Óscar y yo pasamos la noche preparando los packs de su nueva exposición itinerante Nuclear Pop. A las ocho y media de la mañana salía nuestro autobús a Madrid.
Una vez más, la única alternativa sería Alsa. Alsa Supra para más inri. Su web nos decía que en el anterior, el que salía a las siete y media, no quedaban plazas. Resignados introducimos el número de la tarjeta, desmarcamos la casilla que por defecto siempre aparece marcada para pagar un puto euro de más, como si los euros se regalaran, macagüensós, y aceptamos. No iba a ser fácil despertarnos a las siete y media de la mañana habiéndonos acostado apenas un par de horas antes, como tampoco lo había sido extirpar de nuestras tarjetas unos treinta aproximados euros para viajar en una compañía donde parece que sus trabajadores cobran jugosos incentivos por ser desagradables y saber mostrar un grave desencantando por la vida con un solo gesto.
Cuando salimos a la calle, un día despejado y agradable nos recibió. Había poca gente por la calle para ser sábado por la mañana. Ni rastro de coches yendo tó follaos por la carretera. Ni rastro de jóvenes trasnochadores.
- Estamos a final de mes.
En la estación, el mismo conductor que me hizo perder veinte euros el martes, observó con detenimiento nuestros deneís, comprobó su lista, y nos dio una bolsa de papel crujiente con un botellín de agua, cacahuetes ultrasalados en cuyo envoltorio ponía "dieta mediterránea" y un par de palmeritas ultraazucaradas de Martínez. La razón por la que el Supra cuesta un riñón más que el normal. Con dos cojones.
A las once ya estábamos en Méndez Álvaro tomándonos un café salvador en el Rodilla de la estación, pegaditos al resto de clientes gracias a su capacidad de incrustar ocho mesas con sus sillas en dos metros cuadrados. Después buscamos la manera de llegar a Guadalajara. Cercanías, por aquí, por allí. Cuatro euros con cuarenta menos en nuestros bolsillos, nos quedamos esperando en el andén. Méndez Álvaro - Atocha. Hartos de tanto viajecito y su puta madre, nos confundimos y cogimos el cercanías que paraba antes de Guadalajara, en Alcalá de Henares. Esto sólo cambió que esperáramos en Atocha o en Alcalá. No estaba tan mal el cambio. La estación de Alcalá de Henares nos permitió estar al aire libre y tomarnos unas cervezas cortesía Grill "Express".
Ya eran las doce. Javier Muñoz, el chico que nos contactó para participar en el encuentro nos llamó. Llamad cuando lleguéis. Esas cosas.
Pero, un momento, ¿Qué se me había perdido en Guadalajara? ¿Por qué? Retrocedamos un año.
A raíz de la lectura que realicé con Aitor Cuervo en Enero de 2010, Javier Muñoz, seguidor de Aitor, se puso en contacto con nosotros para realizar una lectura en Poesía, alcohol y poca tinta, el festival que se organizaría en Febrero de 2010 en el Centro Social Octubre (Guadalajara). Como andaba fatal de pasta y en esta clase de festivales no se invita a los autores ni a las cañas, tuve que cancelarme el día anterior. Si he de ser sincera, a parte de por el tema económico, también me echaba para atrás el tema político: los poemas de Aitor, el lugar donde se celebraría el festival... ¿Qué interés podrían suscitar mis poemas en ese contexto?
Pero hace un par de meses, Javier volvió a ponerse en contacto conmigo para invitarme a un nuevo festival que estaba organizando con un colectivo diferente: Le Boheme. Esta vez se celebraría en el Palacio del Infantado y no tendría un fin más político que poético como el año anterior. El festival: I Encuentro Internacional de Poetas y Artistas "Le Bohéme", pintaba bien: autores de todas las ramas artísticas reunidos en un mismo festival. ¿Cómo íbamos a negarnos Óscar y yo?
El problema, como siempre, sería el maldito dinero. Para inscribirnos en el festival tuvimos que rellenar un impreso donde se nos comunicaba que si queríamos comer, lo haríamos en una residencia universitaria, previo pago de diez euros a ingresar en x banco o caja antes del día D. Tirando hacia lo pobre, y temiendo que no nos iban a invitar ni a las cañas, decidimos no marcar esa opción y apostar por uno de los dos comodines: bocadillos o bar de tapas.
Pero volvamos a donde nos habíamos quedado antes: Alcalá de Henares. Dos mahous después apareció el cercanías destino Guadalajara. Llegamos a la una del mediodía. Llamamos a Javier. Espantados por la idea de quedarnos en otra estación respirando ese aura de angustia y volatilidad propia de los lugares de paso, entramos a un bar a tomarnos una caña. Empezamos mal con el tema tapas: Un pincho de tortilla (bien) con una sardina, anchoa o cosa marina que sabe a pescado que mata similiar encima. Mal.
Cuando Javier nos encontró, se disculpó por su vestimenta: americana gris y pantalones negros. "Yo no suelo vestir así normalmente, pero mi madre me ha dicho que hoy me pusiera guapo". Más tarde nos hablaría de sus ideologías políticas y otras cosas que no entendí muy bien y creo que él tampoco, pero que, de todas maneras, me interesaban más bien nada. Para nuestra sorpresa, el joven poeta nos invitó al autobús urbano. Volví a meterme el euro con el que iba a pagar el viaje en mi bolsillo agradecida: porque no podemos vivir como si los euros se regalaran, macagüensós.
Javier nos llevó al Palacio del Infantado, donde ya no había rastro de poetas ni de artistas, pero nos esperaban dos amigos suyos. Fue ahí donde Javier nos dijo que yo leería por la tarde en la concatedral de Santa María de la Fuente la Mayor y Óscar expondría su obra después, en El Gran Café. La noticia me hizo alucinar en colores y, contagiada por el espíritu teen de Javier y sus dos amigos post adolescentes, escribí un sms a Pat cuya respuesta fue:
Javier se reunió poco después con nosotros junto a dos chicas que también participaban en el festival como artistas gráficas. Todos juntos en amor y compañía nos fuimos a un bar donde tomamos unos tercios que pagó Óscar. La gente le dio el dinero de su tercio y Javier, como buen organizador, dijo "te debo cincuenta céntimos". Javier nos dijo que quienes no comiéramos en la residencia, lo haríamos en un restaurante cercano al punto donde nos encontrábamos. Nos llevó allí a las dos chicas artistas, a Óscar y a mí, nos colocó en una mesa, y dijo que se iba a comer a casa. Flipé, miré los precios de los platos, la cara del camarero diciendo "no tenemos menú", la cara de Óscar, y decidimos tirar por el comodín de bares y tapas del principio, quejándonos de la (des)organización. Un par de cañas y tapas después, volvimos al restaurante, como quedamos con las chicas, nos tomamos otro par de cañas, disfrutamos de una tapa más, me pregunté por qué en Valladolid y en Logroño no se ha llegado nunca a instaurar esa costumbre tan deputamadre de los bares castellano-manchegos-madrileños y esperamos a que volviera Javier. Javier volvió, pero demasiado tarde, y con otra amiga, Ana, fotógrafa y poeta que leyó por la mañana en el Infantado y expondría después en El Gran Café. Llegó tarde, como ya he dicho, Javier, y nos dijo que ya nos habíamos perdido la parte de la concatedral. "¿Entonces yo no leo?" pregunté. "No, y vienes para nada, ¿o qué?" Respondió él. "Leerás en El Gran Café".
Nos volvemos a separar: Javier y las otras dos chicas se van en coche hacia El Gran Café con los cuadros. Ana, guapa a rabiar, Óscar y yo, a pata hacia El Gran Café. Puede que sea por tanta cerveza, pero empiezo a ponerme celosa. La chica es guapa, delgada, escribe poemas, realiza fotografía artística y trabaja como monitora de tiempo libre, es extrovertida, agradable, habla con Óscar, hablan, me noto fea, demasiado ancha, sucia, sobre todo sucia, por tanto calor y tanto viaje, y cabreada por el trato que nos está´ dando la organización del festival. La tarde no promete nada: ya lo decía la camiseta del amigo de Javier: No Hope.
El Gran Café está atestado de cuadros. No hay ni una sola pared libre. Fotografías antiguas o carteles de Coca Cola. Todo muy bonito pero ¿dónde exponer? ¿Cómo?
Por suerte, Óscar, como McGiver, tiene un as en la manga: cinta de carrocero. Se retira una fotografía por aquí, se pone cinta de carrocero detrás de las obras... eh voilà!
Encuentro una estantería y coloco ejemplares de La Fanzine #5: Libertad, algún ejemplar de La niña de las naranjas y packs de pegatinas Nuclear Pop. Javier dice que a la gente de Guadalajara le va a gustar el tema de la exposición porque quieren poner un cementerio nuclear en la zona y el pueblo en su mayoría está en contra. Pero Javier no compra un pack.
Mientras Óscar coloca sus pósteres, Ana me enseña de su cuaderno los poemas que ha leído por la mañana. Sigo celosa, y encima me gustan sus poemas, así que yo le hablo de Isabel Bono y otras poetas que sé que no ha leído sólo por marcar territorio, porque llevo ya muchas cervezas, que yo no soy así, ya sabéis (...), y escribo un cutre cartel con intención de recuperar algo de todo el gasto que llevamos y amortizar el trabajo de la noche anterior. Bebo cerveza. Óscar ha pedido un tipo de cerveza especial. Me pregunto si Óscar cree que el bar nos va a invitar a algo. Me parece escuchar a los de la organización hablar sobre unos "tickets" para las consumiciones. Pero no, no es para los artistas "invitados" (contradicción) sino para la (des)organización.
Me sorprende un chico que me dice con acento del sur "Awi#%@*yi$a, tú ereh amiga de Ana Patricia que me suenah del feirbuh". (Esta parodia tan cutre andaluza tendrá luego su explicación). Yo le digo que sí, pero que sólo hemos coincidido en persona una vez, en un recital. "Sería en Ehquiviah entonses, porque no ha leído en máh". Sí, ahí fue. "Pueh ehtuve yo en eseh también". Qué pequeño es el mundo, esas cosas. No me compra el libro aunque lo ojea. Joder, ¡no quiero gastar un duro más para volver a Pucela!
Habla la portavoz de Le Bohéme, el dueño o la dueña, no recuerdo, del bar, Javier, creo, no me acuerdo, y sube Óscar a presentar su obra y vender sus packs. Qué bien lo hace, qué bien se le da hablar en público. Dice que el pop le parece un retroceso en la historia del arte. No lo menciona, pero yo lo sé, lo mucho que odia a Warhol, y a mí me apetece terriblemente un cigarro.
Después de Óscar, creo que, ahora sí, Javier. Lee su poema Duerme niña, duerme, su gran hit en Tuenti y una cosa excesivamente larga para leer en público que él define como cuento poético. Un chico joven de Guadalajara presenta un corto que me gusta y creo que la tarde promete. Javier ha dicho que van a venir unos chicos a pintar un graffitti. Me gusta la idea. La portavoz de La Boheme dice desde el estrado que los del graffitti no van a venir. Oh. Entonces la media de edad de los artistas convocados se eleva a < 60 y empieza la debacle. Vemos a una señora que recita de memoria un poema en una jerga que desconozco pero se deja entender sobre una madre que ruega a su hijo que no se case con una mujer mundana de la ciudad o no sé qué cojones. Destaca un señor que recita en pos de la libertad esposado,
no entiendo muy bien a los que suben a recitar poemas clásicos (y los sueños, sueños son...) y, sobre todo, no entiendo ni pillo la gracia de los teatrillos perpetrados por la señora Maricarmen y un hombre que después nos contaría que a lo que se dedica realmente es a la ingeniería ortopédica. Nos hablará del dolor fantasma y de los implantes cerebrales que permiten a los tetrapléjicos manejar ordenadores con la mente. Sin embargo, creo que todavía no entiende qué es la poesía ni el teatro. Maricarmen y él suben al escenario disfrazados de andaluces, guión en mano, y empiezan a interpretar una escena digna de las matrimoniadas de José Luis Moreno, con acento andaluz y rimando hasta lo indecible. Sus amigos y vecinos ríen. Veo al amigo de Ana Patricia tapándose la cara y no sé si está riendo o sintiendo una vergüenza ajena semejante a la que siento yo. Pero la cosa no termina cuando Maricarmen y el ingeniero ortopédico bajan del escenario, no señor. También suben otros de edades similares a interpretar romanceros. Equiparan el hecho de cambiarse de ropa en público (un pañuelo, una mantilla; no, no se desnudó nadie) a lo que hacía "La Barraca". Magnífico.
También sube una joven poeta de Bolivia -espero no estar equivocándome con el país- que lee poemas de otros autores de su país aunque no se atreve a leer propios. La portavoz de Le Boheme y presentadora del festival lee por ella. Me gusta recordar que es un encuentro de poetas y artistas y no Noche de Fiesta. Empezaba a temer el desfile de ropa interior.
De pronto, la presentadora empieza a despedirse como si no hubiera más poetas inscritos. Empiezo a cabrearme por dentro. Javier grita ¡hay más, están en la lista, más abajo!
Ella baja la mirada y lee Adriana Ba.. (Bañares, coño, ¡Bañares!) y Emilio Valladares. De éste sabremos más tarde, cuando coincidamos con él en el cercanías, que es de Alcalá de Henares, que es, a parte de poeta, dibujante, pintor, fotógrafo, calígrafo, artesano y actor, que aparece en la película Lope y que el encuentro le ha parecido muy interesante.
Salgo a la palestra. Gracias (o por culpa de) Óscar podéis ver lo que hice:
" Jajajaja! madr mia awi.muy dvotos tus txtos no son.vas a skandalizar al capellan"Fueron sus dos amigos quienes nos acompañaron a la concatedral. Mediodía, sol y calorazo y Óscar y yo con botas, como si viniéramos de la fría Valladolid.
La camiseta del chico trataba de advertirnos. |
Javier se reunió poco después con nosotros junto a dos chicas que también participaban en el festival como artistas gráficas. Todos juntos en amor y compañía nos fuimos a un bar donde tomamos unos tercios que pagó Óscar. La gente le dio el dinero de su tercio y Javier, como buen organizador, dijo "te debo cincuenta céntimos". Javier nos dijo que quienes no comiéramos en la residencia, lo haríamos en un restaurante cercano al punto donde nos encontrábamos. Nos llevó allí a las dos chicas artistas, a Óscar y a mí, nos colocó en una mesa, y dijo que se iba a comer a casa. Flipé, miré los precios de los platos, la cara del camarero diciendo "no tenemos menú", la cara de Óscar, y decidimos tirar por el comodín de bares y tapas del principio, quejándonos de la (des)organización. Un par de cañas y tapas después, volvimos al restaurante, como quedamos con las chicas, nos tomamos otro par de cañas, disfrutamos de una tapa más, me pregunté por qué en Valladolid y en Logroño no se ha llegado nunca a instaurar esa costumbre tan deputamadre de los bares castellano-manchegos-madrileños y esperamos a que volviera Javier. Javier volvió, pero demasiado tarde, y con otra amiga, Ana, fotógrafa y poeta que leyó por la mañana en el Infantado y expondría después en El Gran Café. Llegó tarde, como ya he dicho, Javier, y nos dijo que ya nos habíamos perdido la parte de la concatedral. "¿Entonces yo no leo?" pregunté. "No, y vienes para nada, ¿o qué?" Respondió él. "Leerás en El Gran Café".
Nos volvemos a separar: Javier y las otras dos chicas se van en coche hacia El Gran Café con los cuadros. Ana, guapa a rabiar, Óscar y yo, a pata hacia El Gran Café. Puede que sea por tanta cerveza, pero empiezo a ponerme celosa. La chica es guapa, delgada, escribe poemas, realiza fotografía artística y trabaja como monitora de tiempo libre, es extrovertida, agradable, habla con Óscar, hablan, me noto fea, demasiado ancha, sucia, sobre todo sucia, por tanto calor y tanto viaje, y cabreada por el trato que nos está´ dando la organización del festival. La tarde no promete nada: ya lo decía la camiseta del amigo de Javier: No Hope.
El Gran Café está atestado de cuadros. No hay ni una sola pared libre. Fotografías antiguas o carteles de Coca Cola. Todo muy bonito pero ¿dónde exponer? ¿Cómo?
Por suerte, Óscar, como McGiver, tiene un as en la manga: cinta de carrocero. Se retira una fotografía por aquí, se pone cinta de carrocero detrás de las obras... eh voilà!
Encuentro una estantería y coloco ejemplares de La Fanzine #5: Libertad, algún ejemplar de La niña de las naranjas y packs de pegatinas Nuclear Pop. Javier dice que a la gente de Guadalajara le va a gustar el tema de la exposición porque quieren poner un cementerio nuclear en la zona y el pueblo en su mayoría está en contra. Pero Javier no compra un pack.
El cartel que todos obviarían. |
Mientras Óscar coloca sus pósteres, Ana me enseña de su cuaderno los poemas que ha leído por la mañana. Sigo celosa, y encima me gustan sus poemas, así que yo le hablo de Isabel Bono y otras poetas que sé que no ha leído sólo por marcar territorio, porque llevo ya muchas cervezas, que yo no soy así, ya sabéis (...), y escribo un cutre cartel con intención de recuperar algo de todo el gasto que llevamos y amortizar el trabajo de la noche anterior. Bebo cerveza. Óscar ha pedido un tipo de cerveza especial. Me pregunto si Óscar cree que el bar nos va a invitar a algo. Me parece escuchar a los de la organización hablar sobre unos "tickets" para las consumiciones. Pero no, no es para los artistas "invitados" (contradicción) sino para la (des)organización.
Me sorprende un chico que me dice con acento del sur "Awi#%@*yi$a, tú ereh amiga de Ana Patricia que me suenah del feirbuh". (Esta parodia tan cutre andaluza tendrá luego su explicación). Yo le digo que sí, pero que sólo hemos coincidido en persona una vez, en un recital. "Sería en Ehquiviah entonses, porque no ha leído en máh". Sí, ahí fue. "Pueh ehtuve yo en eseh también". Qué pequeño es el mundo, esas cosas. No me compra el libro aunque lo ojea. Joder, ¡no quiero gastar un duro más para volver a Pucela!
Habla la portavoz de Le Bohéme, el dueño o la dueña, no recuerdo, del bar, Javier, creo, no me acuerdo, y sube Óscar a presentar su obra y vender sus packs. Qué bien lo hace, qué bien se le da hablar en público. Dice que el pop le parece un retroceso en la historia del arte. No lo menciona, pero yo lo sé, lo mucho que odia a Warhol, y a mí me apetece terriblemente un cigarro.
Después de Óscar, creo que, ahora sí, Javier. Lee su poema Duerme niña, duerme, su gran hit en Tuenti y una cosa excesivamente larga para leer en público que él define como cuento poético. Un chico joven de Guadalajara presenta un corto que me gusta y creo que la tarde promete. Javier ha dicho que van a venir unos chicos a pintar un graffitti. Me gusta la idea. La portavoz de La Boheme dice desde el estrado que los del graffitti no van a venir. Oh. Entonces la media de edad de los artistas convocados se eleva a < 60 y empieza la debacle. Vemos a una señora que recita de memoria un poema en una jerga que desconozco pero se deja entender sobre una madre que ruega a su hijo que no se case con una mujer mundana de la ciudad o no sé qué cojones. Destaca un señor que recita en pos de la libertad esposado,
no entiendo muy bien a los que suben a recitar poemas clásicos (y los sueños, sueños son...) y, sobre todo, no entiendo ni pillo la gracia de los teatrillos perpetrados por la señora Maricarmen y un hombre que después nos contaría que a lo que se dedica realmente es a la ingeniería ortopédica. Nos hablará del dolor fantasma y de los implantes cerebrales que permiten a los tetrapléjicos manejar ordenadores con la mente. Sin embargo, creo que todavía no entiende qué es la poesía ni el teatro. Maricarmen y él suben al escenario disfrazados de andaluces, guión en mano, y empiezan a interpretar una escena digna de las matrimoniadas de José Luis Moreno, con acento andaluz y rimando hasta lo indecible. Sus amigos y vecinos ríen. Veo al amigo de Ana Patricia tapándose la cara y no sé si está riendo o sintiendo una vergüenza ajena semejante a la que siento yo. Pero la cosa no termina cuando Maricarmen y el ingeniero ortopédico bajan del escenario, no señor. También suben otros de edades similares a interpretar romanceros. Equiparan el hecho de cambiarse de ropa en público (un pañuelo, una mantilla; no, no se desnudó nadie) a lo que hacía "La Barraca". Magnífico.
También sube una joven poeta de Bolivia -espero no estar equivocándome con el país- que lee poemas de otros autores de su país aunque no se atreve a leer propios. La portavoz de Le Boheme y presentadora del festival lee por ella. Me gusta recordar que es un encuentro de poetas y artistas y no Noche de Fiesta. Empezaba a temer el desfile de ropa interior.
De pronto, la presentadora empieza a despedirse como si no hubiera más poetas inscritos. Empiezo a cabrearme por dentro. Javier grita ¡hay más, están en la lista, más abajo!
Ella baja la mirada y lee Adriana Ba.. (Bañares, coño, ¡Bañares!) y Emilio Valladares. De éste sabremos más tarde, cuando coincidamos con él en el cercanías, que es de Alcalá de Henares, que es, a parte de poeta, dibujante, pintor, fotógrafo, calígrafo, artesano y actor, que aparece en la película Lope y que el encuentro le ha parecido muy interesante.
Salgo a la palestra. Gracias (o por culpa de) Óscar podéis ver lo que hice:
Después sale Emilio Valladres. Óscar y yo coincidimos en que es lo mejor que ha pasado por el escenario en toda la tarde. Una suerte haber coincidido con él después en el cercanías. Cuando nos dice que el encuentro le ha parecido interesante me apetece secuestrarlo y llevarlo a Versátil.es para que sepa lo que es un festival de poesía como Dios manda, pero tengo demasiado sueño y me quedo dormida en el tren.
Después, descanso. La presentadora nos dice que podemos comer algo y que luego cantarán Eloy Boan y una chica jovencita muy mona de cuyo nombre no me acuerdo, rubia, creo que novia de Javier, que lleva un vestido muy bonito y después de mi lectura me dijo "me gustan tus poemas, tan viscerales", lo que llevó a Óscar, como un padre orgulloso, a hablarle de mi presencia en Viscerales, de la presentación en la Fnac y de Vila-Matas y de Kutxi Romero.
Como si fuéramos Isabel Preysler y Julio Iglesias en sus mejores tiempos, le digo a Óscar qué bien, hay catering. Pero no, no lo hay. El descanso sirve para pedirnos otra caña y para que Javier nos inste a subir a la palestra, aprovechando que el micro está encendido, para desvariar. Le acompañamos con la mejor intención del mundo, pero al final dejamos que desvaríe él solito cantando la canción de Marco ante la cuadrilla de prejubilados que le dicen "baja, Javier, que esto es serio". Sobre todo. Serio.
Tal como nos había anticipado la presentadora, sube Eloy Boan, el señor que después de mi lectura me llamó algo así como poeta magistral, aunque naturalmente no me compró un libro.
Vuelve a salir Maricarmen y hace una exhibición de tango bochornosa con un hombre de su generación que mejor me ahorro comentar.
Y, por último, la joven rubia que nos presentan como la gran promesa de Guadalajara. Una maravilla de voz. Esa clase de cosas que dicen las abuelas de sus nietas.
La chica tiene voz. No canta mal, por supesto que no, lo hace bien, y llega a notas muy muy altas. Pero le falta técnica. En ocasiones pega unos gallazos que hacen que tiemble Guadalajara entera. Interpreta un tema de Nacha Guevara. Por el fondo del bar se oye una voz de mujer madura que trata de tapar la de la joven. Entiendo que se sienta con mas derecho que esa adolescente a cantar ese tema de Nacha. La miro y reconozco en ella a una de las mujeres que salió antes a interpretar un pequeño teatrillo-romance. Me la imagino queriendo tener la edad de esa niña rubia. Volver a ser para su pueblo la gran promesa y salir de allí, dedicarse a las artes escénicas, tener éxito y belleza siempre, y no tener que verse nunca actuando a partir de obras rancias para un público mediocre. La joven cada vez lo hace peor. Supongo que es por los nervios. Desafina y comete la estupidez de cantar la marsellesa en castellano. El público aplaude emocionado. Se oye decir "es una maravilla de voz", una delicia, un portento. Me siento dentro del cuento del traje del emperador.
Ha terminado el I Encuentro de poetas y artistas "Le Boheme". Subo al escenario para recordar a los asistentes que pueden adquirir mi libro, el pack de pegatinas de Óscar o La Fanzine. Dejo claro que La Fanzine es gratuita. Pero la gente no se lleva ni un ejemplar. Eloy Boan me invita a bajar del escenario con un tono que se me antoja despectivo.
Nos dan un diploma acreditativo que realmente no acredita nada porque ni siquiera lleva un sello oficial. Óscar recoge sus pósteres decepcionado. Recojo los fanzines, los libros, los packs. Nos reunimos con las bolsas en la barra y pagamos. Lo que suponía: no nos iban a invitar ni a las cañas. Salimos de allí sin despedirnos. Buscamos la manera de llegar al cercanías. Un autobús urbano. Otra caña cerca de la estación y cuando vamos a coger los billetes nos encontramos con Emilio. Él se baja en Alcalá. Nosotros en Recoletos porque es donde más cerca de Tribunal nos deja el tren. Al salir encuentro un lugar curioso donde depositar un ejemplar de La Fanzine.
Aire fresco. Un Big Mac por 2,50€ a medias. Alonso Martínez. Bilbao. Pacífico. Méndez Álvaro. Estoy harta de tanto metro. Tengo nauseas. Se me quitan todas las ganas que pudiera tener de vivir en Madrid. Pero sobre todo se me van todas las ganas que pudiera tener de volver a leer. Se acabó desplazarme para hacer cosas como ésta si ni siquiera me pagan el viaje. Se acabó.
Llegamos a Méndez Álvaro. Son las doce y cuarto. Sorprendentemente el conductor es joven y aún no ha sido corrompido por las normas de la empresa Alsa. Reclinamos los asientos. No es Supra, pero se está bien, y estamos juntos y le doy las gracias por acompañarme en estas cosas. Que lo siento. Que a menudos sitios te llevo. Y él me responde que tranquila, que peor fue lo que hicieron el jueves en La Curva las del Elefante Rosa.
Piensa que al menos de este "desastre" tienes una historia chula que contar, por otro lado decir que me alegro de haber declinado la invitación para ir allá. Y de la (des)organización nada que decir, ya lo has dicho todo tú. Teníais que haberos pasado por Madrid el viernes.
ResponderEliminarUn besín, Awi.
Bueno, piensa que para aprender, perder...
ResponderEliminarBesicos
vaca
ResponderEliminarlo de josé luis merino es coña o el subconsciente?
ResponderEliminarno nos quedes a medias, cuenta lo del elefante rosa
jajajaja, Pringaud, no me había dado cuenta, ¡fue el subconsciente, sin duda! ya lo he cambiado. Qué ataque de risa me ha dado..
ResponderEliminarA veces resulta complicado hacer entender a los demás qué es lo que haces (si, además, te preguntan por qué, la huida suele ser el camino más digno). Como sabes, pasé un tiempo tocando en una banda, y nos costó aprender a decir que no. Al principio nos llamaban, nos proponían conciertos, festivales, y se nos abrían tanto los ojos que habríamos podido pasar por un personaje de una serie manga. Esa actitud nos llevo a tocar con Medina Azahara, Los mojinos escocíos o Melendi, por citar algunos ejemplos. Tocábamos delante de dos, tres, cuatro mil personas en campos de fútbol, recintos feriales... incluso nos pagaban bien. Pero sólo sacábamos eso, dinero. Ese público no compraría nuestros discos ni acudirían a nuestros conciertos en pequeñas salas. Sencillamente no pintábamos nada allí, así que a alguien se le ocurrió la feliz idea de empezar a decir NO. Ya sabíamos que no nos haríamos ricos con la música, y que cien euros por barba y actuación no valen un puñado de gente en primera fila mirándote como si se hubieran equivocado de sitio, como si tú te hubieras equivocado de sitio. Si a todo esto le acabas sumando la organización cutre e irrespetuosa que retratas en esta entrada, la experiencia sólo te sirve para aprender, como dice Belén, pero a aprender a decir "Lo siento, creo que no puedo asistir. Muchas gracias por su invitación". Al final se trata de respeto. Respeto a lo que haces, a lo que te gusta y a lo que sientes. Y ese respeto no es otra cosa que el cuidado que mereces: cubrir, como mínimo, los gastos de viaje, dietas y catering, preocuparse por cada cosa que necesites y hacerte sentir que tu trabajo es correspondido por la organización. Si además la gente que lo organiza es del "gremio", como parece ser (o pretenden ser) en tu caso, deberían hacérselo mirar antes de volver a contactar con otro artista. Por suerte, te quedan miles de sitios a los que ir, y a los que irás, y sobre los que no tendrás que volver a escribir una entrada como ésta.
ResponderEliminarPor cierto, estoy con Óscar: el postmodernismo pop no nos ha dejado muchas muestras artísticas meritorias y, desde luego, Warhol no es una de ellas.