He perdido la espontaneidad y las ganas.
Me da cierto reparo utilizar la palabra amor y derivadas. Cuando se ha querido tanto los te quiero salen muy fáciles. Sobre todo los falsos. Cuando se ha tenido lo real, todo este circo de plástico es tan banal que mentir resulta asquerosamente fácil.
Es mi mantra, y quisiera evitarlo si no fuera porque he querido tanto que ahora lo que vosotros sintáis me da completamente igual.
La mentira como pasaporte a una sociedad que no entiende absolutamente nada. La aceptación de un cuerpo que ya no parece mío porque por demasiado tiempo fue propiedad de otros. Tan tocado, tan usado, tan mitificado, tan desperdiciado.
No me reconozco.
Ya no funciono. Y ni siquiera me quiero molestar en ponerle empeño porque sé que voy a seguir sintiendo absolutamente nada.
Porque he perdido la espontaneidad y las ganas y últimamente dejo de estar cachonda si estoy borracha.
La belleza se ha transmutado hasta volver a ser la chica del principio, y si digo que no me veo es porque no me reconozco en el espejo.
No me preocupan las heridas, por mucho que duelan; lo que me preocupa es haber perdido lo que mejor se me daba, la espontaneidad y las ganas. Lo que me preocupa es haber llegado a un punto de no retorno al perder la capacidad de soportar el placer. Lo que me preocupa es haberme secado porque he perdido los sentimientos en cada lágrima. En cada golpe. En cada recuerdo. En cada palabra.
y a borbotones escapa mi impotencia,
y la sangre,
y la impaciencia,
y lágrimas,
y vergüenza.