Lo más gracioso de todo es que estoy en una parada de Valladolid, cerca de la facultad de telecomunicaciones, pero no me apetece bajar e ir desde aquí hasta la residencia, pues no sé ni siquiera si por aquí para algún autobús urbano.
Prefiero quedarme aquí, tranquilita. No tengo ninguna prisa por volver a la residencia. Quizá la tenga cuando me quede sin batería, pero no ahora.
“No os lo quería decir, pero estamos aquí parados porque ha habido un arrollamiento y hay que esperar a que llegue el juez. Y como es festivo...”
Genial.
Uno de mayo.
En Logroño tan solo hay cuatro grados y llueve, pero aquí en Valladolid la temperatura no parece ser muy mala, al menos se ve sol y no agua.
Parece un bonito día para suicidarse.
Mi padre me habló de suicidas que vio. Suicidas que se quedaron esperando el tren.
Nunca sé si mi padre está de broma o habla en serio, pero un día me contó que sabía de uno que se llevó una silla y un libro, se colocó en las vías, y esperó.
No debería decirse “tirarse a las vías del tren”, porque suena impulsivo, y el suicido no creo que sea precisamente así.
Me gusta la idea del libro y la espera. Es como la vida misma.
Párate a pensar en la muerte.
Cinco, diez, quince minutos...
Hasta concienciarte de lo que es, y que no puedes escapar de ello.
Piénsalo bien...
Y tu cuerpo se convertirá en una cárcel.
¿Angustia?
¿claustrofobia?
¿Pánico?
Cinco, diez, quince minutos...
Hasta concienciarte de lo que es, y que no puedes escapar de ello.
Piénsalo bien...
Y tu cuerpo se convertirá en una cárcel.
¿Angustia?
¿claustrofobia?
¿Pánico?
Es terrible, pero recomiendo que lo hagas.
si, gracias a esos 10 minutillos que pensaba en ello cuando era pequeña me agarré un trauma infantil de tres pares de cojones :S
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