Durante esta semana recibí una petición de amistad en Myspace. Porque sí, tengo de eso, aunque no suelo utilizarlo. Para qué engañarnos: prefiero Blogger.
Quien quería ser mi “amigo” era Zahara, para cuyo concierto tenía (y tengo) la entrada número uno. Podéis haceros entonces una idea de la sorpresa que me llevé. Zahara, la cantautora mandarina, aquella que regala dulces en los conciertos, tal vez para endulzar esa tristeza que envuelve a uno cuando escucha temas suyos como piscinas en verano. Ella me había enviado una “petición de amistad”.
A partir de ahí comenzamos a enviarnos mensajes a través de Myspace. Nada del otro mundo, sólo que al decirle que trabajaba en una tienda de dulces, ella me respondió:
Si me llevas chuches me da un ataque de felicidad histérica alli mismo!
jajajaja
en serio!:)
oh!
Z
Así que esta tarde, en un momento de poco jaleo en la tienda, me puse a llenar una bolsa de gominolas. Corazones, besos, ositos, huevos, conos, fresas… mi pan de cada día.
Y a seguir con las pipas, con los tardíos que a última hora vienen a comprar el pan, y una chica que me pregunta “¿pero no tenéis cebolletas con sabor a anchoa?” hasta las nueve y media, que viene Sara a buscarme y nos vamos un poco más allí: al Café Teatro.
Nos regaló su simpatía, su sentido del humor, su imagen de niña, de inocencia, en su mundo de piruletas y letras amargas, tristes, y, en momentos, hasta desgarradoras. Un ambiente cálido y agridulce, cargado de contrapuntos, de sonrisas entre canción y canción; canciones cargadas de sentimiento (que no sentimentalismo) que en alguna ocasión terminaba alejada del micro, desahogada en gritos más agónicos que melódicos. Simplemente estremecedora. Simplemente, genial.
Una voz tan dulce capaz de decir cosas tan duras.
Al terminar de cantar con las ganas no pudo evitarlo y lloró.
Y yo, sorprendiéndome a mí misma, sorprendiendo a mi timidez, me encuentro en primera fila ofreciéndole el kilo de gominolas, esperando poder cambiar esa tristeza por un ataque de felicidad histérica.
Abre la boca soprendida, como una niña, muy agradecida.
Y Sara diciéndome las tres palabras que más veces he oído a lo largo de mi vida: ¡qué roja estás!
Y Zahara con un pañuelo y alguna lagrimilla. ¡Me han regalado chuches!.
Sólo espero que ese detalle fuera en parte el causante de la alegría que le invadió a continuación, cuando cantó Chico Fabuloso.
Piscinas en Verano:
(Y que algún día, por qué no, diga: Una vez, en un concierto, la niña de las naranjas me regaló un kilo de chuches.)
*La foto es obra de José María Rodríguez.