miércoles, 10 de noviembre de 2010

Presentación de mi libro, regreso al futuro y cantando Shampoo remembering noventa's

Estoy casi tan nerviosa como los días previos a mi primera comunión. Y es que el viernes (12 de noviembre de 2010. Quédate con esa fecha) presentaré La Niña de las Naranjas. Palabra de Awixumayita, el libro basado en este blog y por el que resulté premiada en el X Concurso de becas para jóvenes "con proyección". Estoy muy emocionada, además, porque me acompañarán tres cracks: la bloguerísima Belén In Red, el "cachondo mental" -te quedaste con la etiqueta- de la poesía contemporánea Antonio Díez y el inclasificable José Manuel Vara, que ya me venía apoyando en esto de la literatura desde La Soledad del Café. El acto -qué mal me suena esto del "acto"-, que forma parte de la programación de Artefacto 2010 -que, por otro lado, este año lleva por título "Sin*"- sera´en La Gota de Leche a las ocho de la tarde. Supongo que va a ser de vital importancia leerme otra vez Cómo exorci-sar,.. exoritar... esto... e-xor-cis-tar... exor... (como se diga) el miedo a hablar en público o beberme un par de gins.


Por si esto no fuera demasiado, la fiesta continuara´ en el Riff a partir de las diez de la noche, donde estaremos leyendo poemas Antonio Díez, Aitor Cuervo y yo.



¡Va a arder Logroño
Y quiero que vengas.






Temazo de Shampoo para terminar de redondear la entrada:

jueves, 4 de noviembre de 2010

Ciber Punk



No puede haber nada personal dentro. Seguro que no. Él siempre ha cuidado de mantener al margen su vida “profesional” de todo lo demás. Pensando así parece mucho más fácil desgarrar con la llave del buzón el sobre. Týchi̱ extrae de su interior un folio en cuya parte superior puede leerse Αποδόμηση της αισθητικής. El resto está en blanco. Hay más papeles. Trozos más o menos pequeños. Todos en blanco. Gracias por tu gran aportación a la galería, gilipollas. Piensa Týchi̱ en voz alta. Se enciende un cigarrillo aún frente a los buzones. Nunca le resulta fácil con los guantes, pero son costumbres que no va a cambiar. No se los quitará hasta llegar a la intimidad de su casa. Una vecina mayor que acaba de entrar le suelta la misma retahíla de todos los días. No se puede fumar aquí. Por lo menos apágalo antes de meterte al ascensor. Bueno días, señora, le responde ella, con la sonrisa cínica y desgastada de quien está de vuelta de todo.
Týchi̱ se queda un rato más en el portal, aunque el tabaco hace tiempo que sólo le proporciona arcadas. En el fondo quiere más. No se va a conformar con un catálogo en blanco. Una serie sobre la deconstrucción de la estética. Definitivamente el arte contemporáneo es una mierda. Rebusca con sus dedos enfundados en tela negra. De otra forma no podría. Los guantes, el tabaco, la sonrisa, son sus salvavidas. Rebusca entre los papeles, vuelca el sobre, y, ahí está. Pillada por el pliegue del sobre, en el fondo, una fotografía. Y ahí está él. Y ahí está ella. En el centro de la imagen, la mujer que siempre le pareció simple, aparece con el gesto triste de aquella Marilyn de Arnold Newman. A su derecha, en el extremo superior izquierdo de la foto, el espejo retrovisor enmarca la mirada fija de un hombre que parece haber perdido todo atisbo de emoción, humanidad, identidad. Detrás de ella, a través de la luna, parece distinguirse un paisaje de cemento mojado. Tan gris y desprotegido como un edificio en construcción. Aunque la fotografía no permite ver quién está al volante, Týchi̱ se siente aliviada al comprobar que no es ninguno de los dos. No entiende, sin embargo, la frialdad de uno y la tristeza de otra. Semejante hieratismo parece más propio de quien lleva las riendas o tiene claro a dónde se dirige. Pero él está en el asiento de atrás, como el niño al que los padres no informan del destino ni del tiempo que les queda para llegar. Con el cigarro, Týchi̱ abre un pequeño agujero en la luna del coche. Éste se extiende, manteniendo siempre un círculo perfecto, hasta hacerse más grande que la propia foto. Týchi̱ aprovecha el hueco para entrar y llega al edificio en construcción. Gira la cabeza, esperando encontrarse con el coche, pero no hay nada. Absolutamente nada. Como si la fotografía fuera un agujero negro. El punto final de una historia y/o el comienzo de una nueva. Con paso decidido marca territorio con sus tacones por el punto medio. Todo está mojado. El espacio, una simple explanada de cemento bordeada por paredes de ladrillo a su izquierda y a su derecha, pero sin techo ni entrada ni salida, se encuentra entre un campo de mala hierba y barro, a su vez delimitado por unas vallas oxidadas y con agujeros pequeños por donde pueden colarse niños y gatos. Týchi̱ reconoce en seguida que se encuentra en el patio del colegio donde estudió cuando era niña. A ambos lados, Týchi̱ reconoce a todas las personas que pasaron por su vida. Se escucha la mezcla de varias músicas que suenan de diferentes radiocasetes. Flotan los humos de diferentes cigarros y los gritos de diferentes dolores. Se encuentra en el polideportivo que estaban construyendo cuando ella dejó la ciudad.
Llega al centro y pregunta a una joven si reconoce a la chica de la foto. Ella no le hace caso y continúa pintando las líneas del campo de baloncesto con mostaza. Cuando se le termina el bote, abre uno de Ketchup, observa la fotografía, mira fijamente a Týchi̱ y le dice: “Él ya no está con ella, está conmigo”. Týchi̱ se reconoce en los ojos de la joven y le responde que eso no es posible. “Tú no podrías aportarle nada”. “¿Porque no me parezco a ella o porque me parezco a ti?”. Su cuerpo comienza a llenarse de cables que surgen de sus oídos. El resto de personas comienza a sufrir la misma transformación y el lugar se llena de un silencio insoportable. “¿Dónde puedo encontrar a esta mujer?” Pero no obtiene respuesta. Nadie puede escucharla. La joven, una vez terminado el bote de Ketchup, comienza a dibujar las líneas del campo con mariquitas y escarabajos que corren en procesión formando rectas rojas y amarillas. Son tantos que más que correr parece que ruedan muertos, emitiendo un sonido similar al de las canicas. Týchi̱ intenta huir, pero al llevar su cigarro a la fotografía éste se apaga, se reblandece, se hace negro, se transforma en cable y se introduce entre el índice y el corazón. Nota cómo recorre todo su brazo derecho, cómo llega al hombro, dibuja sus clavículas y sube por su cuello, su cráneo y sale bifurcado por ambos oídos. Al principio siente miedo. Después cree que no le va tan mal y empieza a alejarse hacia delante. Pasa el polideportivo, la hierba y el barro, la valla oxidada, los primeros años de adolescencia, el bachillerato, el primer amor, los primeros años de universidad, los proyectos, las canciones, la subvención, la inauguración de su galería, y todo el daño sufrido hasta ahora. Týchi̱ camina y coqueta oscila los cables que le cubren. Son parte de ella. Como el maquillaje, las braguitas y los empastes. Semáforo en rojo –que te la coj…- y sus botas levantando el polvo de la acera como un dibujo animado acelerado. Stop. A su derecha una muñeca robotizada con la mirada perdida se contonea. Týchi̱ la envidia y la mira un poco. Muy poco. Tan poco que el cielo empieza a oscurecerse demasiado pronto. Tan poco que el semáforo cambia de color y la muñeca empieza a cruzar. Tan poco que el semáforo vuelve al rojo . Tan poco que la muñeca dobla la esquina de la calle de en frente y la pierde. Tan poco que Týchi̱ pierde el color de su maquillaje, el aleteo jovial de sus cables, algunos dientes y el último autobús –eléctrico- que cruza la calle. Cruza la línea espacio – tiempo. Cruza la cara con un golpe de realidad a nuestra heroína y aún dolorida se recompone pero sin ser la misma. Se ha agotado la batería, la belleza y la vida. El semáforo vuelve al verde y vuelven a Týchi̱ todos los dientes, el maquillaje y la señora del portal que aún sostiene la puerta del ascensor. “Si tiras esa mierda te espero para subir”. Y Týchi̱ se pregunta si se refiere al cigarro o a la foto.


Carl Sandburg y
Marilyn Monroe por Arnold Newman




miércoles, 3 de noviembre de 2010

un poema de Jorge Pascual

publicado en el número 12 de la revista azul eléctrico


para que no podamos olvidar nuestros pasos...
para que permanezcan...
como tequieros entre los bosques de la adolescencia






Los paisajes de una habitación.
Ahora entro en la habitación donde hice pájaros pasados...
Ahora hay cuatro ventanas grandes, una mecedora de mimbre, dos mesitas, una lampara que no funciona...


Sobre el suelo todos los regalos.
Las toallas
limpias sobre el suelo nuevo.


Todas las cortinas abiertas y los dos girasoles rotos sobre la cama,
... ... las plantas de los pies en agua...
El meceo de la mecedoras partido.


Destapados; los codos, los hombros, los gritos de la piel, un mordiscos en el costado, de frío...
Destapado ... todo de frío...


Cae una lluvia de hojarasca...
campanas sobre abismos luminosos...
Marcas de rompeolas por todo el cuerpo...
todo ... sobre ventanas grandes,
una mecedora de mimbre,
dos mesitas,
una lámpara que no funciona...
girasoles ardiendo...




Jorge Pascual

miércoles, 27 de octubre de 2010

Qué chic se pone Valladolid durante la Seminci

Qué chic se pone Valladolid durante la Seminci. La librería religiosa que hay frente al teatro Calderón saca a relucir en su escaparate una colección de dvd’s sobre los valores en el cine. Unos labios marcan besos por toda la ciudad. En el Libertad 3 ponen “desayunos de cine”. Durante una semana Valladolid deja de ser tan rancia. Pero sólo en apariencia.

Este año es el primero que vivo la Seminci. Otros años, ya fuera por cursos, trabajo, etc. no tuve ocasión de ver más que una o dos películas. Este año, más libre y con dinero, decidí asegurarme y pillar un abono. Algo que me ha servido para no repetirlo el próximo año. Por dos razones: En Familie y Shlichuto shel hememune al... Dos ñoñeces como dos témpanos. Perdón, como dos templos. Como témpano la del shilicute, tanto por el contexto en que se desarrolla como lo que transmite: nada. Cómo transportar un cadáver a su ciudad. Road movie con ataúd. Intentos de comedia que no hacen gracia. Intentos de drama que no dicen nada. En definitiva, algo muy cercano a ser una puta mierda. Pero la gran sorpresa llega al comenzar los créditos. Aplausos y más aplausos, y al llegar a la urna donde el público deposita su voto: cincos. La puntuación más alta. ¿Quién puede darle la votación más alta a una película con menos gracia que un telefilme cuando lo que hay que hacer es preguntarse cómo cojones llega una película tan sumamente mala a un festival de cine?

El día anterior por la tarde vi Copie Conforme, -fuera del abono-, de Abbas Kiarostami y protagonizada por Juliette Binoche y William Shimell. Me dejó como me tiene que dejar una película. Las interpretaciones son cojonudas. Lo corrobora premio a mejor actriz que recibió Binoche en Cannes. Pero no sólo eso. Me gusta cuando el cine es cine. Cuando el director se toma la libertad de jugar con las opciones que brinda el cine. No me importa que una historia tenga principio ni final. Ni mucho menos que tenga un final “lógico”. Me paso las explicaciones y los “análisis” por ahí. Kiarostami juega con la idea de las copias y los originales. Empieza hablando de arte y continúa por la vida de sus protagonistas, por las vidas que tienen y podrían haber tenido. Todo a través de una broma. Una simple broma que termina convirtiéndose en toda una reflexión sobre las relaciones, el amor tal – y – como – es. Sin florituras, sin sentimentalismo barato. Habla de la caducidad y la transformación. Coño. Habla y dice las cosas como lo son. Total, que me pareció geni­al. Pero apenas cuatro aplausos y multitud de gente que se va como si quisiera huir del cine. Al salir, una caña en un bar cercano. Cerca de mí dos hombres mantienen una conversación. Se sienten indignados con lo que acaban de ver. No dejan de repetir que no lo han entendido, que no tiene lógica alguna. Y yo me pregunto ¿qué coño hay que entender?

Por la noche, dentro del abono, En Familie. Una auténtica violación emocional. Desde el principio. Una auténtica violación. Utilizando recursos tan faciles como el aborto, el cáncer, las decisiones, momentos parejita de “no me tienes en cuenta”, y bla bla bla. Me pasé llorando toda la puta película. Pero cómo no llorar. Quién no ha vivido en su familia un cáncer. Todo el proceso que eso conlleva desde que recibimos la noticia hasta la muerte. En Familie es una violación. Me sentí completamente violada. Cuando parece que van a salir a flote, se vuelven a hundir. Como en cualquier dramón de Antena 3. Primeros planos de los hijos pequeños sufriendo. El perro al lado del enfermo. Y el colofón final: momento postal del portal de Belén mientras el enfermo muere con toda la familia alrededor. Y yo llorando. Pero no por la puta película. Llorando por la parte que me toca. El cáncer de mi abuela, el año que mi tía pasó sin recordar absolutamente nada tras un tumor cerebral y hasta su muerte. La espera y las limitaciones que conlleva tener a un familiar así. Todos hemos pasado por baches así de duros. Para mí no tiene ningún mérito una película que recurre a temas de ese tipo para conmover al público. Al final, el tema principal de la película, que me parece que es la dificultad de debatirse entre las opciones más importantes en la vida, queda subordinado al drama facilón. Como me dijo Óscar al terminar la peli: un telefilme con bonita fotografía.
Pero la gente aplaude emocionada y se va contenta a casa. Qué envidia. Yo me voy con unos lagrimones del quince, violada y estafada.

Al llegar anoche a casa le comento a Jesús que necesito ver una película que me devuelva la fe en el cine. Él me comenta que una amiga suya ha ido a ver Picco y que le ha dejado destrozada. Que es muy dura. Que mucha gente se salió antes de que terminara.

-         Eso es lo que necesito.

Veo en el programa que la proyectan al día siguiente a las 9,30 en los Roxy. A esa hora tengo Historia de la Filosofía Moderna. Pero hablamos de salvar una relación. Por el bien de los dos, he de hacer lo posible por recuperar el amor. Así que sacrifico a Descartes y madrugo, sí, pero por Philip Koch. Algo me dice que él sera´ capaz de reconciliarme con el séptimo arte.




“Es una encarnación de nuestro fracaso como seres humanos: un fracaso que somos incapces de aceptar. El objetivo de Picco es mostrar a la gente sin reservas ese mundo cuya existencia nos empeñamos en negar”
 
Philip Koch, director de Picco.

Devastadora.  Simplemente.

Le escribo un mensaje a Jesús mientras tomamos un desayuno de cine, tardío, pero de cine, en el Libertad 3:

“Picco buenísima. Bue-ní-si-ma

Aunque no lo suscriban los cuatro aplausos que se han escuchado entre los que nos hemos quedado a verla entera.


Yo estoy contenta. Ha triunfado el amor. 
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