Cuando entré al hipermercado me invadió una agorafobia terrible. No era la primera vez que me ocurría, aunque sí la primera en un lugar así: normalmente me ocurría en Zara y en clase a primera hora de la mañana. Una sensación de ahogo terrible y el corazón intentando salir de su pequeña cárcel rasgando un sujetador. Estaba mareada y confusa, reconcomios que se acentuaron al comunicárseme que había ganado un concurso de dobladores. Debía doblar a la protagonista de una obra de teatro, y para ello me enviaron a una sala aislada sin más compañía que la de una joven de pelo negro y rasgos duros y una revista de papel couche que, se suponía, era el guión que debía seguir. Así que comencé a pasar páginas, aún teniendo la certeza de que era incapaz de leer ni una sola palabra, optando entonces por inventarme los diálogos basándome en lo que cada imagen me sugería. La otra mujer se reía de mí, me hacía sentir completamente inútil, hacía pedorretas con los labios y se preguntaba, maldita sea, qué coño hacía yo allí, si en la vida había doblado a un personaje y ni siquiera sabía leer.
Por alguna razón que desconozco, intuí que lo estaba haciendo bien, que improvisar se me daba jodidamente bien, y que eso le ponía de los nervios. Sencillamente, me tenía envidia.
Una página ala cual tres hombres con camisa la ilustraban me dejó en blanco. No sabía cómo salir de ahí, qué decir... Esa imagen no me inspiraba absolutamente nada.
La guerra e’stata voluta dagli Stati uniti con il pretesto delle armi di distruzione di massa.
Viendo que era una inútil insuperable, decidieron sacarme de allí con el pretexto de que No sabía explicarme, que ya me lo tenían dicho, que no sé explicarme y por ello es imposible entenderme.
La envidiosa morena me robó un beso. Sus labios eran duros como el pico de un pájaro y su lengua áspera y finísima, como la de un felino. Me desgarró la boca y mi labio inferior engordó y engordó, dotándome de una inseguridad incomodísima.
Los hombres que de allí me sacaron me llevaron a un sótano, donde me dieron a elegir entre mi vida o los dedos de mis manos.
Prefiero que me cortes la lengua.
somos sin saberlo pura magia.
ResponderEliminar... celebra este tu acogedor espacio con navideños besos, cienes de tiernos y cálidos ... cual suaves son tus encantadores abrazos.
En la vida he recibido comentario tan cursi.
ResponderEliminarGracias Miguel, felices fiestas.
¿No tienen algo de monstruoso los sueños? ¿No se parecen esos de esta entrada a los del ascensor seis?
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