Caníbal, de J. Jesús Fez Jiménez
Con las uñas rotas busco bajo la ropa la piel que se presenta tersa y a la defensiva, pero caliente. Me gusta arañarla y llenarme de tus escamas, me gusta impregnar de tu sangre mis dedos, observar tu sonrisa estúpida, como si pudieras darme lo que necesito, pero ni siquiera lo que quiero me lo sabes dar.
Desato con cuidado el nudo de tu ombligo y me adentro con mis manos en la humedad de tu vientre. El olor tibio me transporta a la infancia, casi al segundo previo a mi nacimiento, y cierro los ojos en un gesto que oscila entre la melancolía y el placer.
Acerco mi rostro a tu abdomen, y olisqueo como una perra hambrienta, antes de introducir mi lengua en tu interior y relamer mis dedos con una sensualidad tan perturbadora como ardiente.
Aparto con suma ternura los intestinos, introduzco más aún el brazo y a su paso toco el hígado suavemente hasta llegar a la vesícula biliar. Y, mirándote a los ojos, aprieto y me deleito con el sonido de sus piedras. Como una niña sonrío y tú sufres, pero no dices nada, aunque puedo ver en cada lágrima el dolor que derraman, que sientes, que surca tu estúpido rostro, que alimenta mi ego y me calma, que grita desde tus entrañas:
Estúpida, mira lo que has hecho: sólo yo estaría dispuesto a morir por ti.
Impresionante ejercicio de estilo.
ResponderEliminarme has puesto los pelos como escarpias, no, como mástiles.
ResponderEliminarabrazo
¡No sabes nada, pececillo!
ResponderEliminarUfff... realmente se siente la forma en que disfruta el personaje. Brillante una vez más, mi niña. Besos,
ResponderEliminarV.