sábado, 9 de octubre de 2010

Oh, mi adorado Ignacio o Don Gato (des) enamorado.



La Gata Loca recibe cordialmente en toda su cara un pedazo de ladrillo. Y unas fresas con nata. Te deseo lo mejor, le dice. Y ríe con sorna. Qué cabrón. El señor Don Gato baja del tejado de su casa en ruinas. El adorado Ignacio ha pasado bastante tiempo arrancando los ladrillos. Qué triangulo amoroso tan loco. Pobre, pobre, pobre Don Gato – enamorado – descifra la hora tras un cristal roto. El último delirio de Gata Loca es un chichón, del que brotan corazones con la insignia “je t’aime, mon amour”, firmada por un ratón. Hay reservada sin invitación una mesa en el restaurante de moda. Don Gato espera. La próxima vez, piensa, seré yo quien lance la primera piedra. 





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