Julia iba vestida con el mismo vestido que se puso la Noche Vieja anterior. Aquel vestido negro, tan corto, con volantes, tan hortera. La única diferencia era que esta vez se le notaban las caderas redondeadas por encima de los volantes. Pero ella seguía interpretando su papel de diva. Caducada a mi parecer. Patética también, nada nuevo.
Me refugié en el baño. Me escondí del resto, desaparecí. Me oculté entre mis recuerdos, entre la mierda que se agarra a mi cráneo por debajo de mi pelo. Toda esa costra del pasado que enturbia mi mente.
Álvaro me ofreció y yo no me negué, nada nuevo. Flemas, sangre, semen, orina. Nada nuevo, como hace un año.
Encima del espejo una pequeña rejilla por la que se cuelan furtivas gotas de una lluvia que ha parado el tiempo.
Julia se tumba, no sé cómo ha entrado aquí. No le importa mi presencia y Álvaro me pide que haga lo que tenga que hacer con ella, pero que lo haga ya, ahora que se deja, ahora que lo quiere más que nada.
Como hace un año. Botellines de coca cola, gritos, y la costura del vestido que tapaba el desconcierto de aquel día vuelve a descoserse,
para coserla mañana,
para tapar lo de hoy, hasta dentro un año
o hasta la próxima lluvia.
Me gusta mucho tu forma de narrar, amiga. Creas maravillosamente las sensaciones y el ambiente con tus palabras. Un beso,
ResponderEliminarV.
Gracias!
ResponderEliminarUn abrazo
un minuto de paz? lo habrá?
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