Pues porque se tiene que terminar, y punto. No nos vayamos a volver locos ahora.
Vuelvo al blog esta noche porque me siento un poco en la obligación moral (¿en serio he dicho esto?) de volver antes de que se acabe el año. Como volver a casa por navidad. Como tener que escribir una despedida, como tener que hacer recuento y propósitos para lo que viene. Pues ya ves. Para mí es un poco absurdo, la verdad, verme aquí, en esta tesitura. Sí, porque para mí está claro que los ciclos empiezan y terminan en septiembre. Está clarísimo. Pero en septiembre no se celebra nada. O, bueno, igual sí. Quiero decir. En Logroño se celebra San Mateo en septiembre. Y tal vez por eso tiendo a vivir esas fiestas con una tristeza inusual, entre bares llenos y fuegos artificiales. En especial este año. Qué tristeza tan enorme en septiembre. Pero es lo que tiene el final del verano también y el principio del frío. Es como un anochecer en letargo, y bueno, los anocheceres y las tardes de domingo. ¿Sabes lo que quiero decir? Ese naranja. Que me da toda la rabia citar a estas alturas a Foster Wallace. Ahora que a nadie le gusta, que está tan mal visto. Como si digo que me gustan (aún, a dónde vas, ¿no?) Vetusta Morla. Qué insensatez, y tú te haces llamar poeta, y etcétera. Pero sí, bueno, decía él en La broma infinita que... un momento, no. No, lo que él decía es que los sentimientos profundos son de un vago rosado. Vale, entonces me libro de citar a Foster Wallace, claro, porque para mí la nostalgia, la resaca y los finales son naranjas, como las tardes de domingo. Ahora sí que soy poeta, claro, ahora que me cito a mí misma.
La ansiedad también me parece naranja. Va un poco con eso la cosa de las tardes de domingo. Siempre que digo "tarde de domingo" me viene a la cabeza una imagen. Somos tres amigas en el patio del colegio de Baños. Como en Baños no había parque, entrábamos al patio del colegio los fines de semana. Y estábamos en la parte donde aparcaban los coches los profesores. Llamarlo aparcamiento me parece excesivo. Pero claro, los domingos no había coches. Era una pequeña explanada de cemento, sin más. Y ahí nos quedábamos, jugando a alguna tontería, o haciendo de los juegos una tontería mientras nos hacíamos mayores y aparcábamos la goma de saltar para hablar de tonterías propias de la edad. Y era domingo, a lo que iba, y estábamos ahí mientras el cielo se iba poniendo naranja y sabíamos que ya estaba. Ya está, tenemos que volver a casa, para volver mañana aquí. Era una tristeza rara, era una tristeza hermosa.
Septiembre es naranja por completo, y el número siete es verde Spotify. Digo verde Spotify porque veo el logo en la pantalla y es el verde que me parece que mejor le va al número siete. Pero me estoy saliendo de foco. Un momento.
La cosa es que no sé muy bien qué termina ahora. Se termina mi contrato en el curro donde estoy ahora, por ejemplo, dentro de diez días. Me preocupa quedarme sin dinero y tener que volver a casa, claro, pero confío —y sé, porque lo sé y lo quiero— en encontrar otro trabajo para poder quedarme aquí en Madrid. Porque aquí soy feliz, y eso es una cosa muy seria.
¿Sabes cómo empecé el 2014?
No, da igual. Olvida esta pregunta. Lo importante es cómo lo termino. He cerrado la tienda online de La Plaquette.
Si no sabes de qué te hablo, no te preocupes: te lo voy a contar igual.
Empecé el 2014 en casa de Adriá, porque Adriá estaba enfermo y no iba a salir. Así que fui a su casa después de cenar con mi madre y nos pusimos a ver vídeos tontos de Youtube hasta que se hizo tarde y volví a casa. La gente aún seguía de fiesta, claro. Así es la vida. Tú te vas, y la gente sigue. Me desvío, perdona.
La cosa es que yo en enero tenía una librería que abrí en noviembre. El 3 de enero ya tenía organizado un evento en la librería, y se llenó, en serio. Presentamos Deshielo y ascensión, de Álvaro Cortina Urdampilleta a mediodía. Cuando estaba preparando la presentación, me sorprendió alguien con un regalo: mi perfume favorito de todos los tiempos: Hugo Deep Red. Por la tarde, esa misma persona me escribió un mensaje súper largo por Facebook, que no leí porque me dio la risa sabiendo lo que me estaba diciendo. Mi respuesta fue: Ok, chao :)
Me río porque me da risa cuando se trata de terminar algo que no ha empezado. ¿A qué viene el drama cuando no han habido sentimientos? Es absurdo. Cuando no ha habido nada, quiero decir. Si una cosa no ha empezado, no puede terminar, pero más absurdo aún es tratar de dotar de un fingido sentimentalismo esa despedida. Es una mera interpretación, ¿sabes lo que te quiero decir? No siento nada, pero quiero sentir. Quiero forzarme a sentir. Quiero que esto sea real, y por eso lo pongo por escrito. Y si es posible hacerte daño, para hacerlo más real. Pero conmigo eso no funciona porque soy incapaz de tomarme nada en serio cuando no estoy enamorada.
Y ahí estaba yo. Había montado una librería en Logroño, organizaba eventos todas las semanas, pedía libros, los devolvía, vendía algo, yo qué sé. Lo que viene siendo un negocio pequeño. Salir de casa con vestidos cortos, botas altas, boina, el MP3 a tope, abrir, subir la persiana, sentirme a salvo: Joder, esta es mi casa, esto es mío porque yo lo he construido. Joder. Y si no funciona, se cierra. Y no hay drama. Porque las cosas se acaban y se tienen que acabar. Ponía el disco Himself de Gilbert O'Sullivan y nadie me podía tocar. Te lo prometo.
Te lo juro, siempre he vivido de alquiler.
Y ahora qué hacemos. Lloraba a veces, claro, y escribía mequieromorir por todos los papeles, porque aún estaba enamorada (ay, amigo, claro que estaba enamorada). Y así llegó febrero y volvió el amor después de un bloqueo emocional de cinco meses. Ey, sí, habéis contado bien: desde septiembre.
En junio decidí cerrar la librería.
¿Por qué cerraste la librería?
La parte terrenal: no se vendía tanto como para afrontar los gastos del alquiler, de la cuota de autónomos, de la declaración trimestral, y pagar a las distribuidoras, las editoriales y los gins tonics. No me daba.
La parte emocional: estaba cansada de organizar eventos para que no viniera nadie. Estaba cansada de buscar en Logroño algo que me motivara a seguir haciendo algo por esa ciudad. Soy una hija de puta hablando así, lo sé. Pero estaba cansada de forzar esa relación con Logroño. Ah, amigo, sí, vuelvo a lo mismo de antes. Es una relación estéril, pero quieres forzarla para que sea real. Ponerlo por escrito o hacer carteles y ponerlos por ahí. Para hacerlo real. Para decir: Logroño, confío en ti y te amo, estamos juntos en esto.
Pero yo no me despedí de Logroño. Simplemente tenía que salir de allí.
Porque no tengo paciencia. Podría haber aguantado el año, como todo el mundo me decía. Quizá sí. Podría haber considerado las deudas como parte del negocio y no como una vergüenza absoluta. Podría haber insistido más en nuestra relación. Coño, Logroño, mira qué buen rollito con el bueno de Gilbert en el plato, con Pshychedelic Furs y con Fleetwood Mac, por supuesto, porque aún seguía latente la fiebre American Horror Story: Coven entre las jovencitas seguidoras de la serie y fans de Escandar Algeet, Elvira Sastre e Irene X. Oh, yes, darlings.
Pero yo no tengo paciencia. Y si las cosas no funcionan, digo hasta luego, como Cher en Sirenas. Y saldo las deudas, recojo y cierro con la misma determinación (¿y podemos decir aquí valentía?) con la que abrí.
Así que, veamos. 2014, qué rápido y qué intenso has sido. Tantas cosas en tan pocos meses, ¿verdad?
Y no solo por la librería, claro. Ya ves tú. Que también hubo tiempo para el ego y para los círculos. Ay, sí.
Fíjate, que yo en enero de 2014 aparecí en Radio 3, en Hoy empieza todo con Marta Echeverría, hablando de Erosionados. Y, aún es más, y aquí el círculo: en enero de 2014 bajé a Madrid para presentar la antología en La Central de Callao.
Y luego llegó marzo, te mueres, y aparecí en el telediario de TVE en un reportaje sobre blogueras.
Y fuimos a Barcelona (ay, ¡Barcelona!), y estuve muy bien recitando en Pequod. Qué bien, de verdad. Recuerdo ese viaje con tanto cariño. Y cuando volvimos, que yo iba leyendo el libro de Astur en el bus, y no paré de llorar de Calahorra a Logroño.
Y, ojo cuidao, que 2014 termina como EL AÑO EN EL QUE APARECÍ EN INTERVIÚ. Allá por mayo, que era por mayo, cuando hace la caló.
Posando en La Plaquette, además. |
Y qué más. Pues eso, que fue un verano amargo. Un verano de devolver libros, de mover la tienda online por las redes al tiempo que me hartaba más y más y más de las putas redes, de Facebook, del mundillo, de yo
qué
sé.
Y mi miedo y mi ansiedad: a no hacer nada. A decir: volvemos a estar igual que antes, colega. En Logroño, en casa de tu madre, sin trabajo, sin inspiración, además. Porque desde que volví a Logroño en agosto de 2012 me costaba horrores ponerme a escribir algo decente. Mi puta vida.
Y esa tristeza irracional que se me había instalado de una manera tan brutal. ¿Pero de dónde salía toda esa tristeza, por favor? Me ponía a llorar y solo podía preguntarme cuándo
va
a
terminar
esta
tristeza.
En agosto ya estaba triste. Bajé a Madrid a hacer algo. Patty, hagamos algo. Bajo a Madrid y grabo este vídeo con Patty y La Chica Metáfora:
Un viaje exprés de esos que me montaba yo. Y los viajes exprés tienen eso de volver pronto. De volver. Y vuelvo. Es agosto y la tristeza sigue ahí. Intengo volver a emitir Fosfatina, pero no hay nadie que escuche, o eso creo, y además Spreaker va fatal en el portátil viejo, y en el nuevo no hay salida de micro (aloha? ya) y pf, que no estoy motiva y ya está. Óscar Sejas me invita a un evento en un pueblo cerca de Valladolid, y está bien, porque así salgo, leo mis mierdas y paso unos días con Dre en Valladolid. Pero qué tristeza más tonta.
Imagínate. Es agosto y estoy rígida como una tabla. Volvemos a Madrid a finales de mes. Quiero estar bien, pero estoy tensa, y no soy capaz ni de hablar con nadie. Volvemos y tengo cosas que hacer. Demian me va hacer una fotografía para su proyecto Perdidos y esa misma noche recito en el Aleatorio y después J. pincha. Pero yo después de recitar soy un desastre. Me dan ganas de llorar o de vomitar o de morirme. En ese plan, cómo voy a integrarme en la vida de nadie. Cómo me van a querer con esta tristeza absurda y brutal que me atenaza los músculos. Quién.
Para colmo, al día siguiente me encuentro en La Central un ejemplar de la primera tirada de Ánima esquiva y. Bueno, de eso ya hablé aquí: No longer stocked.
La cuestión es que termina agosto y terminan muy mal las cosas con la editorial Origami, con quien saqué mis últimos dos libros y para quienes coordiné la antología Erosionados.
El 1 de septiembre, bajé a Madrid (otra vez, cuántas veces en poco tiempo) por una entrevista de trabajo. Después de la entrevista, de la cual salí muy contenta aunque, yo qué sé, luego me fue entrando la inseguridad a medida que me iba acercando a Logroño, Dre me comentó que al parecer Origami me había descatalogado.
Esa misma semana tuve otra entrevista de trabajo en Logroño. Un curro que estaba hecho para mí y por el que parecía que irían a pagarme bastante bien.
J. me preguntó: ¿Y si te cogen en los dos... te quedas en Logroño o te vas a Madrid?
El contrato que me ofrecían para el curro de Madrid era solo de tres meses con pocas prácticamente nulas posibilidades de que se fuera a alargar. El del trabajo de Logroño me aseguraba al menos nueve meses.
Estaba claro que iba a bajar a Madrid porque lo que menos me importaban eran las condiciones. Yo solo necesitaba salir de allí.
Pero, aquí la impaciencia otra vez. No me llamaban. Se me acumuló un dolor en la espalda que me quería morir. Solo era ansiedad, pero no me podía mover a no ser que me tomara un Lexatin. Así que, estaba claro, era el momento perfecto para maquetar La Fanzine #11: El futuro. El futuro, nada menos. Que es la cosa en la que menos he pensado en la vida. Y a ratos bien, muy bien, y a ratos con los nervios que me tiro de los pelos mientras busco curro y descartan todas mis candidaturas. Así que Dre me salva la vida un poco más y me ofrece quedarme unos días en Valladolid. Y fijaos qué impaciencia la mía. Os lo juro, ahora que lo pongo todo por escrito y veo las fechas. Sigue siendo septiembre, joder. Sigue siendo septiembre, hice la entrevista el día 1, y me escriben el 29 para decirme que empiezo a currar el 30. Os juro que septiembre se me hizo más largo que todo el 2014 entero. Así que con la misma maleta con la que bajé a Valladolid, me despido de Dre en la estación y me voy a Madrid, con Patty, con Nares, con Mayte. Todo rodado: tienes que estar en Casa Deliciosa. Y aquí estoy.
Esa es la cuestión.
Y que si septiembre pasó como un año entero sin que apenas pasara nada, estos tres meses en Madrid se han pasado como un suspiro, pero joder qué suspiro. Joder.
Toda la gente que he conocido, la vida que me he hecho aquí, esta felicidad que no me la quita nadie salvo por ese miedo a tener que volver otra vez.
Que qué me ha hecho Logroño. Nada. No me ha hecho nada. No he tenido ninguna movida, nadie me ha hecho daño. Sencillamente porque nada me duele en Logroño. Es como si estuviera muerta. Las cosas me pasan por encima en Logroño. Nadie me ve en Logroño. No existo. Es una sensación extraña. Ya me tomaré el tiempo algún día de pensar en ello. De dónde viene toda esa tristeza. De dónde viene todo ese rechazo. Lo único que puedo decir es que no puedo estar allí porque no soy feliz allí. Soy feliz aquí.
Aquí, joder, en Madrid. Aquí sí.
Y es aquí donde me voy a quedar.
Ah, y eso. Que he cerrado la tienda online de La Plaquette, porque sí, porque se tenía que terminar ya, y punto. A otra cosa.
Feliz 2015.
PD: Sí. Me llamaron para el trabajo en Logroño, al poco de llegar a Madrid. Sí, sí. Y dije no.