miércoles, 30 de enero de 2013

¿Qué lleva a alguien a espiarse a sí mismo?






El caso de Diana (ponga aquí su apellido) fue un caso realmente especial de auto vigilancia, pues en él estuvieron implicadas al menos una veintena de dianas y una papelera municipal. El gran absurdo de todo esto es que ninguna de ellas tenían gafas, cuando Diana (apellido) tiene una miopía del (alto tanto por ciento), lo que significa que esta cantidad ingente de dianas apenas veía más allá de la esquina de la calle por donde aparecían estos individuos clónicos. Como mucho podrían ver la sombra y la luz que salían de la habitación de Diana, intuir su presencia y sus movimientos, pero nada claro. Esto nos hace dudar de que estuvieran allí para espiarla. Si, como asegura Diana (apellido), su propósito era matarla, tampoco le termino de ver el sentido. ¿Qué lleva a alguien a matarse a sí mismo?



Diana (apellido) no es una persona interesante. Quiero decir: tiene un apartamento sencillo, económico, de una sola habitación y cocina americana en un barrio barato no excesivamente alejado del centro, lo que le permite acudir caminando hacia el trabajo, aunque suele volver en el autobús urbano de las nueve. Pocas veces utiliza el metro. Desconocemos sus razones. Trabaja en una tienda de productos típicos y souvenirs que actualmente se ve al borde de la quiebra por la competencia china. Les salvan los productos gastronómicos, todos ellos dulces, de modo que la tienda tiene la opción de convertirse en algo así como una pastelería para seguir a flote. También venden frutos secos, gominolas, encurtidos y peluches de felpa. Tiene libres los domingos por la tarde y los lunes por la mañana. Los domingos suele salir a pasear por los parques. Los lunes por la mañana duerme hasta tarde. No se le ha visto con nadie. Alguna noche un individuo de estatura media va a buscarla al trabajo, van a una cafetería cercana, salen al cabo de media hora o tres cuartos -pocas veces llegan a la hora completa- y se despiden sin ningún tipo de contacto físico. Ese es el único viso de amistad que podemos encontrar en la vida de Diana. Tiene un teléfono móvil sencillo y de prepago. Puede estar mucho tiempo sin saldo sin preocuparse por ello. No llama mucho. Las llamadas que recibe suelen ser de su hermano, Pablo (ponga aquí el apellido), y son escasas. Unas dos llamadas a la semana, normalmente los miércoles y domingos a mediodía. Esa es la única relación familiar que hemos encontrado. Con respecto a otros medios de comunicación como podrían ser Internet, Diana no ha contratado ninguna línea ni la hemos visto acudir a ningún lugar que disponga de WiFi.



Que Diana tenga un problema de visión tan pronunciado la obliga a llevar como complemento indispensable unas gafas de culo de vaso que le otorgan un aspecto poco atractivo. Tiene el pelo monocromo marrón oscuro y sin brillo, largo y lacio, y suele llevar vaqueros claros rectos, zapatillas blancas de tenis y camisetas de manga larga con palabras en inglés que seguramente no se haya molestado en leer ni mucho menos traducir. No suele llevar pendientes ni otro complemento de bisutería. Tiene veinticinco años pero aparenta treinta y cuatro. No parece estar molesta por esta observación. El punto fuerte de Diana es su sonrisa. Tiene una dentadura perfecta, seguramente debida a una ortodoncia exagerada que ocupó la mayor parte de su infancia y/o adolescencia. Deducimos por tanto que sus años de colegio no debieron de ser muy agradables.



Lo primero que nos preguntamos después de saber todo esto sobre los hábitos de Diana, es por qué aquella noche salió hasta tan tarde. Ella nos responde que no tiene ni idea. Yo no salí aquella noche. Estaba en mi casa cuando mi primer otro yo se situó al lado de la papelera, ¿recuerdan?




I remember you. Eilen Jewell.

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