¿Recordáis que esta mañana fui a comprar Red Bull, no?
Pues bien, entonces no es difícil adivinar por qué estoy escribiendo a las 2:49h.
Me aburro de estudiar tanto, y me aburro en esta habitación.
Esta tarde me he echado la siesta. Emocionante, ¿no?
(Risas)
El caso es que no logro recordar qué soñé, y eso me crispa. Como lo de la noche anterior. Y la anterior.
Y la anterior de la anterior.
Y la anterior de la anterior de la anterior...
Extraño los sueños.
¿A dónde se han ido?
O mejor, ¿por qué se van? ¿Por qué no quieren permanecer en mi memoria como lo hacían antes?
Sé que he soñado, aunque no lo recuerde. Esas cosas se saben, se intuyen, porque me he despertado sintiéndome diferente.
Muy diferente.
Me he despertado sin ganas de despertar. Sin ganas de vivir.
Si, no era simple pereza. No, qué va, era algo más.
Y me crispa no saber a raíz de qué he pensado tal cosa.
¿Qué he soñado esta tarde?
Me he despertado sintiéndome extraña de mí misma.
Desconocía mi cuerpo, me desconocía a mí misma. Y sonreía, preguntándome por ué debería despertarme y hacer lo que, supuestamente, debía hacer.
¿Me estaré volviendo loca?
Cuando han pasado unos segundos, cuando ya me he despejado y me he puesto en pie... Cuando ya he recobrado mi personalidad, me he asustado. ¿Por qué he sentido aquello?
Maldita sea,
¡¿Qué he soñado?!
Me han llamado Nihilista. No sé el significado de esa palabra.
Me han hablado de “Así habló Zaratrusta”. No he leído esa obra de Nietzsche.
Me han hablado de Sartre. No he leído a Sartre.
Me han comparado con la protagonista de
El Mundo De Sofía. No he leído ese libro.
Me siento absurda. Absurda e inculta.
¿Qué interés tiene una chica preocupada por la dieta de las “naranjas”?
¿Por qué leer el blog de alquien tan simple como yo?
Ja ja... Y yo, empeñada en seguir escribiendo estas “pavadas”.
Creo que estoy enloqueciendo.
Me he despertado extraña esta tarde.
Sentía que no estaba viva, que nada era real.
No, no era como si aún siguiera soñando. No, no era esa la sensación.
Era algo más complejo.
Pobrecita, me dice Tudel. Pobrecita.
Pobrecita, que tiene un radar atrapa gilipollas.
“Te apuntas venirte a Madrid un fin de semana? Seria en febrero o en marzo.”
¿Qué soy?
¿Soy algo?
¿Qué soy?
¿Qué imagen tienen de mí?
¡Estoy harta!
¡harta!
Harta de que no me tomen en serio.
No, ahora no me estoy autocompadeciendo. No, no soy una víctima ni una mártir. No, no quiero comprensión, podéis meteros vuestra compasión por el culo. (Uy, qué he dicho)
Ya no soy aquella quinceañera que esperaba su príncipe azul.
Ya no soy la dieciseisañera (Atenta, Real Academia de la Lengua Española) que decidió salir a besar ranas con la esperanza de encontrar ella misma al hijo puta del príncipe.
Ya no soy la diecisieteañera (y ya van dos patadas al diccionario) que lloraba por aquel que aparentaba príncipe y resultó ser villano.
Y dentro de poco dejaré de ser la dieciochoañera que desapareció para evitar más sinsabores.
No busco amor, no busco sexo, no busco nada.
Sólo un saludo, por favor.
Sólo un saludo. Un maldito “Hola” que me haga sentir humana y no un trozo de carne.
¿Está claro?
No busco amor, pero no soy una puta.
Pues bien, entonces no es difícil adivinar por qué estoy escribiendo a las 2:49h.
Me aburro de estudiar tanto, y me aburro en esta habitación.
Esta tarde me he echado la siesta. Emocionante, ¿no?
(Risas)
El caso es que no logro recordar qué soñé, y eso me crispa. Como lo de la noche anterior. Y la anterior.
Y la anterior de la anterior.
Y la anterior de la anterior de la anterior...
Extraño los sueños.
¿A dónde se han ido?
O mejor, ¿por qué se van? ¿Por qué no quieren permanecer en mi memoria como lo hacían antes?
Sé que he soñado, aunque no lo recuerde. Esas cosas se saben, se intuyen, porque me he despertado sintiéndome diferente.
Muy diferente.
Me he despertado sin ganas de despertar. Sin ganas de vivir.
Si, no era simple pereza. No, qué va, era algo más.
Y me crispa no saber a raíz de qué he pensado tal cosa.
¿Qué he soñado esta tarde?
Me he despertado sintiéndome extraña de mí misma.
Desconocía mi cuerpo, me desconocía a mí misma. Y sonreía, preguntándome por ué debería despertarme y hacer lo que, supuestamente, debía hacer.
¿Me estaré volviendo loca?
Cuando han pasado unos segundos, cuando ya me he despejado y me he puesto en pie... Cuando ya he recobrado mi personalidad, me he asustado. ¿Por qué he sentido aquello?
Maldita sea,
¡¿Qué he soñado?!
Me han llamado Nihilista. No sé el significado de esa palabra.
Me han hablado de “Así habló Zaratrusta”. No he leído esa obra de Nietzsche.
Me han hablado de Sartre. No he leído a Sartre.
Me han comparado con la protagonista de
El Mundo De Sofía. No he leído ese libro.
Me siento absurda. Absurda e inculta.
¿Qué interés tiene una chica preocupada por la dieta de las “naranjas”?
¿Por qué leer el blog de alquien tan simple como yo?
Ja ja... Y yo, empeñada en seguir escribiendo estas “pavadas”.
Creo que estoy enloqueciendo.
Me he despertado extraña esta tarde.
Sentía que no estaba viva, que nada era real.
No, no era como si aún siguiera soñando. No, no era esa la sensación.
Era algo más complejo.
Pobrecita, me dice Tudel. Pobrecita.
Pobrecita, que tiene un radar atrapa gilipollas.
“Te apuntas venirte a Madrid un fin de semana? Seria en febrero o en marzo.”
¿Qué soy?
¿Soy algo?
¿Qué soy?
¿Qué imagen tienen de mí?
¡Estoy harta!
¡harta!
Harta de que no me tomen en serio.
No, ahora no me estoy autocompadeciendo. No, no soy una víctima ni una mártir. No, no quiero comprensión, podéis meteros vuestra compasión por el culo. (Uy, qué he dicho)
Ya no soy aquella quinceañera que esperaba su príncipe azul.
Ya no soy la dieciseisañera (Atenta, Real Academia de la Lengua Española) que decidió salir a besar ranas con la esperanza de encontrar ella misma al hijo puta del príncipe.
Ya no soy la diecisieteañera (y ya van dos patadas al diccionario) que lloraba por aquel que aparentaba príncipe y resultó ser villano.
Y dentro de poco dejaré de ser la dieciochoañera que desapareció para evitar más sinsabores.
No busco amor, no busco sexo, no busco nada.
Sólo un saludo, por favor.
Sólo un saludo. Un maldito “Hola” que me haga sentir humana y no un trozo de carne.
¿Está claro?
No busco amor, pero no soy una puta.
nadie busca nada. Me he convencido que todo lo que llega, alguna vez se va, pero algunas cosas se van mucho antes de haber llegado por completo
ResponderEliminaray, mi niñaa! todos parecen príncipes azules al principio y luego, como la ropa, acaban destiñéndose con el paso del tiempo...no besabas ranas esperando encontrar a tu príncipe, no, besabas ranas esperando que ellas hiciesen de ti su princesa! pero los tíos son demasiado egocéntricos como para darse cuenta de la niña tan especial que eres...
ResponderEliminardicen que algún día el amor llama a tu puerta, pero...y si no llama?? vas a quedarte ahí esperando a que tu príncipe azul venga y te rescate de tu pesadilla? sé fuerte, sé valiente...deja de pensar en cuentos de hadas!! no existen, y si existen durante un tiempo...vendrá la bruja mala y te lo arrebatará todo! siempre ocurre así... que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son! sigue soñando, sigue siendo como eres! pero deja que los sueños sean sólo eso...sueños!
alguien que te kiere muxo en el 2º y q ya hacia d+iado q no escribia...
1 beso!