Hoy me he metido de nuevo a spaces.live.com
Y me he encontrado con el space de mi amiga Letty. Me ha sorprendido muchísimo, no tenía ni idea de que tuviera un espacio, así que lo primero que supuse fue que lo había hecho hace poco.
De eso nada.
Ese space tiene por lo menos un año de antigüedad. He recorrido todo el espacio, desde la más nueve hasta la más antigua entrada, todos los álbumes de fotos. Todo. Y la única vez que se refiere a mí es en el título y el subtítulo del space, ya que ha utilizado para ambos dos frases extraídas de dos de mis relatos.
Me he sentido como una estúpida. Como una gran, gran, gran, estúpida.
No recuerdo haber llorado, o haberme sentido de esta forma, cuando alguna vez descubrí que un tío no me quería. Que tonta, de verdad...
Que tonta yo, que conste. Tonta, yo.
Han pasado varios años desde que nos conociéramos, en aquel último año de instituto, ¿te acuerdas? En 4º de E.S.O.
¿Recuerdas lo tímida que era y lo mal que me lo hiciste pasar en clase?
Yo siempre que te veía, tan menudita y riéndote por todo, me imaginaba que serías una tía de putísima madre. Y no me equivoqué, para nada, aunque alguna vez me hayan dado ganas de estrangularte J
Recuerdo que coincidíamos en clase de matemáticas. Elena y yo íbamos a 4ºA, con todos los empollones. No sé muy bien por qué nos pusieron en aquella clase, la verdad. Teniendo en cuenta que nosotras no sacábamos precisamente matrículas de honor... En nuestra clase la mayoría habían cogido como optativas biología o física y química y todos, absolutamente todos, daban matemáticas “A”. Vamos, las difíciles. Así que nosotras éramos los dos bichos raros de la clase. Lo tenía asumido... ¿Biología? ¿Física y química? ¿Matemáticas “difíciles”? No, gracias: Música, plástica y matemáticas “B”.
Por eso es que conocimos a Marta y Letty, porque coincidíamos con ellas en plástica y matemáticas.
Que locura, de verdad, aquellas clases de matemáticas...
Aquellas clases de matemáticas, cuando juntábamos con todo el morro las mesas y nos sentábamos juntas Marta, Elena, Yulia, Yoli, tú y yo. Todas sin ninguna idea de matemáticas, sin hacer nada, pasando la hora haciendo dibujitos o cantando canciones del Chivi... En fin, que tiempos.
A principio de curso, cuando parecía que todos teníamos como propósito aprobar la asignatura, el profesor solía sacarnos a la pizarra para corregir algún ejercicio o algo. Por aquel entonces aún no había establecido contacto contigo, ni con Marta, y me sentaba con Elena. Un día me tocó salir a la pizarra y, al volver a mi sitio, tú te diste la vuelta y me dijiste : “Se te ve un cacho de braga así de grande”.
Me puse coloradísima (no sé, supongo) y Marta exclamó: “¡Pero no le digas eso, que es muy cortada!”.
Tú con canciones del Chivi escritas en la carpeta, Marta y su look hippy... ¡Pero qué bien me caísteis, putillas!
A partir de ese día las matemáticas cobraron un valor insignificante, pero ir a aquella clase era lo mejor que me podía pasar por las mañanas. Yulia, que no se enteraba de nada porque prácticamente acababa de llegar de Rusia, terminaba siempre sacando mejores notas que nosotras:
Marta: 4
Yulia: 1’5
Yoli: 1
Letty: 0’75
Elena: 0’25
Adriana: 0
Aquel año (2004) fue casi perfecto... Y, como todo lo bueno, se acabó.
Marta y yo nos fuimos a la Escuela de Arte (aunque a clases diferentes), Elena pasó a primero de bachillerato y tú te quedaste en cuarto.
Poco a poco nos fuimos distanciando.
Paradójicamente aquel año no lo recuerdo con un mal sabor, si no todo lo contrario. Recuerdo como esperaba ansiosa la llegada del viernes para ir juntas a la tienda de los rusos que conocía Yulia porque, como éramos menores de edad, sólo allí nos vendían vozka.
¿Recuerdas los paseos tan largos que teníamos que dar para llegar hasta allí? ¡Casi en la plaza de toros de la Ribera!
Solía ir a buscar a Elena a baile. A veces me acompañaba Marta, pero muchos viernes sólo salíamos Elena y yo. Así que iba hacia Salvatorianos, que está en pleno Bronx de Logroño, la esperaba a que saliera de baile, juntas íbamos a comprar vozka a aquella tienda de rusos en donde siempre estaba Yulia, y de ahí, en autobús, nos íbamos hacia el San Miguel.
¿Recuerdas aquel viernes cuando fuimos las cuatro, y al bajar del autobús se te cayó la botella? ¡Casi nos ponemos a lamer el suelo y los cachitos de cristal! Jaja
O aquella noche que se nos rompió una botella de vino en tu casa. Marta y yo, en el rellano del último piso, donde el ascensor, rellenando botellas con vino y cocacola... ¡la que preparamos! Que cayó todo el vino por las escaleras hasta llegar al cuarto piso... (Y estábamos en el octavo). Tú con la fregona, de aquí para allá, atacada de los nervios, y Marta y yo sin poder dejar de reir.
Aquella falda que nos compramos igual, ¿te acuerdas? En Escándalo, la falda de rayas rojas y negras. Las noches en el San Miguel.
El Alfonso y su ojo rebelde, y Marta preguntándote: ¿Pero cómo te puede caer bien Alfonso? Bueno, la verdad, no me extraña que preguntara aquello, si no había noche en el San Miguel que él no la llamara puta.
O aquella noche que me tiró la cartera a las vías del tren. Aunque lo mejor fue a la semana siguiente: “Adriana, perdóname, es que iba muy puesto y no me di cuenta. Pero que conste que ni siquiera te cogí el dinero.”
Así que nada, si bajáis un día a las vías del tren, justo debajo de la pasarela del San Miguel, y os encontráis una cartera, que sepáis a quien perteneció.
El Galicia, Extremoduro, el piso del Miranda y Marta metiendo la cabeza en la lavadora.
Cuánto, o de qué manera, nos cambió aquel año... ¿Cómo...?
Cómo cambió todo durante aquel año.
Cuántas borracheras, y cuantas risas. Recuerdo aquel año (2005) con tanto cariño... No sé si puedes acerte a la idea, Letty, no sé si puedes hacerte a la idea de lo feliz que era yo por aquel entonces. Y creo que tú también, ¿verdad? Aquel año éramos todas muy felices.
La Escuela de Arte nos cambió a Marta y a mí. Tú decías que yo había cambiado a mejor, pero que Marta se estaba dando aires de intelectual. Igual en un principio a todas nos pareció eso, pero realmente creo que Marta maduró de repente. Y nos resultó extraño.
Aquel año, con sus más y sus menos, fue un año perfecto. Y me duele que por más que volvamos a quedar las cuatro otra vez, y por mucho que regresemos al San Miguel y nos reunamos como hacíamos por aquel entonces con los “Chechus”, pues no será igual.
Ahora me siento tonta si bebo demasiado, me arrepiento de las consecuencias.
Creo que me estoy haciendo mayor.
Y tengo miedo.
Tengo miedo porque me enamoré de aquella etapa de mi vida, cuando las cosas se presentaban tan fáciles, cuando las ocho de la tarde de los viernes eran un soplo de esperanza y felicidad. Arreglarme, y siempre me veía preciosa, aunque fuera con unos simples vaqueros y sin maquillaje. J Arreglarme e ir a buscar a Elena al baile.
Y saber con total certeza que esa noche, como todas, me lo iba a pasar genial.
Cuando, de camino hacia Salvatorianos, al pasar por el Instituto Sagasta, algún tío desde el coche me decía algo.
Que tonta... pero que feliz.
A toda esa gente que conocimos durante aquel año. A toda esa gente que también se transformó y no quedan de ellos más que recuerdos.
Todo ha cambiado muchísimo. Aquel año fue una película, o una serie de televisión. La primera temporada fue magnífica, pero poco a poco fueron renovando a los actores y la historia perdió frescura.
Aquel invierno fue genial.
Luego llegó la primavera. Y nos golpeó con fuerza. A mí me arrancaron el corazón y lo insensibilizaron para siempre, a Marta fue Cristóbal quien se lo robó, pero ella también se lo robó a él, así que no hubo problema alguno.
Y tú empezaste a salir con Carlos.
Que mal se lo hiciste pasar, ¿te acuerdas? Jaja, aquel domingo por la tarde, cuando Elena, tú y yo fuimos a visitarle al internado. Joder, no sé ni porqué recuerdo aquel día, si tan poco fue un día muy trascendente. Un momento... ¿fue por aquel entonces cuando me compré una muñeca imitación de Barbie en un bazar chino?
Ay, Dios... sí, fue uno de aquellos días de primavera... Me compré aquella muñeca para colgar su cabeza en mi bolso de Emily, el que llevaba a la Escuela de Arte. Siempre así, con tal de llevar la contraria. El resto de las chicas colgaban llaveros que eran peluches. Yo no lo aguantaba, me parecían horterísimos. Así que colgué aquella cabeza de muñeca.
A la vuelta del verano estábamos aún más distantes.
Marta repitió curso, y tuvo que ir a estudiar al I.E.S Batalla de Clavijo.
Elena repitió primero de bachillerato también...
Y tú, una vez más, repetiste cuarto.
Todo terminó en San Mateo de aquel año, ¿no? Entre conciertos de China Latina, Naive y Smooking Adders.
Elena y yo salimos varias noches de San Mateo solas, porque Marta estaba con Cristóbal, o tú estabas con Carlos.
Después, todo terminó.
Salíamos Elena y yo los fines de semana, pero ya ni siquiera estaban los “Chechus” (Por cierto, ¿a qué venía ese apodo colectivo?), porque se fueron a estudiar fuera.
Tú conociste a Laura, y por extensión a Sasu. Gente nueva, nuevos ambientes...
Ya nada era igual. Y sigue sin serlo.
Y ya no volverá a ser como antes, jamás.
Pero yo no me olvido, maldita sea. No me olvido de quién fui, de quiénes fuimos, de qué vivimos. No puedo olvidar aquel año, no puedo olvidarte a ti, ni a Marta, ni a Elena.
Hemos cambiado, pero no hemos muerto, como tú dices.
“Para mí estáis muertas”.
La gente cambia, Letty, pero en esencia seguimos siendo las mismas. Y, por lo menos yo, te sigo queriendo.
Y me he encontrado con el space de mi amiga Letty. Me ha sorprendido muchísimo, no tenía ni idea de que tuviera un espacio, así que lo primero que supuse fue que lo había hecho hace poco.
De eso nada.
Ese space tiene por lo menos un año de antigüedad. He recorrido todo el espacio, desde la más nueve hasta la más antigua entrada, todos los álbumes de fotos. Todo. Y la única vez que se refiere a mí es en el título y el subtítulo del space, ya que ha utilizado para ambos dos frases extraídas de dos de mis relatos.
Me he sentido como una estúpida. Como una gran, gran, gran, estúpida.
No recuerdo haber llorado, o haberme sentido de esta forma, cuando alguna vez descubrí que un tío no me quería. Que tonta, de verdad...
Que tonta yo, que conste. Tonta, yo.
Han pasado varios años desde que nos conociéramos, en aquel último año de instituto, ¿te acuerdas? En 4º de E.S.O.
¿Recuerdas lo tímida que era y lo mal que me lo hiciste pasar en clase?
Yo siempre que te veía, tan menudita y riéndote por todo, me imaginaba que serías una tía de putísima madre. Y no me equivoqué, para nada, aunque alguna vez me hayan dado ganas de estrangularte J
Recuerdo que coincidíamos en clase de matemáticas. Elena y yo íbamos a 4ºA, con todos los empollones. No sé muy bien por qué nos pusieron en aquella clase, la verdad. Teniendo en cuenta que nosotras no sacábamos precisamente matrículas de honor... En nuestra clase la mayoría habían cogido como optativas biología o física y química y todos, absolutamente todos, daban matemáticas “A”. Vamos, las difíciles. Así que nosotras éramos los dos bichos raros de la clase. Lo tenía asumido... ¿Biología? ¿Física y química? ¿Matemáticas “difíciles”? No, gracias: Música, plástica y matemáticas “B”.
Por eso es que conocimos a Marta y Letty, porque coincidíamos con ellas en plástica y matemáticas.
Que locura, de verdad, aquellas clases de matemáticas...
Aquellas clases de matemáticas, cuando juntábamos con todo el morro las mesas y nos sentábamos juntas Marta, Elena, Yulia, Yoli, tú y yo. Todas sin ninguna idea de matemáticas, sin hacer nada, pasando la hora haciendo dibujitos o cantando canciones del Chivi... En fin, que tiempos.
A principio de curso, cuando parecía que todos teníamos como propósito aprobar la asignatura, el profesor solía sacarnos a la pizarra para corregir algún ejercicio o algo. Por aquel entonces aún no había establecido contacto contigo, ni con Marta, y me sentaba con Elena. Un día me tocó salir a la pizarra y, al volver a mi sitio, tú te diste la vuelta y me dijiste : “Se te ve un cacho de braga así de grande”.
Me puse coloradísima (no sé, supongo) y Marta exclamó: “¡Pero no le digas eso, que es muy cortada!”.
Tú con canciones del Chivi escritas en la carpeta, Marta y su look hippy... ¡Pero qué bien me caísteis, putillas!
A partir de ese día las matemáticas cobraron un valor insignificante, pero ir a aquella clase era lo mejor que me podía pasar por las mañanas. Yulia, que no se enteraba de nada porque prácticamente acababa de llegar de Rusia, terminaba siempre sacando mejores notas que nosotras:
Marta: 4
Yulia: 1’5
Yoli: 1
Letty: 0’75
Elena: 0’25
Adriana: 0
Aquel año (2004) fue casi perfecto... Y, como todo lo bueno, se acabó.
Marta y yo nos fuimos a la Escuela de Arte (aunque a clases diferentes), Elena pasó a primero de bachillerato y tú te quedaste en cuarto.
Poco a poco nos fuimos distanciando.
Paradójicamente aquel año no lo recuerdo con un mal sabor, si no todo lo contrario. Recuerdo como esperaba ansiosa la llegada del viernes para ir juntas a la tienda de los rusos que conocía Yulia porque, como éramos menores de edad, sólo allí nos vendían vozka.
¿Recuerdas los paseos tan largos que teníamos que dar para llegar hasta allí? ¡Casi en la plaza de toros de la Ribera!
Solía ir a buscar a Elena a baile. A veces me acompañaba Marta, pero muchos viernes sólo salíamos Elena y yo. Así que iba hacia Salvatorianos, que está en pleno Bronx de Logroño, la esperaba a que saliera de baile, juntas íbamos a comprar vozka a aquella tienda de rusos en donde siempre estaba Yulia, y de ahí, en autobús, nos íbamos hacia el San Miguel.
¿Recuerdas aquel viernes cuando fuimos las cuatro, y al bajar del autobús se te cayó la botella? ¡Casi nos ponemos a lamer el suelo y los cachitos de cristal! Jaja
O aquella noche que se nos rompió una botella de vino en tu casa. Marta y yo, en el rellano del último piso, donde el ascensor, rellenando botellas con vino y cocacola... ¡la que preparamos! Que cayó todo el vino por las escaleras hasta llegar al cuarto piso... (Y estábamos en el octavo). Tú con la fregona, de aquí para allá, atacada de los nervios, y Marta y yo sin poder dejar de reir.
Aquella falda que nos compramos igual, ¿te acuerdas? En Escándalo, la falda de rayas rojas y negras. Las noches en el San Miguel.
El Alfonso y su ojo rebelde, y Marta preguntándote: ¿Pero cómo te puede caer bien Alfonso? Bueno, la verdad, no me extraña que preguntara aquello, si no había noche en el San Miguel que él no la llamara puta.
O aquella noche que me tiró la cartera a las vías del tren. Aunque lo mejor fue a la semana siguiente: “Adriana, perdóname, es que iba muy puesto y no me di cuenta. Pero que conste que ni siquiera te cogí el dinero.”
Así que nada, si bajáis un día a las vías del tren, justo debajo de la pasarela del San Miguel, y os encontráis una cartera, que sepáis a quien perteneció.
El Galicia, Extremoduro, el piso del Miranda y Marta metiendo la cabeza en la lavadora.
Cuánto, o de qué manera, nos cambió aquel año... ¿Cómo...?
Cómo cambió todo durante aquel año.
Cuántas borracheras, y cuantas risas. Recuerdo aquel año (2005) con tanto cariño... No sé si puedes acerte a la idea, Letty, no sé si puedes hacerte a la idea de lo feliz que era yo por aquel entonces. Y creo que tú también, ¿verdad? Aquel año éramos todas muy felices.
La Escuela de Arte nos cambió a Marta y a mí. Tú decías que yo había cambiado a mejor, pero que Marta se estaba dando aires de intelectual. Igual en un principio a todas nos pareció eso, pero realmente creo que Marta maduró de repente. Y nos resultó extraño.
Aquel año, con sus más y sus menos, fue un año perfecto. Y me duele que por más que volvamos a quedar las cuatro otra vez, y por mucho que regresemos al San Miguel y nos reunamos como hacíamos por aquel entonces con los “Chechus”, pues no será igual.
Ahora me siento tonta si bebo demasiado, me arrepiento de las consecuencias.
Creo que me estoy haciendo mayor.
Y tengo miedo.
Tengo miedo porque me enamoré de aquella etapa de mi vida, cuando las cosas se presentaban tan fáciles, cuando las ocho de la tarde de los viernes eran un soplo de esperanza y felicidad. Arreglarme, y siempre me veía preciosa, aunque fuera con unos simples vaqueros y sin maquillaje. J Arreglarme e ir a buscar a Elena al baile.
Y saber con total certeza que esa noche, como todas, me lo iba a pasar genial.
Cuando, de camino hacia Salvatorianos, al pasar por el Instituto Sagasta, algún tío desde el coche me decía algo.
Que tonta... pero que feliz.
A toda esa gente que conocimos durante aquel año. A toda esa gente que también se transformó y no quedan de ellos más que recuerdos.
Todo ha cambiado muchísimo. Aquel año fue una película, o una serie de televisión. La primera temporada fue magnífica, pero poco a poco fueron renovando a los actores y la historia perdió frescura.
Aquel invierno fue genial.
Luego llegó la primavera. Y nos golpeó con fuerza. A mí me arrancaron el corazón y lo insensibilizaron para siempre, a Marta fue Cristóbal quien se lo robó, pero ella también se lo robó a él, así que no hubo problema alguno.
Y tú empezaste a salir con Carlos.
Que mal se lo hiciste pasar, ¿te acuerdas? Jaja, aquel domingo por la tarde, cuando Elena, tú y yo fuimos a visitarle al internado. Joder, no sé ni porqué recuerdo aquel día, si tan poco fue un día muy trascendente. Un momento... ¿fue por aquel entonces cuando me compré una muñeca imitación de Barbie en un bazar chino?
Ay, Dios... sí, fue uno de aquellos días de primavera... Me compré aquella muñeca para colgar su cabeza en mi bolso de Emily, el que llevaba a la Escuela de Arte. Siempre así, con tal de llevar la contraria. El resto de las chicas colgaban llaveros que eran peluches. Yo no lo aguantaba, me parecían horterísimos. Así que colgué aquella cabeza de muñeca.
A la vuelta del verano estábamos aún más distantes.
Marta repitió curso, y tuvo que ir a estudiar al I.E.S Batalla de Clavijo.
Elena repitió primero de bachillerato también...
Y tú, una vez más, repetiste cuarto.
Todo terminó en San Mateo de aquel año, ¿no? Entre conciertos de China Latina, Naive y Smooking Adders.
Elena y yo salimos varias noches de San Mateo solas, porque Marta estaba con Cristóbal, o tú estabas con Carlos.
Después, todo terminó.
Salíamos Elena y yo los fines de semana, pero ya ni siquiera estaban los “Chechus” (Por cierto, ¿a qué venía ese apodo colectivo?), porque se fueron a estudiar fuera.
Tú conociste a Laura, y por extensión a Sasu. Gente nueva, nuevos ambientes...
Ya nada era igual. Y sigue sin serlo.
Y ya no volverá a ser como antes, jamás.
Pero yo no me olvido, maldita sea. No me olvido de quién fui, de quiénes fuimos, de qué vivimos. No puedo olvidar aquel año, no puedo olvidarte a ti, ni a Marta, ni a Elena.
Hemos cambiado, pero no hemos muerto, como tú dices.
“Para mí estáis muertas”.
La gente cambia, Letty, pero en esencia seguimos siendo las mismas. Y, por lo menos yo, te sigo queriendo.
los chechus????
ResponderEliminarescribe mas sobre los chechus y el sanmiguel
mas mas ms mas mas
ResponderEliminarmas mas ms mas mas
ResponderEliminarMás y más, deseo más y más. Vamos nene hasta el final!!!!
ResponderEliminarno se como decirlo en español pero apesar de que lei eso solo en resumen "it made me trhill"
ResponderEliminar"yes"!
mexican livin in usa.
El mismo camino que nos ha visto crecer,
ResponderEliminarEl mismo camino que nos une y nos separa,
El mismo que un día, sueño y vuelvo a recorrer,
El mismo y los mismos, no quiero que cambie nada.
Las mismas palabras que me unieron a ti ayer,
Las mismas palabras que nos juntaran mañana,
Los mismos sentidos que ahora vuelven a encender,
Aquellos recuerdos que ahora me atan a tu espalda.
La vida no es igual sin ti
Sin ti la vida ya no es nada.
De que me serviría vivir
Si al final no te encontrara
Nos prometimos junto al mar nunca cambiar,
Y aquellas olas, hoy ahogaron las palabras,
Ahora que todo vuelve al fin a su lugar,
Desde esta playa, ganaremos mil batallas,
Desde hoy y por siempre, mis amigos sois el fuerte,
Tu el alma, de mi suerte.
La vida no fue igual sin ti,
Conmigo aquí no estarás solo,
Ya sé de qué sirvió vivir,
Si al final lo tengo todo.
Al Final
Amaral
yo tambien kiero k escribas mas de los chechus y k sakes todos los trapos sucios k sepas,jejejeje
ResponderEliminar