viernes, 1 de mayo de 2009

Poetry is my Lifeguard




Como es habitual en mí, me costó la vida decidir qué ponerme, para al final acabar poniéndome los recurridos pitillos negros y una camisa de cuadros.

Para cuando me quise dar cuenta ya eran las nueve y media y, para colmo, perdí el autobús. Así que me puse a caminar, con mis botines sin tapas haciendo clac clac sobre el suelo. A ver si voy al zapatero un día de estos…

El aire metiéndose entre mis ojos hacía que estos lloraran, como lo hacen siempre, y para colmo sin lentillas, intentando adivinar qué pasaba a más de dos metros de distancia.

Es curioso que, pese a estar tan feliz como estoy últimamente, aún me tenga que morder la lengua cada vez que recuerdo todo lo que he perdido desde que lo dejara con mi ex, y mordérmela también cada vez que me pellizca esa sensación de impotencia, aunque ya no quiera ni por asomo volver con él. Así que empecé a dar vueltas, a meterme por calles que no suelo frecuentar, a dejar que las lágrimas, no de llanto, sólo de viento, recorrieran mi rostro sin molestarme lo más mínimo en apartarlas. Y pensé que soy feliz. Y no hay más vuelta de hoja. Lo que me pasa es simplemente esto que escribí cuando empecé a salir con él. Y no hay más.

Así que entré en La Curva, a las diez, y me senté con esa gente que no sé si lo saben, pero que sin quererlo ni darme cuenta se han convertido en el mayor apoyo que he tenido este último mes, desde Versátil.es.

Es increíble lo mucho que me ha servido la literatura, y en especial la poesía. El contacto con gente que realmente la vive, y la magia que se desprende cuando un poeta lee su obra. Esa magia que pude vivir el pasado 20 de abril en Arroyo-la Flecha, escuchando a los colmillos. Como una orgía de sentimientos, exteriorizados por cada uno de maneras tan diferentes. Y tan hermosas. Me estoy poniendo súper cursi, lo sé… pero de verdad que no me importa. Ya no.

Y esa magia volví a sentirla el miércoles en La Curva, cuando Vicente Muñoz Álvarez leyó algunos de sus poemas.

Entre cañas, cigarrillos, y la luz justa, el ambiente adecuado para algo de esas características. La forma de leer de Vicente, tan dulce, contrasta con la fuerza brutal de sus textos, y después de su lectura la gente se anima a leer cosas. Pero tengo tanta vergüenza que decido no leer. Sin embargo, Casilda, maestra de ceremonias, dice algo así como “¿No va a leer La niña de las naranjas?”

Y como una gilipollas me quedo en trance, y bastante colorada, pero voy, y leo, (un poemilla corto… vale…) y me siento genial.


Muchas gracias a Vicente, por regalarme y dedicarme Mi vida en la penumbra.

Gracias a La Curva por organizar momentos de este tipo, siendo un pequeño cobijo de encanto dentro de la fría y gris Valladolid.

7 comentarios:

  1. Te odio, ¿sabes? Odiarme a mi mismo por no haber estado allí el miércoles es demasiado egocéntrico.

    No sabes cómo me alegro de ésto.

    Muah

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  2. Me gusta más la felicidad que desprendes ahora. Aunque el fondo naranja era genial, es el único color que tolero...

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  3. Hola nenes.
    a ver, ´angel, no te odies, ni me odies, ya habr´a otros eventos o si no ya quedaremos o qué para tomarnos algo. :)

    M.M: He tenido un problemón de la ostia con el diseño y el blog en general. He puesto este template simple provisionalmente, hasta que encuentre uno que no de problemas.

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  4. Ay Adri, me tienes que enseñar ese bar! :)
    besotes

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  5. Claro, es m´as, Raquel, tenemos que montar uno del estilo en Logroño. :)

    Un beso

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  6. Por cierto, la portada del libro es una foto de los actores de FREAKS una de mis pelis fetiche :)

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  7. ese versátil.es desde que comenzó está cambiando la vida de muchas poersonas. A ver si es verdad que la poesía transforma, coño. Me encuerntro con esa gente, oigo hablar de ellos y de ellas, y me encanta. Algo está cambiando.
    Luisa

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