Con Ilyena siempre iba una pelota de goma rosa. Al parecer se lo había regalado un antiguo cliente tetrapléjico.
- ¿Por qué no te deshaces de la pelota? – Pregunto cuando entra en casa.
- ¿Por qué no te deshaces tú de esa merluza congelada que tienes en la estantería de la habitación?
De noche, querida, todos los gatos son pardos. Hasta las merluzas.
Ilyena, estúpida e ingrata prostituta. Besarla es lo más que pude hacer ese día, antes de comentarle lo ocurrido el día anterior.
- Vi a Vega.
- ¿Quieres volver con ella?
- ¿Qué pregunta es esa, Ilyena? ¡Claro que quiero volver con ella!
- ¿Y yo...? – Sus ojos estallaron como dos bolas de gel explotadas por un lápiz.
- Tú ¿qué? Tú... – En ese instante pude haber dicho que me importaba más bien nada, que no es más que una puta y que ya podía ir yéndose para no regresar. Pero fui realista. – No tienes de qué preocuparte. Ella jamás volverá.
Me di cuenta entonces de que acababa de hacer un reemplazo.
El capricho y el orgullo hicieron de mí un fantasma arrogante.
Bajo el tacón d’or, baldosa luminosa que hace de este circo un escaparate y de Ilyena un maniquí. La odio tanto que no puedo evitar querer besarla.
Ilyena me araña, y de mis llagas emana gelatina azul con sabor a vodka. Ilyena me muerde, y el color de mi piel se torna naranja incandescente.
No me aporta nada más que recuerdo y ganas de gritar, aunque me empeñe en morderme la lengua.
Podría romper todas las ventanas y arrojarme al infinito, pero prefiero quedarme aquí, desnuda con ella, ahogada en un grito de silencio.
La naturaleza me dotó de esta capacidad hacia la infelicidad.
Simple, parece simple esta situación, de acostarme a su lado entregada al dolor, o tal vez al placer. No entiendo, no duele esta vez. O sí, quizá más adentro.
Áspera sensación de sábana blanca, reacción de felicidad indolente; un poco menos inteligente.
La maté para lograr la redención, pero nadie me advirtió de cuánto dolor causa la melancolía.
- ¿Por qué no te deshaces de la pelota? – Pregunto cuando entra en casa.
- ¿Por qué no te deshaces tú de esa merluza congelada que tienes en la estantería de la habitación?
De noche, querida, todos los gatos son pardos. Hasta las merluzas.
Ilyena, estúpida e ingrata prostituta. Besarla es lo más que pude hacer ese día, antes de comentarle lo ocurrido el día anterior.
- Vi a Vega.
- ¿Quieres volver con ella?
- ¿Qué pregunta es esa, Ilyena? ¡Claro que quiero volver con ella!
- ¿Y yo...? – Sus ojos estallaron como dos bolas de gel explotadas por un lápiz.
- Tú ¿qué? Tú... – En ese instante pude haber dicho que me importaba más bien nada, que no es más que una puta y que ya podía ir yéndose para no regresar. Pero fui realista. – No tienes de qué preocuparte. Ella jamás volverá.
Me di cuenta entonces de que acababa de hacer un reemplazo.
El capricho y el orgullo hicieron de mí un fantasma arrogante.
Bajo el tacón d’or, baldosa luminosa que hace de este circo un escaparate y de Ilyena un maniquí. La odio tanto que no puedo evitar querer besarla.
Ilyena me araña, y de mis llagas emana gelatina azul con sabor a vodka. Ilyena me muerde, y el color de mi piel se torna naranja incandescente.
No me aporta nada más que recuerdo y ganas de gritar, aunque me empeñe en morderme la lengua.
Podría romper todas las ventanas y arrojarme al infinito, pero prefiero quedarme aquí, desnuda con ella, ahogada en un grito de silencio.
La naturaleza me dotó de esta capacidad hacia la infelicidad.
Simple, parece simple esta situación, de acostarme a su lado entregada al dolor, o tal vez al placer. No entiendo, no duele esta vez. O sí, quizá más adentro.
Áspera sensación de sábana blanca, reacción de felicidad indolente; un poco menos inteligente.
La maté para lograr la redención, pero nadie me advirtió de cuánto dolor causa la melancolía.
Fin.
Canción: Mad World
Intérprete: Michael Andrews feat Gary Jules
álbum: Donnie Darko O.S.T
La gente corre en círculos
Hola Awy querida, un relato muy bueno; llevo días sin pasar por aquí debido al trabajo, pero voy a intentar venir más a menudo en adelante. Un beso, querida,
ResponderEliminarV.
...hay quienes perfilan figuras octogonales recorriendo cada segmento de unión...infinitos besos de bolsillo...
ResponderEliminarUn excelente final (siempre acompañado de una magnífica banda sonora)...
ResponderEliminarUn relato resignado con sabor amargo hasta el último mordisco...un amargo pasado a la fuerza con vodka...desbordando sentimientos cetrinos que indefinidamente seguirán empañando una historia de fantasmas...fantasmas e incompletos...
no eran 15??
ResponderEliminarbuenísimo el relato... genial como siempre!
ResponderEliminarmil besos
No, no son 15. Quince Mordiscos es el título del relato. Se titula así porque el nombre de "Vega" se repite quince veces a lo largo del relato, lo que supone quince mordiscos para el personaje protagonista.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestras palabras.
relato pedante, lleno de palabras manidas y que no dicen nada. supongo que la niña de las naranjas ha querido realizar un ejercicio creativo, ahondando más en el estilo que en la calidad literaria. Yo pasaría los textos por el corrector ortografico antes de ponerlos en tu bitácora, porque hay deslices como escribir yaga en lugar de llaga que no se pueden permitir, o formas expresivas como el último párrafo donde el lector no sabe si la rima es buscada y deberías cuidar ciertas expresiones, yo sigo sin saber lo que quieren decir
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarPues muy bien, estás en la final.
Mañana se dispondrán las bases de cómo será esta “final a 5” o “FinalFive”.
Espero que no falles, jeje.
Saludos
se me olvidaba: buena selección musical.
ResponderEliminarlo que se te olvidaba era poner el link de tu blog, soplagaitas.
ResponderEliminarEstimoso Rubpe:
ResponderEliminarClaro que es pedante, sobretodo para el lector aficionado a Zafón, Dan Brown y esa gran escuela de escritores de "peliculas leidas" (lease: michael crichton).
Le recomiendo, sinceramente, que no se esfuerze demasiado en entender este texto, no vaya a hacerse daño, y sientese a leer un buen tecno-thriller mientras escucha la banda sonora de El Código Da Vinci y ve Los Hombres de Paco.
Las mejores cosas en esta vida son las que se dan ya masticadas.
Me recuerda aquello que oí en una ocasión de que el ser humano es como la enredadera; no se suelta de una pared hasta que no aparece otra a la que agarrarse.
ResponderEliminarMadre mía, esta canción me tiene enamorada!! Qué bonita...
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