Hago sonar mis dedos contra la mesa, incordiándote. Te miro, para después agachar de inmediato la mirada. Y sonreír, y volver a ronronear.
- Si no hablo yo, estamos apañados. – Me dices. Vuelvo a ronronear. Es lo más que puedo hacer. Nunca escucharás el sonido de mi voz.
Ladeo mi cabeza, de un lado a otro, como si estuviera bailando sin poder bailar, y dejo de chocar mis dedos sobre la mesa, posándolos sobre mi pelo, enredando cada mechón entre mis manos.
Oigo tu respiración, cada vez más cerca.
Primero en mi oreja, bajando hasta el brazo, subiendo de nuevo hacia mi nuca.
Las yemas de tus dedos, un poco ásperas, rozan la piel de mi cuello.
Me siento como una muñeca de cristal, a punto de quebrarse.
Pero tú no quieres que me rompa, al menos no por el momento, y por eso acaricias con tanta suavidad: más que tocarme, susurras sobre mi piel.
Bajas hasta el pecho, sin dejar de mirarme.
¡Rómpeme!
Quiero que rompas este sujetador, quiero que me destroces, que me devores. No quiero otro niño tierno; aquello ya se pasó con la pubertad. No quiero besitos, no quiero cariño; quiero que me hagas daño.
Quiero que me revientes el corazón, y no de amor precisamente.
Harta de tanta estupidez, me voy al baño, creyendo que el agua de la ducha me otorgará el placer que merezco y el cual parece tú no eres capaz de darme.
Pero no lo consigo. Me siento frustrada, impotente, totalmente desvalida: si yo no puedo darme placer, ¿quién podrá?
Y me apoyo en la mampara, dejando que el agua purifique las heridas de mi espalda.
Otra vez, esos dedos susurrando sobre mi piel.
Recorres mi espina dorsal con tus manos, mientras besas mi nuca; antes de aferrarme a tu cuerpo amarrando mi cintura. Noto tus vaqueros, empapados, chocar contra mí. Un roce que me basta para suspirar,
resignada: has logrado excitarme.
Subes tus manos hasta tapar con ellas mis pechos.
Y apretarlos, levantarlos, juntarlos...
El agua cae sobre nosotros, uniéndose a tus labios, aún entretenidos con mi nuca.
Giro la cabeza, en busca de una boca que besar, para luego quitar tus manos de mis pechos.
Ahora quiero tocarme yo, sentir mi propia piel, notar el endurecimiento de mis pezones, e ir bajando, lentamente, por mi cintura, y reencontrarme con tu cuerpo.
Me agarras aún con ma´s fuerza, y me das la vuelta. Me tienes frente a ti: una vez ma´s, contra la pared.
Mirarme a los ojos te ha hecho recordar quién soy.
Has recordado mi silencio, mi impertinencia, mi falta de madurez. Mirarme a los ojos te ha servido para odiarme.
Encarcelas en tu mano derecha mis dos muñecas y las levantas por encima de mi cabeza.
Enhorabuena: ahora me tienes a tu entera disposición.
Sin haberme soltado, vuelves a mirarme. No puedo soportarlo, cierro los ojos, y apoyo la cabeza sobre el hombro izquierdo.
¿Es ternura lo que ahora sientes hacia mí? ¿Por eso acaricias mi pelo?
No, no puede ser ternura cuando me tienes inmovilizada con la otra mano.
Siento que soy tu esclava, tu puta, tu muñeca de cristal.
Una parte de ti quiere matarme, follarme, romperme.
Otra parte quiere quererme, amarme, protegerme.
Fóllame, rómpeme.
Besas mis labios, mi cuello... mi pecho.
Te miro desafíante y logro liberar mis muñecas.
Tú me atrapas cogiéndome por la cintura.
Pero yo no quiero eso...
Y voy bajando...
Hasta quedar de rodillas frente a ti.
Miro un segundo lo que me espera, y curiosa te desabrocho el pantalón, y por un segundo pienso que no hay caramelo en este mundo que desee introducir en mi boca más que eso.
- Si no hablo yo, estamos apañados. – Me dices. Vuelvo a ronronear. Es lo más que puedo hacer. Nunca escucharás el sonido de mi voz.
Ladeo mi cabeza, de un lado a otro, como si estuviera bailando sin poder bailar, y dejo de chocar mis dedos sobre la mesa, posándolos sobre mi pelo, enredando cada mechón entre mis manos.
Oigo tu respiración, cada vez más cerca.
Primero en mi oreja, bajando hasta el brazo, subiendo de nuevo hacia mi nuca.
Las yemas de tus dedos, un poco ásperas, rozan la piel de mi cuello.
Me siento como una muñeca de cristal, a punto de quebrarse.
Pero tú no quieres que me rompa, al menos no por el momento, y por eso acaricias con tanta suavidad: más que tocarme, susurras sobre mi piel.
Bajas hasta el pecho, sin dejar de mirarme.
¡Rómpeme!
Quiero que rompas este sujetador, quiero que me destroces, que me devores. No quiero otro niño tierno; aquello ya se pasó con la pubertad. No quiero besitos, no quiero cariño; quiero que me hagas daño.
Quiero que me revientes el corazón, y no de amor precisamente.
Harta de tanta estupidez, me voy al baño, creyendo que el agua de la ducha me otorgará el placer que merezco y el cual parece tú no eres capaz de darme.
Pero no lo consigo. Me siento frustrada, impotente, totalmente desvalida: si yo no puedo darme placer, ¿quién podrá?
Y me apoyo en la mampara, dejando que el agua purifique las heridas de mi espalda.
Otra vez, esos dedos susurrando sobre mi piel.
Recorres mi espina dorsal con tus manos, mientras besas mi nuca; antes de aferrarme a tu cuerpo amarrando mi cintura. Noto tus vaqueros, empapados, chocar contra mí. Un roce que me basta para suspirar,
resignada: has logrado excitarme.
Subes tus manos hasta tapar con ellas mis pechos.
Y apretarlos, levantarlos, juntarlos...
El agua cae sobre nosotros, uniéndose a tus labios, aún entretenidos con mi nuca.
Giro la cabeza, en busca de una boca que besar, para luego quitar tus manos de mis pechos.
Ahora quiero tocarme yo, sentir mi propia piel, notar el endurecimiento de mis pezones, e ir bajando, lentamente, por mi cintura, y reencontrarme con tu cuerpo.
Me agarras aún con ma´s fuerza, y me das la vuelta. Me tienes frente a ti: una vez ma´s, contra la pared.
Mirarme a los ojos te ha hecho recordar quién soy.
Has recordado mi silencio, mi impertinencia, mi falta de madurez. Mirarme a los ojos te ha servido para odiarme.
Encarcelas en tu mano derecha mis dos muñecas y las levantas por encima de mi cabeza.
Enhorabuena: ahora me tienes a tu entera disposición.
Sin haberme soltado, vuelves a mirarme. No puedo soportarlo, cierro los ojos, y apoyo la cabeza sobre el hombro izquierdo.
¿Es ternura lo que ahora sientes hacia mí? ¿Por eso acaricias mi pelo?
No, no puede ser ternura cuando me tienes inmovilizada con la otra mano.
Siento que soy tu esclava, tu puta, tu muñeca de cristal.
Una parte de ti quiere matarme, follarme, romperme.
Otra parte quiere quererme, amarme, protegerme.
Fóllame, rómpeme.
Besas mis labios, mi cuello... mi pecho.
Te miro desafíante y logro liberar mis muñecas.
Tú me atrapas cogiéndome por la cintura.
Pero yo no quiero eso...
Y voy bajando...
Hasta quedar de rodillas frente a ti.
Miro un segundo lo que me espera, y curiosa te desabrocho el pantalón, y por un segundo pienso que no hay caramelo en este mundo que desee introducir en mi boca más que eso.
mmmmmm...
ResponderEliminarmmmmmmmm!!
Ojala me dijeses esas cosas a mi,
y ojala fuesen ciertas!
Eres toda una muchacha descarada, tus provocaciones no tienen limite, maldito sea tu descaro adolescente que encandila a mi persona. Sigo atrapado a su red, como muchos otros, diviertase con su juego y no tarde en devorarme pues soy carne debil.
Besos compatriota.
mmmmmm si, este final queda muy bien, mejor que si describieras toda la acción, queda más sensual, mucho más erótico...
ResponderEliminarSí, el final queda bien pero yo me quedo como en un coitus interruptus: excitado y con ganas de más, con el dulce caramelo inflamado de ganas. Menos mal que con lo bien que le va por aquí y las buenas críticas habrá más posts, más sexo, más silencios autistas que expresan más que si hablasen...
ResponderEliminaruhm... este relato sabe bien...
ResponderEliminarUUUUUffff....UUUFFFF...caliente calienteee!!! Me encanta lo que escribes, tengo que volver con más tiempo para leer el resto. Espero que no te importe que te haya linkeado para no perder el camino hacia ti. Un besito, y gracias por visitarme.
ResponderEliminarinteresante. Me seguiré pasando por aquí. Un placer leerte y que te pases por mi blog. Un saludo
ResponderEliminarPero que calentorra...
ResponderEliminarcachonda amorrate al pilon!!!
Arde!!!!
ResponderEliminarExcitante relato.
Moviliza y .....volamos.
Saludos
Querida ninfómana, te pedio perdon por entra de nuevo con tonterias, pero...me referia a poder poner las letras al lado de la imagen, como lo haces tu en tus relatos...
ResponderEliminarPor cierto... son pura fantasía?
wow...es sorprendente como puedes contar con tanta ...sofisticacion? eres sugerente pero para nada grosera. wow...
ResponderEliminarMuy bien. Decía Pla que el buen escritor se distingue por aquello que NO cuenta. Ha sido una agradable lectura.
ResponderEliminar¿Lo ves? ¡Está claro!
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