A
María le despierta un zumbido horroroso. Su primera impresión, aún
sin abrir los ojos, es que en la habitación ha entrado un abejorro,
grande y gordo, que se está dando golpes contra el cristal de la
ventana. Porque sobre el zumbido se escucha un ruido crujiente.
Un
sonido crujiente.
Cuando
pasan unos segundos y María está más consciente, se asusta. El
zumbido es suave, pero no cesa. El crujido es continuo y más
intenso. Todo es irregular. Viene del suelo. Se lo imagina infestado
de cucarachas. Cucarachas apelotonadas unas sobre otras, haciendo
sonar sus cáscaras, cas, ca, ras, cas, ca, ras.
Pero
las cucarachas no zumban.
María
se tranquiliza y pone los pies en el suelo y escucha un crack que le
revuelve el vientre aún vacío. CRACK.
Y
mira al suelo.
Hay
unos insectos desconocidos poblando el suelo de su habitación.
Parecen
semicírculos negros, como gambas, pero negros, del tamaño de su
pulgar.
Todos
ellos tumbados en el suelo de perfil [posición fetal], incapaces de
alzar el vuelo.
Abren
y cierran las alas [parece que hace daño] y mueven sus múltiples y
minúsculas patitas, rozando el lomo del otro, que se abre y
despliega unas alas negras que vuelve a esconder y pillar las patas
del otro y todo
parece
tan
doloroso.
María
ve el ojo que ve de cada uno
un
solo ojo enorme y redondo
en
cada insecto.
María
cree
ver en todo esto una alegoría al mito de los andróginos.
Con
todo, no puede evitar la arcada y vomita sobre el suelo.
Cuando
termina, el ruido ha cesado y no hay rastro de los insectos en la
habitación.
http://www.youtube.com/watch?v=OvcP_nXGoQE
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