Nuestro organismo es animado por cuatro energías: la corporal, con sus necesidades; la libidinal, con sus deseos; la emocional, con sus sentimientos; la intelectual con sus ideas. Cada una de estas energías crea un Yo fragmentario con su propio lenguaje. Cuando desarrollamos uno de estos lenguajes en detrimento de los otros, sufrimos una desviación (siempre angustiosa) de la personalidad. Por defectos de la educación que recibimos de niños, no hemos aprendido a tener una finalidad unitaria: necesitamos algo, deseamos otra cosa, amamos otra y pensamos en realizar otra. Somos como un carro sin conductor tratando de hacer avanzar cuatro caballos que toman un rumbo distinto cada uno. Nos estancamos, o nos creamos una realidad donde nos sentimos infelices. Es así como nos convertimos en «intelectuales», viviendo sólo en la mente y haciendo entrar la inabarcable realidad en el rígido molde racional; o en «emocionales», dejando que las tormentas del corazón nos inunden; o en «sexuales», haciendo de la gratificación de los genitales un verdadero culto; o en «corporales», creyendo que el deporte, el dinero y los problemas de peso y salud son las únicas preocupaciones aceptables. El Yo personal se compone de estos cuatro egos. Cuando no están bien equilibrados, y uno de ellos prima sobre los otros, los centros reprimidos no dejan de importunar las acciones del que domina.
Alejandro Jodorowsky
Alejandro Jodorowsky
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