martes, 1 de abril de 2008

Seasons came and changed the time

Seasons came and changed the time
When I grew up, I called him mine
He would always laugh and say
Remember when we used to play

Bang bang
I shot you down, bang bang
You hit the ground , bang bang
That awful sound, bang bang
I used to shoot you down

Pocos días antes de mi veinte cumpleaños, se evaporó. Y en mi recuerdo seguirá siendo por siempre aquel pequeño niño rubio de ojos azules, porque la casualidad nos ha mantenido siempre cerca, pero sin darnos cuenta.

Cuantas veces nos habremos visto sin habernos reconocido.

¿Te acuerdas? Soy yo, Adriana...

Do you remember when we used to play?

Supongo que son los gajes de haber llevado una vida seminómada. Los gajes de desaparecer y abandonar lo vivido. La casualidad nos maneja como fichas de ajedrez.

Para Freud, al cual cada vez tengo más reparo en nombrar, (pues parece el filósofo comodín para los idiotas que quieren ir de interesantes), Castañares de Rioja, o más bien todo lo que allí viví, pertenece a la etapa más importante y decisiva de mi vida. Todo lo que soy, de qué estoy hecha y porqué pienso como pienso está condicionado por todo lo que allí pasé.

Mi infancia fue una franja, una línea que comienza y termina con los límites de aquel pequeño pueblo de La Rioja.

Las muñecas de plástico, la plastilina, un colegio que no es colegio con un patio de recreo que no es un patio de recreo. Porque las clases, que sólo eran dos: una para los pequeños y otra para los mayores, estaban dentro del ambulatorio (¿o era el hogar del jubilado? ¿o era todo junto?) y el patio era la plaza dentro de la cual estaba aquel pequeño edificio. Siendo así, normal que una mañana nos escapáramos Amaya y yo de allí. Sí, con sólo tres o cuatro años, nos fuimos en el recreo hacia una huerta sin más quehacer que coger caracoles, ignorando por completo la preocupación de nuestros padres y las profesoras.

Durante otros recreos nos quedábamos en la clase y solía jugar con los chicos. A esa edad, ya lo dijo Freud: la etapa fálica, los niños tenían cierta tendencia a enseñar sus intimidades. Y como yo era la única chica de nuestro año (1988) me tocaba aguantarlos. Es curioso que al recordar nuestra infancia no nos recordemos siendo tan niños como lo son los niños que vemos o con los cuales tenemos relación. No, no me recuerdo hablando mal. En mi memoria somos pequeños monstruos como Stewie, ese niño ficticio que dice: "La única razón por la que morimos es por que lo aceptamos como una inevitabilidad". Ojalá tuviera razón.

Lo único que siento es rabia, o quizá impotencia.

Nos dejamos de ver en el noventa y tres, cuando teníamos sólo cinco años. Pero diez años después hemos estado cerca, y si nos preguntaran a uno por el otro contestaríamos: creo que le conozco de vista, ignorando que somos aquellos dos niños que solían jugar en Castañares. Que aprendimos juntos a leer y a escribir. Ignorando que yo era aquella Adriana, ignorando que tú eras aquel Héctor revoltoso con quien solía jugar.

En mi recuerdo nunca dejaste de ser un niño.


Quizá sea mejor así.

7 comentarios:

  1. Los condicionales nos afectan demasiado.
    Quizás mejor que todo sea asi.
    Besos.

    ResponderEliminar
  2. necesito una segunda lectura, me recuerda muchas cosas...volveré una vez haya digerido...

    Un beso ;-)

    ResponderEliminar
  3. Lo que has escrito... y esa canción...

    Vale, solo nos hemos visto una vez, fue fugaz y encima seguro que yo hacía el tonto como es lo normal.
    Si caes en quien soy, perfecto, sino, no pasa nada, ya te diré si vuelvo a verte.

    Siempre pensamos en la infancia como algo que está ahi, o muy lejos o muy cerca, pero la damos por sentada.
    Si te paras a pensar, rebobinas y con ayuda de antiguos compañeros de juegos revives aquellos momentos te das cuenta de que, aunque pese, ya no podemos volver a aquello.

    Es bonito pensar que somos aquellas mismas personas, pero en un recuerdo en diminuto, cuando en realidad sabemos que si hay algo que nos une a aquellos tiempos, es un tenue brillo en los ojos dificil de encontrar ya...
    Te felicito si lo has encontrado en ese chico que nombras, por ejemplo, es una suerte.
    Yo recuerdo y busco... y a veces creo encontrar, pero me parece q es solo el engaño de la ilusión que te hace ver lo que quieres ver.

    Muchos "adultos" o como los quieras llamar (nunca me he gustado ese término) han matado a ese niño.
    Muchos lo creen innecesario y molesto.

    Menos mal que aún queda gente cuerda (o más loca que nadie) que se niega en redondo a ello...
    Menos mal.

    ResponderEliminar
  4. En ocasiones, un aroma, un dejà vu, una palabra me devuelven a tiempos de huertas, salitre, de casas bajas y carros en la calle. Días de travesuras, de convertir lo mundano en chiste, noches en que tenía que masajear las mejillas, doloridas de tanto reír.

    Ignoraba que allí pasaba los tiempos más felices de mi vida, no por falta de ganas ahora sino porque no hay tiempo suficiente al día para pasarlo mejor que entonces.

    Aún soy capaz de repasar de memoria la lista de alumnos, aún recuerdo sus caras, aún dibujo una sonrisa con las tonterías que hacíamos y además, cada vez que me encuentro con mi gente, compruebo que todos recordamos de manera parecida, incluso a los ausentes, a quienes añoramos desde la distancia.

    No pierdas ese recuerdo, no pierdas tus raíces...y que le den a Freud ;-)

    Un besazo :-)

    ResponderEliminar
  5. Me hubiera gustado poder escaparme del recreo e ir a recoger caracoles, pero eso solo lo hacía en el verano...

    Me ha gustado mucho el texto, un saludo.

    ResponderEliminar
  6. "pues parece el filósofo comodín para los idiotas que quieren ir de interesantes"

    jajaja, y en realidad no saben nada??? oooooooooh

    pobre papá...

    ResponderEliminar

Entradas y Comentarios