No debería fumar aquí. Me sorprendo diciéndomelo en voz alta.
Estoy en la terraza.
Fumando, respirando, mirando, pensando, recordando.
Dentro de mí hierven cosillas.
Temo que alguien me haya escuchado decir “No debería fumar aquí”,
Y recuérdome de niña. Una hija sola que hablaba con muñecas.
No, no hablaba con muñecas. Sólo jugaba con ellas... hasta una edad muy tardía...
Dicen.
Pero tanta imaginación, tanta soledad, es difícil de amortiguar. Y aún no conocía el placer que se esconde en la escritura.
Recuerdo a Marifé. Una Barbie con el pelo largo, castaño y rizado. Ojos verdes. Tenía una mariposa tatuada en el vientre y vestía una minifalda vaquera.
Era una Barbie diferente, y la llamé Marifé. Como Heather Graham en Austin Powers.
Marifé Lación.
Me sentía identificada con ella. Incluso llegué a atarla en una diana, para lanzarle dardos... pero el plástico de las Barbies es muy duro y rebotaban contra mí.
Estoy en la azotea, sola, mirando al infinito...
Sin ver nada.
Y la soledad, en estos casos, como en otros tantos, me sienta genial.
¿Por qué se pasaba el puto día con esa eterna sonrisa?
Maldita sea, estás atada a una diana...
Estoy en la terraza.
Fumando, respirando, mirando, pensando, recordando.
Dentro de mí hierven cosillas.
Temo que alguien me haya escuchado decir “No debería fumar aquí”,
que piensen que hablo sola.
Y recuérdome de niña. Una hija sola que hablaba con muñecas.
No, no hablaba con muñecas. Sólo jugaba con ellas... hasta una edad muy tardía...
Dicen.
Pero tanta imaginación, tanta soledad, es difícil de amortiguar. Y aún no conocía el placer que se esconde en la escritura.
Recuerdo a Marifé. Una Barbie con el pelo largo, castaño y rizado. Ojos verdes. Tenía una mariposa tatuada en el vientre y vestía una minifalda vaquera.
Era una Barbie diferente, y la llamé Marifé. Como Heather Graham en Austin Powers.
Marifé Lación.
Me sentía identificada con ella. Incluso llegué a atarla en una diana, para lanzarle dardos... pero el plástico de las Barbies es muy duro y rebotaban contra mí.
Estoy en la azotea, sola, mirando al infinito...
Sin ver nada.
Y la soledad, en estos casos, como en otros tantos, me sienta genial.
¿Por qué se pasaba el puto día con esa eterna sonrisa?
Maldita sea, estás atada a una diana...
todos estamos atados a una diana. nacemos atados a ella. hay gente que nos va desatando poco a poco y nos permite liberarnos momentáneamente, pero hay otra gente que nos lanza dardos justo en el centro de nuestra diana. gente que hace que estemos más atados a ella. el mundo es así de cruel. nosotros somos así de crueles.
ResponderEliminarno sé si sea como dice Sarita.. yo creo que más que atado a una diana estoy atado a una ilusión, de esas que son ridículamente justas y justamente patéticas.. supongo que la idea es vivir con ellas, con la diana de cada uno o con la ilusión de cada uno y esperar ese "algo" que haga que nuestro mundito (el tuyo, el mío, el de cada uno) sea al fin y al cabo un buen lugar para vivir.. (acuérdate lo que siempre dijo Chaplin)
ResponderEliminarHola, gracias por linkearnos, de alguna manera podremos ser el centro de la diana de quién apunte bien con dardos que nos hagan sentir. Si son dardos de placer, de amor o de pelusilla que cause risa, bienvenidos. Si no nos convertiremos en plástico cual Barbie vengadora para rebotar contra el displacer, el odio y el aburrimiento. Besitos.
ResponderEliminarFuma. FUMA. ¿Aún no fumas?
ResponderEliminarxD
Sip, las Barbies de adamantio fueron un "Boom" en su tiempo, pero luego las retiraron del mercado por que causaban mutilaciones y derrame cerebral a partes iguales.
Toma, un regalo. Dardos de ventosa. Así no te pincharás cuando te reboten ^__^