en
La Gota De Leche
No, no será una lectura poética al uso.
Y sí, habrá vino.
Y en mis labios roídos por el frío, a duras pena resiste algo del sabor que te comía la boca, bajo las costras que cuentan los golpes, tu rabia y la evidencia de haberme convertido en esclava, sierva y fiel servidora de tu decrépita polla.
Desenredando con mis dedos la punta de mis nervios, musito como si fuera una nana, palabras que puedan darme la fuerza para salir de aquí, pero cabrón, has entumecido a conciencia el valor que me quedaba.
Cuántas veces me has dicho que me quieres. Cuántas veces te han importado tan poco mis gritos de dolor. Cuántas veces me has dicho que siempre has querido lo mejor para los dos. Cuántas veces has obviado mis sentimientos para tenerme arrodillada pidiéndote clemencia con la dignidad envuelta en lágrimas.
Y en la cama, apenas queda nada salvo sudor y una almohada sobre la cual sólo reposan las más terribles pesadillas. Y, entre las sábanas, los restos de un placer ya extinto. Tus ronquidos de vividor, la fiera exhausta tras una dosis de sexo no consentido.
No puedo salir. No puedo quedarme. No puedo quererte. No puedo, no puedo, no puedo moverme. No puedo esperar que esto cambie. No puedo esperar sin más, pero cariño, me has quitado hasta las ganas de vivir si no es de esta manera. Si no es a tu manera ya no sé. No puedo.
Azulado a contra luz
con dos cervezas mediante
el capital ahora no es importante
por eso brindo a tu salud.
Aunque nos quieran pisotear los gigantes
le dijo Don Quijote a Rocinante
más vale seguir caminando
aunque el futuro nos venga demasiado grande
Esta noche seguiremos brindando
y mañana el que se levante, que ande.
Awi y Aitor Cuervo
(Cosas como esta sólo pueden ocurrir un domingo de madrugada en el café La Luna)
Ahora que tengo suelto, espero al autobús, y cuando llega dejo en la marquesina la enorme bolsa del Corte Inglés con las botas rotas dentro. Igual, quién sabe, a alguien le viene bien una buena dosis de energía negativa.
Los mosquitos en invierno se instalan en nuestras cabezas.
Así estamos, amor, fríos y ausentes
como dos desconocidos.
Los mosquitos en invierno desaparecen tras nuestras retinas,
y absorben sin reparo alguno el deseo de julio
y el amor prometido a finales de septiembre.
Las pocas ganas de volver a verte,
que se reparten como rumores y repiten como oraciones,
se han quedado a vivir en mi cabeza y me dicen que tú, amor,
sientes lo mismo.
Las avispas de este verano, los grillos de aquellas noches
o los tábanos impertinentes que se alimentaban de nuestra sangre caliente,
enfrían ahora lo poco que nos queda de pasión
y las ganas, como las abejas,
no nos engañemos, amor,
murieron después de clavar el aguijón.
Publicado en el número 16 de Elefante Rosa (Edición Valladolid).
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Pasos hacia delante, dados hacia tras, pasos en paralelo a otros, pisadas que se cruzan con unas dadas antes…el camino del pintor. En el se disfruta y se sufre, no siempre a partes iguales, cada paso. Esfuerzo prolongado durante los días y las noches. Trabajo realizado a lo largo del tiempo. El verdadero interés de las sendas que Eduardo Alvarado va recorriendo día tras día reside en el descubrimiento que se le ofrece al caminar. Tenemos la suerte de recorrer los pasos ya dados de este artista, viendo la exposición y este catálogo, pero mucha más satisfacción tiene su autor; el tiene la primicia de haber dado cada paso como nuevo descubridor que abre los ojos al mundo que le rodea.
La diferente intensidad con la que se ven los días grises, el color que adquiere un día soleado distinto del que poseía el día anterior…cada pequeño detalle, cada rendija de luz abierta un día vira en pro del matiz adecuado al siguiente. Dificultad y gratitud para el artista que tras duros periodos de guerra, en esa lucha continua, encuentra la paz en el equilibrio del trabajo bien hecho. Trabajo que cabría aclarar es vida, puesto que Eduardo Alvarado, como todo artista comprometido, hace del trabajo su vida; puesto que la pasión que los hace uno es tan grande que no deja sitio a otra opción. […]
Por lo ya dicho, solo disfrutar de la obra que Eduardo Alvarado presenta en esta ocasión en la Sala de la Fundación Caja Rioja y que permite al espectador admirar la aparente facilidad en la ejecución de su obra. Una apariencia ilusoria que no es más que el fruto de muchos esfuerzos, de muchas horas de estudio, de trabajo, de perfeccionamiento de algo que para el artista no es más que el cumplimiento de su destino.
Texto: Almudena Navas Pinar.