martes, 9 de octubre de 2012

Pesadilla. (Casa de Insectos, frag)




A María le despierta un zumbido horroroso. Su primera impresión, aún sin abrir los ojos, es que en la habitación ha entrado un abejorro, grande y gordo, que se está dando golpes contra el cristal de la ventana. Porque sobre el zumbido se escucha un ruido crujiente.
Un sonido crujiente.
Cuando pasan unos segundos y María está más consciente, se asusta. El zumbido es suave, pero no cesa. El crujido es continuo y más intenso. Todo es irregular. Viene del suelo. Se lo imagina infestado de cucarachas. Cucarachas apelotonadas unas sobre otras, haciendo sonar sus cáscaras, cas, ca, ras, cas, ca, ras.
Pero las cucarachas no zumban.
María se tranquiliza y pone los pies en el suelo y escucha un crack que le revuelve el vientre aún vacío. CRACK.
Y mira al suelo.
Hay unos insectos desconocidos poblando el suelo de su habitación.
Parecen semicírculos negros, como gambas, pero negros, del tamaño de su pulgar.
Todos ellos tumbados en el suelo de perfil [posición fetal], incapaces de alzar el vuelo.
Abren y cierran las alas [parece que hace daño] y mueven sus múltiples y minúsculas patitas, rozando el lomo del otro, que se abre y despliega unas alas negras que vuelve a esconder y pillar las patas del otro y todo
parece
tan doloroso.
María ve el ojo que ve de cada uno
un solo ojo enorme y redondo
en cada insecto.
María
cree ver en todo esto una alegoría al mito de los andróginos.
Con todo, no puede evitar la arcada y vomita sobre el suelo.
Cuando termina, el ruido ha cesado y no hay rastro de los insectos en la habitación. 

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