martes, 31 de mayo de 2011

El por qué de los exilios. Lou Lou de Viaje.

 No estoy solo / algo peor / poco a poco me voy / pero no consigo alejarme de mí.



Extraído de Ramalazo #17
www.ramalazo.es










Quien no haya caminado arriba y debajo de su propia casa, mesándose mentalmente los cabellos, desesperándose y ahora qué, quien no haya hecho maletas peligrosas y cambiado de país cuatro veces en un año, quien no se haya revolcado en el fango de una canción para no morirse, no sabrá nunca, y eso que se lleva, el vacío o el definitivo descanso que es que haya mundo siempre adelante. Ciudades. Ciudades abandonadas. Ciudades desconocidas que no serían calles nuevas sino tumbas nuevas o aplazamientos poco nuevos. Tic tac. Y tic tac, ya se conoce ese tic tac en esta casa, el Gato lo huele, lo constata y lo mira. Cómo se vería nuestro pelo bajo la luz de Berlín. Cómo habría sido aquel despacho mío en Belgrado. En qué piel me estaré en Río. Porque sólo cambio la jaula, y siempre me quedo fuera, porque siempre me ahogo en la orilla, porque siempre me conozco, me tengo medida, me tengo medido el tic tac, llevo cosidos sus destrozos. Dicen. Que tengo talentos, dicen. Que los borde. Dicen. Malditos talentos, porque si son ciertos muerden, me tienen todo remordido, ni un cachito sano me dejan. Y la puertita del cuarto de atrás del pensamiento la cambié por una cortina de muselina que se ondea con el viento. Y la mano que se tiende siempre está igual de vacía o igual de llena de vacío. Mi corazón se choca con el pecho y con la jaula hueso. Yo te canto lo que quieras, corazón, pero deja de intentar salirte de mi dentro, afuera es aún más feo. Cualquier ciudad es buena para morirse. 

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