja llevar y la estruja entre sus brazos. El impacto es tan repentino que la boina de Claudia cae como un pájaro que ha sufrido un paro cardiáco en pleno vuelo. Ella se desabraza con brusquedad y se agacha para recogerla. Es en ese momento, aprovechando el hueco que ha dejado la mitad superior de la chica, cuando Kevin proyecta su puño hacia el rostro colorado de Sinatra, que cae a cámara lenta contra el suelo mientras ambos gritan cosas que Claudia aún no ha aprendido en su clase de alemán.
La chica decide que es el momento de, como en una película francesa, ponerse la boina y desaparecer.
Cuando llega al final de la estación, se queda mirando la maqueta de la ciudad. Hay maquetas de ciudades en varias estaciones de Alemania. A Claudia le parecen viejas, aunque a decir verdad todo lo que ve en Alemania le parece retro. Ella se fija más en el cristal que protege la maqueta que en la maqueta en sí. Se da cuenta de que no ha salido de la estación en las casi dos horas que lleva en Frankfurt. Kevin se acerca, pero ella no se da cuenta. Él introduce una moneda y al poco tiempo comienza a nevar dentro de la ciudad. Se quedan mirando como dos niños, como dos ancianos ante un edificio en construcción, sin hablarse. Llega con eco New York, Frank Sinatra, como si no hubiera pasado nada. Llega el tren de Claudia. Kevin aún mira la nieve artificial cuando ella sube a su vagón.

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