Sus medias están sobre esa moqueta granate que al llegar te pareció elegante. Ahora es parte de ese falso decorado, testigo de tantas historias que jamás serán contadas. La vergüenza nos arrastra hacia la mentira deliberadamente, ¿te das cuenta? Ella tampoco quiere dirigirte la palabra, imbécil. Estás en lo cierto: le das asco. Pero qué más da, te preguntarás mientras te enciendes un cigarrillo. Al fin y al cabo lo sabías desde el primer contacto. Sólo le movía el interés. Una muerta de hambre y el niño rico en periodo de crisis... matrimonial. ¡Oh!
Otro gatillazo. Otra pérdida de tiempo. Otra forma de disconformidad. La excusa perfecta para salir corriendo. La excusa para dejar de ser un par de don nadies. Porque ella no querrá volver a ser jamás una simple camarera. Y tú no estás por la labor de volver a casa.
Pensarás mientras te aprietas los ojos con la mano izquierda, qué decir cuando ella se despierte. Cómo sugerirle sin que parezca demasiado descabellado salir del país y del sistema sin necesidad de dar explicaciones. Lo que más miedo te dará a fin de cuentas, calzonazos, será dejar a tu mujer antes. Demasiados años, te repites. No es tan fácil.
Cuando se despierte, cambiará de canción y subirá el volumen para no escucharte. Tú mirarás de reojo la mochila. Con la Reflex, el vino, la pistola y los vinilos. Y murmurarás algún topicazo post coital mientras la niña chapurrea algo de francés para seguir la canción.
Non, je ne regrette rien.
Cuando se queje, apretarás con más fuerza las sienes.
La sangre en su boca, entre restos de semen. Bienvenido al bufete libre, querida. Hoy no os hará falta servicio de habitaciones. Te mirará de reojo con desprecio. Caminará desnuda hacia el lavabo, limpiará la cuchilla y relamerá sus labios.
He pensado, dirás, que podríamos irnos de aquí. Ya sabes, empezar de cero. Detendrá el recorrido de sus medias en las rodillas, girará la cabeza pero sin mirarte preguntará ¿juntos? Sí, no habrá nada que nos ate. Tú eres distinta. Ella contará los cortes en sus labios y las marcas de cigarrillo en los antebrazos, coqueta en el espejo. Te pareces a mí. Fijarás la vista unos segundos en la boquilla. No te conformas con cualquier cosa. Y habrá un silencio incómodo cuando ella emita un suspiro y tú recuerdes que pese al dolor y las colillas, no lograste dejarla... satisfecha. No quieres seguir siendo una camarera. ¿Y qué seré entonces? ¿Tu eterna modelo de fotografía? No, no, no lo entiendes. Nos abriremos camino – cogerás con convicción la pistola – las normas no están hechas para nosotros, SG. Y terminando de subirse la otra media aceptará encantada.
Qué podría quedarle por perder a una solitaria suicida.
Otro gatillazo. Otra pérdida de tiempo. Otra forma de disconformidad. La excusa perfecta para salir corriendo. La excusa para dejar de ser un par de don nadies. Porque ella no querrá volver a ser jamás una simple camarera. Y tú no estás por la labor de volver a casa.
Pensarás mientras te aprietas los ojos con la mano izquierda, qué decir cuando ella se despierte. Cómo sugerirle sin que parezca demasiado descabellado salir del país y del sistema sin necesidad de dar explicaciones. Lo que más miedo te dará a fin de cuentas, calzonazos, será dejar a tu mujer antes. Demasiados años, te repites. No es tan fácil.
Cuando se despierte, cambiará de canción y subirá el volumen para no escucharte. Tú mirarás de reojo la mochila. Con la Reflex, el vino, la pistola y los vinilos. Y murmurarás algún topicazo post coital mientras la niña chapurrea algo de francés para seguir la canción.
Non, je ne regrette rien.
Cuando se queje, apretarás con más fuerza las sienes.
La sangre en su boca, entre restos de semen. Bienvenido al bufete libre, querida. Hoy no os hará falta servicio de habitaciones. Te mirará de reojo con desprecio. Caminará desnuda hacia el lavabo, limpiará la cuchilla y relamerá sus labios.
He pensado, dirás, que podríamos irnos de aquí. Ya sabes, empezar de cero. Detendrá el recorrido de sus medias en las rodillas, girará la cabeza pero sin mirarte preguntará ¿juntos? Sí, no habrá nada que nos ate. Tú eres distinta. Ella contará los cortes en sus labios y las marcas de cigarrillo en los antebrazos, coqueta en el espejo. Te pareces a mí. Fijarás la vista unos segundos en la boquilla. No te conformas con cualquier cosa. Y habrá un silencio incómodo cuando ella emita un suspiro y tú recuerdes que pese al dolor y las colillas, no lograste dejarla... satisfecha. No quieres seguir siendo una camarera. ¿Y qué seré entonces? ¿Tu eterna modelo de fotografía? No, no, no lo entiendes. Nos abriremos camino – cogerás con convicción la pistola – las normas no están hechas para nosotros, SG. Y terminando de subirse la otra media aceptará encantada.
Qué podría quedarle por perder a una solitaria suicida.
no dejes nunca de hacer esto adri, un besote.
ResponderEliminarEntonces, se casan, ¿No? :P
ResponderEliminarEstá guapo, un par de frases al final se me han hecho raras en el ritmo, pero tengo una resaca de caballo.
Un saludo.
Me gusta ese perfume caótico.
ResponderEliminartarantiniano, muy visual, muy bueno
ResponderEliminarLa suicida puede ser compartida, sentida pero no traspasada, siempre con ese desdén...
ResponderEliminarBesos perturbados
Solo tíos, que asco dan, y a ti como te gusta que se pongan cachondos. Es para lo único que sabes escribir, para eso y para decir tonterías de niña de 15 años que ya no sabe ni con quien juntarse para hacerse "famosa".
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