Estuve desnuda, tumbada en tu cama, que no era tuya,
y mucho menos mía. Eso nunca.
Nos desaprovechamos entre besos que no nos llevaron,
ni nos llevarán, a ninguna parte.
Mordí la argolla que me unía a ti, la mordí hasta sangrarte,
pero la única que lloró sangre, aquí, fui yo.
La única que perdió y a la que perdiste.
Porque todas las lluvias no son como aquella, no saben igual.
Porque ahora, todas, escuecen en los ojos.
Nos comíamos a besos, literalmente. Nos comíamos hasta
quedarnos sin dientes. Nos abrazábamos durante horas, como
gilipollas, y nos abrasábamos con el ácido de nuestra vergüenza
como cerdos, en oro,
légamo.
Hoy estuve desnuda, ajena a todo porque nada de lo que
hay aquí nos pertenece. Hoy estuve a la espera de esas gotas,
a la espera de una lluvia que me convirtiera en oro para
demostrarme que aún,
todo
sigue igual.
Publicado en la Plaquette nº1 de Degeneración Espontánea.
La imagen que encabeza esta entrada es Danae, de Klimt. Si la he elegido, es por algo.
En el momento los besos son de oro
ResponderEliminary la vergüenza abrasa,
pero al recordar, nos damos cuenta
ya sin el fuego, que la vergüenza sobra
que los sentimientos siempre van desnudos...
Besos desnudos,
V.
los momentos pasan como el flash en una camara, increiblemente fugaces.
ResponderEliminarEsa cama es del Banco ¡seguro!
ResponderEliminarWow
ResponderEliminarNavegaba entre tus palabras, pero mi retina se quedó en la imagen que las encabeza.
ResponderEliminarBesos de lluvia
Klimt, muy interesante... y la agradable sorpresa es que no es El beso.
ResponderEliminarMe gusta tu estilo.
interesante y blog y digo lo mismo de klimt
ResponderEliminarintentaré no perderte la pista del blog