Las voces de mi padre y sus compañeros se oían desde el coche como si estuvieran hablando debajo del agua. Miraba el paisaje tan seco y tan amplio, como si la tierra no se acabara nunca.
Los compañeros de mi padre no saben de niñas, y me hablan como si fuera más pequeña de lo que soy, aunque también hablan de cosas que no debería escuchar nunca.
Me hablan desde fuera, y dan golpecitos en la ventanilla.
Tengo una muñeca que escondo para que no vean lo infantil que soy. El coche es una pecera.
Y llegó el agrimensor y abrió la puerta del coche. Tomé aire, y estaba frío. Hemos venido a poner límites
Miré la explanada infinita y negué: es un deseo imposible cercar la tierra.
Es un deseo imposible mantener al pez vivo fuera del agua.
Muy intensas las últimas entradas que has subido :)
ResponderEliminarUn beso.