He perdido el tiempo. Lo he perdido, y eso no vuelve.
He perdido el tiempo. Lo he perdido, y eso no vuelve.
Siempre tengo que estropear las cosas. Siempre digo: “la próxima vez pensaré antes de actuar”, pero ¡que coño! Siempre es al revés...
Estamos a ocho de enero (quedan unos minutos antes de que den las doce) y ha sido hoy cuando he regrasado a Valladolid de mis “vacaciones” de Navidad.
El 21 de Diciembre, cuando cogí el tren para ir a Logroño, una estúpida ilusión burbujeaba dentro de mí: veré a Marta, Elena, Letty, Tudel, Nacho... etc. En mi cabeza rondaba una lista de nombres enorme, y sonreía en mis adentros al darme cuenta de a cuánta gente echaba de menos. A cuanta gente deseaba ver.
Sin embargo, las vacaciones no fueron lo que yo esperé.
Vino a buscarme Letty a la estación, y de ahí al portal de mi casa nos acompañó una insulsa e incómoda conversación. Preguntas y respuestas cortas. ¿Por qué, maldita sea, si la quiero tanto y tenía tantas ganas de verla, no fui capaz de abrazarla y contarle las mil una batallitas que he vivido con Sara y Judith en Pucela?
Después, un viernes. Marta viene a buscarme (como siempre, ella siempre está rondando el telefonillo de mi casa cuando voy a Logroño. Me alegra tanto que quiera pasar tanto tiempo conmigo, aunque a veces me abruman tantas visitas... yo mi amiga la susceptibilidad) y juntas vamos a hacer una visita a Elena, que está trabajando en una tienda de dulces en un centro comercial. Elena sigue como siempre, y yo estoy “chinglando” el trozo de uña que se me rompí al bajar la maleta del tren el día anterior. Para cuando me doy cuenta, tengo la mano llena de sangre. Marta me mira, yo miro mi mano, Elena se rie y yo más aún. Como una pequeña psicópata, con mis manos empapadas de sangre, riéndome de mí misma y ese defecto incorregible.
Elena y Marta me abrazan, son tan distintas y las quiero tanto... Y ni siquiera sé cómo ellas me pueden querer a mí, de verdad, no sé cómo pueden aguantarme.
Marta no va a salir por la noche, pero Elena sí.
Por la noche salimos, Elena, Laura, Sasu, una amiga de ellas que cumplía ese día los años y yo. Después de beber una copa de piña colada con malibú y bacardi en el café Madrid, sé lo que me espera: reaggetón.
Así que no es de extrañar que aguantara poco. No lo soportaba, y aunque suene mal que lo diga yo, me sentí que ese no era mi lugar, que esa prueba ya la pasé, que ahora estaba en una etapa de mi vida que trascendía a aquello. Bailar en la Rondalosa era como bajar hacia lo más denigrante... y no, yo no soy así. Me reí, me reí muchísimo, porque nosotras íbamos muy guapas, arregladas, y ellos eran todos horribles. No había ni un solo chico que se salvara de la quema, y todos ellos sin excepción miraban con ¿ “deseo” sería la palabra? A todas y cada una de las chicas que, como vestidas como maniquíes de inditex, bailaban canciones de letras tran profundas como “Esta noche es de sexo...”. Y me volví a reir, porque recordé cuando, hace dos años, Elena y yo fuimos a las fiestas de Arenzana y bailamos reaggetón mejor que nadie. Recuerdo cómo se nos acercaban todos los chicos y nosotras los rechazábamos coquetas, porque aquella noche era sólo de nosotras dos. Nos sentíamos perfectas e intocables, como las princesas. Pero aquello sucedió ya hace tiempo, a mí ya no me gusta eso. Y la vi, a Elena, bailando con Sasu, Laura y la otra chica (espero que me perdone por no recordar su nombre), pero ya no bailaba como aquella noche en Arenzana. Ahora todo era muy distinto, y dejé de reir. Me di la vuelta, me acerqué a la barra, me peleé por conseguir mi abrigo, que estaba debajo de una gran montaña de cazadoras y bolsos y, abatida, dejé que mi querida bufanda roja se quedara allí, extraviada entre aquellas ropas. Y la sentí allí, perdida y descolocada, a esa bufanda roja, tan vieja, tan desgastada, entre aquellos abriguitos de Bershka. Pero no aguantaba más y me fui.
Los días que siguieron a aquella noche se confundían entre cenas familiares y horas y horas frente al ordenador para terminar aquel dichoso trabajo de antropología cultural. La cena de NocheBuena, en Baños, con Laura gritando de alegría al jugar con su regalo (un Winnie de Poo, subido sobre una tortuga, que hablaba y caminaba cuando Laura hacía sonar un sonajero), mi abuela gruñendo, mi tío discutiendo por qué canal de televisión debía estar puesto... Pero bien al fin y al cabo.
Después, de regreso a Logroño, a hacer deberes y trabajos, a hablar por messenger con Tudel, Paula o Renato. A perder horas y horas, descargando películas, y canciones, muchas canciones.
Echando de menos tantas cosas.
Después Marta me llamó y juntas fuimos a comprar las entradas para ver dos conciertos del ACTUAL.
Pero aún no había visto a Letty desde el jueves, ni a Elena desde el viernes. Ni a Tudel y los demás desde San Mateo.
Un viernes, un viernes de frío, quedo con Marta para salir. Mientras me vuelvo loca pensando qué ponerme, y mientras mantengo con Renato una de esas tantas conversaciones, él me llama por teléfono. Que tonta, qué tímida, cuántas tonterías pude decir en unos minutos y lo mucho que me reí. Y él también, de mí, no me extraña J.
Salí, salimos, salimos Marta y yo, pero a dar vueltas por las calles vacías de un Logroño que ser “reservaba” para la noche siguiente: NocheVieja. No haya ganas de nada, y ya hemos hablado de demasiadas cosas por hoy. Hace frío, hemos llamado a Elena pero ni ella tiene ganas de salir. Así que nada, vuelta a casa.
Después llegó NocheVieja, y el tener que ir a celebrarla a Villodas con la familia paterna. Todo extraño, todo diferente, pero bien al fin y al cabo. Viendo películas cutres de terror con mis primas (tales como “Campamento infernal” o “La garra del diablo”) y saliendo con Beatriz, la más mayor de mis primas, a celebrar la última noche del año por los bares de la parte vieja de Vitoria, vestida con un vestido de fiesta demasiado “provocativo”. En fin, menos mal que no me tomaron ninguna foto.
Y regreso a Logroño, a mi escritorio, a mis deberes y al messenger.
Llega el martes, Les Lupas, Los Coronas y New York Dolls. Somos dos chicas muy tranquilas, nos sentamos en la primera fila de las gradas y nos enamoramos de Los Coronas, aborrecemos a Les Lupas y alucinamos con New York Dolls.
Miércoles y jueves, más messenger, más lógica y otros deberes que me ponen de los nervios. Viernes, más de lo mismo...
Viernes. Vanesa me abre una conversación en el messenger: “¿A qué no sabes con quién estoy?” No es difícil de adivinar, teniendo en cuenta que sólo tenemos a una amiga en común: Elena. “Hola amor”, me dice Elena, “¿Qué haces?”
“Nada, aquí, volviéndome loca con unos deberes de lógica”
“Ah, que bien. Bueno, nosotras nos vamos ahora de fiesta, adiós.”
Ohhhh.... Indudablemente, Elena no quiere amigas, quiere gente para salir de fiesta. Y yo para eso... yo para eso ya no sirvo. No para el tipo de bares que a ella le gusta frecuentar.
Al día siguiente me llama Kimbo. “¿Cómo lo hacemos para coger las entradas del Maratón de Cine?” Mi cara en ese momento adopta una extraña expresión de desconcierto. “¿Qué?”
“Sí, me dijo Marta que hablara contigo, porque os ibáis a venir con nosotros al Maratón de Cine”.
“¡Pero si ya cogimos entradas para ir al concierto de esta noche...! Bueno, ahora hablo con ella.”
Tudel se acaba de conectar al messenger y me dice algo que me pone muy triste.
“Anoche nos encontramos con Marta en la zona de los conciertos y se vino con nosotros (...) serían sobre las diez (...) no te llamó porque no tenía el móvil (...) me dijo que no habías salido porque tenías que hacer unos deberes de lógica”
Me enfadé con todo, porque tenía tantas ganas de verlos... y ya no iba a ser posible estar con ellos. Enfadada porque hay cientos de cabinas por Logroño y pudieron haberme llamado, enfadada con todo y con todos. ¡Qué coño la lógica! ¡le hubieran dado por culo a la lógico esa noche sólo por volver a verlos! ¿Tanto costaba una llamadita o un mensajito? Tal vez no querían verme... No, no lo creo. No, qué va, Awy, no digas tonterías, si fuera así Tudel no te aguantaría durante tantas horas seguidas hablando por el messenger.
Al final, nada de maratón, y tampoco los vi a ellos... pero me lo pasé genial en el concierto con Marta. Los tres grupos estuvieron geniales: Le Punk, Najwa Nimri y The Gift. Todo perfecto. Un concierto espectacular.
Domingo, ayer.
Una entrada machista en el space de Renato, Tudel recomendándome canciones y dejándome comentarios aquí, en este blog.
18 días en Logroño. Dieciocho días perdiendo el tiempo. No pude quedar tampoco con Dani, aquel amigo que me animaba las mañanas en cuarto curso de la eso. Y no Letty en Sesma, creyendo que yo no la quería ver.
¿Y los reyes? Dinero, nada más que dinero... dinero que irá destinado a mis gastos de la universidad y la residencia.
Ayyyyyy...
Ya estoy de nuevo en Valladolid.
Y, ahora, me lo propongo bien en serio: cuando vuelva a Logroño en Semana Santa, no volveré a perder el tiempo. Debo recuperar el tiempo perdido con Elena y Letty, y volver a salir de fiesta con Marta y reír, reír, reír, reír mucho más. Ir al Mi Amigo, porque, extrañamente, también tengo ganas de ver al Chuchi, y, cómo no, volver a revivir aquellas noches en el San Miguel, con Marta, Nacho, Tudel, Kimbo, Choche y compañía.
Y que le jodan a la lógica, la antropología y a todos los deberes.
En estos casos para nada es malo desconectar. Pero, de donde debo desconectar inmediatamente, es del messenger. Igual que he hecho esta mañana con el Emule J
Y nada, esta semana me toca ver Metrópolis y Nosferatu (la original, la de Murnau), ir de rebajas y no tomarme la vida tan en serio. Y, joder, dejar de hacerme briznas y volver a mi dieta de manzanas y naranjas.
He perdido el tiempo. Lo he perdido, y eso no vuelve.
Siempre tengo que estropear las cosas. Siempre digo: “la próxima vez pensaré antes de actuar”, pero ¡que coño! Siempre es al revés...
Estamos a ocho de enero (quedan unos minutos antes de que den las doce) y ha sido hoy cuando he regrasado a Valladolid de mis “vacaciones” de Navidad.
El 21 de Diciembre, cuando cogí el tren para ir a Logroño, una estúpida ilusión burbujeaba dentro de mí: veré a Marta, Elena, Letty, Tudel, Nacho... etc. En mi cabeza rondaba una lista de nombres enorme, y sonreía en mis adentros al darme cuenta de a cuánta gente echaba de menos. A cuanta gente deseaba ver.
Sin embargo, las vacaciones no fueron lo que yo esperé.
Vino a buscarme Letty a la estación, y de ahí al portal de mi casa nos acompañó una insulsa e incómoda conversación. Preguntas y respuestas cortas. ¿Por qué, maldita sea, si la quiero tanto y tenía tantas ganas de verla, no fui capaz de abrazarla y contarle las mil una batallitas que he vivido con Sara y Judith en Pucela?
Después, un viernes. Marta viene a buscarme (como siempre, ella siempre está rondando el telefonillo de mi casa cuando voy a Logroño. Me alegra tanto que quiera pasar tanto tiempo conmigo, aunque a veces me abruman tantas visitas... yo mi amiga la susceptibilidad) y juntas vamos a hacer una visita a Elena, que está trabajando en una tienda de dulces en un centro comercial. Elena sigue como siempre, y yo estoy “chinglando” el trozo de uña que se me rompí al bajar la maleta del tren el día anterior. Para cuando me doy cuenta, tengo la mano llena de sangre. Marta me mira, yo miro mi mano, Elena se rie y yo más aún. Como una pequeña psicópata, con mis manos empapadas de sangre, riéndome de mí misma y ese defecto incorregible.
Elena y Marta me abrazan, son tan distintas y las quiero tanto... Y ni siquiera sé cómo ellas me pueden querer a mí, de verdad, no sé cómo pueden aguantarme.
Marta no va a salir por la noche, pero Elena sí.
Por la noche salimos, Elena, Laura, Sasu, una amiga de ellas que cumplía ese día los años y yo. Después de beber una copa de piña colada con malibú y bacardi en el café Madrid, sé lo que me espera: reaggetón.
Así que no es de extrañar que aguantara poco. No lo soportaba, y aunque suene mal que lo diga yo, me sentí que ese no era mi lugar, que esa prueba ya la pasé, que ahora estaba en una etapa de mi vida que trascendía a aquello. Bailar en la Rondalosa era como bajar hacia lo más denigrante... y no, yo no soy así. Me reí, me reí muchísimo, porque nosotras íbamos muy guapas, arregladas, y ellos eran todos horribles. No había ni un solo chico que se salvara de la quema, y todos ellos sin excepción miraban con ¿ “deseo” sería la palabra? A todas y cada una de las chicas que, como vestidas como maniquíes de inditex, bailaban canciones de letras tran profundas como “Esta noche es de sexo...”. Y me volví a reir, porque recordé cuando, hace dos años, Elena y yo fuimos a las fiestas de Arenzana y bailamos reaggetón mejor que nadie. Recuerdo cómo se nos acercaban todos los chicos y nosotras los rechazábamos coquetas, porque aquella noche era sólo de nosotras dos. Nos sentíamos perfectas e intocables, como las princesas. Pero aquello sucedió ya hace tiempo, a mí ya no me gusta eso. Y la vi, a Elena, bailando con Sasu, Laura y la otra chica (espero que me perdone por no recordar su nombre), pero ya no bailaba como aquella noche en Arenzana. Ahora todo era muy distinto, y dejé de reir. Me di la vuelta, me acerqué a la barra, me peleé por conseguir mi abrigo, que estaba debajo de una gran montaña de cazadoras y bolsos y, abatida, dejé que mi querida bufanda roja se quedara allí, extraviada entre aquellas ropas. Y la sentí allí, perdida y descolocada, a esa bufanda roja, tan vieja, tan desgastada, entre aquellos abriguitos de Bershka. Pero no aguantaba más y me fui.
Los días que siguieron a aquella noche se confundían entre cenas familiares y horas y horas frente al ordenador para terminar aquel dichoso trabajo de antropología cultural. La cena de NocheBuena, en Baños, con Laura gritando de alegría al jugar con su regalo (un Winnie de Poo, subido sobre una tortuga, que hablaba y caminaba cuando Laura hacía sonar un sonajero), mi abuela gruñendo, mi tío discutiendo por qué canal de televisión debía estar puesto... Pero bien al fin y al cabo.
Después, de regreso a Logroño, a hacer deberes y trabajos, a hablar por messenger con Tudel, Paula o Renato. A perder horas y horas, descargando películas, y canciones, muchas canciones.
Echando de menos tantas cosas.
Después Marta me llamó y juntas fuimos a comprar las entradas para ver dos conciertos del ACTUAL.
Pero aún no había visto a Letty desde el jueves, ni a Elena desde el viernes. Ni a Tudel y los demás desde San Mateo.
Un viernes, un viernes de frío, quedo con Marta para salir. Mientras me vuelvo loca pensando qué ponerme, y mientras mantengo con Renato una de esas tantas conversaciones, él me llama por teléfono. Que tonta, qué tímida, cuántas tonterías pude decir en unos minutos y lo mucho que me reí. Y él también, de mí, no me extraña J.
Salí, salimos, salimos Marta y yo, pero a dar vueltas por las calles vacías de un Logroño que ser “reservaba” para la noche siguiente: NocheVieja. No haya ganas de nada, y ya hemos hablado de demasiadas cosas por hoy. Hace frío, hemos llamado a Elena pero ni ella tiene ganas de salir. Así que nada, vuelta a casa.
Después llegó NocheVieja, y el tener que ir a celebrarla a Villodas con la familia paterna. Todo extraño, todo diferente, pero bien al fin y al cabo. Viendo películas cutres de terror con mis primas (tales como “Campamento infernal” o “La garra del diablo”) y saliendo con Beatriz, la más mayor de mis primas, a celebrar la última noche del año por los bares de la parte vieja de Vitoria, vestida con un vestido de fiesta demasiado “provocativo”. En fin, menos mal que no me tomaron ninguna foto.
Y regreso a Logroño, a mi escritorio, a mis deberes y al messenger.
Llega el martes, Les Lupas, Los Coronas y New York Dolls. Somos dos chicas muy tranquilas, nos sentamos en la primera fila de las gradas y nos enamoramos de Los Coronas, aborrecemos a Les Lupas y alucinamos con New York Dolls.
Miércoles y jueves, más messenger, más lógica y otros deberes que me ponen de los nervios. Viernes, más de lo mismo...
Viernes. Vanesa me abre una conversación en el messenger: “¿A qué no sabes con quién estoy?” No es difícil de adivinar, teniendo en cuenta que sólo tenemos a una amiga en común: Elena. “Hola amor”, me dice Elena, “¿Qué haces?”
“Nada, aquí, volviéndome loca con unos deberes de lógica”
“Ah, que bien. Bueno, nosotras nos vamos ahora de fiesta, adiós.”
Ohhhh.... Indudablemente, Elena no quiere amigas, quiere gente para salir de fiesta. Y yo para eso... yo para eso ya no sirvo. No para el tipo de bares que a ella le gusta frecuentar.
Al día siguiente me llama Kimbo. “¿Cómo lo hacemos para coger las entradas del Maratón de Cine?” Mi cara en ese momento adopta una extraña expresión de desconcierto. “¿Qué?”
“Sí, me dijo Marta que hablara contigo, porque os ibáis a venir con nosotros al Maratón de Cine”.
“¡Pero si ya cogimos entradas para ir al concierto de esta noche...! Bueno, ahora hablo con ella.”
Tudel se acaba de conectar al messenger y me dice algo que me pone muy triste.
“Anoche nos encontramos con Marta en la zona de los conciertos y se vino con nosotros (...) serían sobre las diez (...) no te llamó porque no tenía el móvil (...) me dijo que no habías salido porque tenías que hacer unos deberes de lógica”
Me enfadé con todo, porque tenía tantas ganas de verlos... y ya no iba a ser posible estar con ellos. Enfadada porque hay cientos de cabinas por Logroño y pudieron haberme llamado, enfadada con todo y con todos. ¡Qué coño la lógica! ¡le hubieran dado por culo a la lógico esa noche sólo por volver a verlos! ¿Tanto costaba una llamadita o un mensajito? Tal vez no querían verme... No, no lo creo. No, qué va, Awy, no digas tonterías, si fuera así Tudel no te aguantaría durante tantas horas seguidas hablando por el messenger.
Al final, nada de maratón, y tampoco los vi a ellos... pero me lo pasé genial en el concierto con Marta. Los tres grupos estuvieron geniales: Le Punk, Najwa Nimri y The Gift. Todo perfecto. Un concierto espectacular.
Domingo, ayer.
Una entrada machista en el space de Renato, Tudel recomendándome canciones y dejándome comentarios aquí, en este blog.
18 días en Logroño. Dieciocho días perdiendo el tiempo. No pude quedar tampoco con Dani, aquel amigo que me animaba las mañanas en cuarto curso de la eso. Y no Letty en Sesma, creyendo que yo no la quería ver.
¿Y los reyes? Dinero, nada más que dinero... dinero que irá destinado a mis gastos de la universidad y la residencia.
Ayyyyyy...
Ya estoy de nuevo en Valladolid.
Y, ahora, me lo propongo bien en serio: cuando vuelva a Logroño en Semana Santa, no volveré a perder el tiempo. Debo recuperar el tiempo perdido con Elena y Letty, y volver a salir de fiesta con Marta y reír, reír, reír, reír mucho más. Ir al Mi Amigo, porque, extrañamente, también tengo ganas de ver al Chuchi, y, cómo no, volver a revivir aquellas noches en el San Miguel, con Marta, Nacho, Tudel, Kimbo, Choche y compañía.
Y que le jodan a la lógica, la antropología y a todos los deberes.
En estos casos para nada es malo desconectar. Pero, de donde debo desconectar inmediatamente, es del messenger. Igual que he hecho esta mañana con el Emule J
Y nada, esta semana me toca ver Metrópolis y Nosferatu (la original, la de Murnau), ir de rebajas y no tomarme la vida tan en serio. Y, joder, dejar de hacerme briznas y volver a mi dieta de manzanas y naranjas.
Mi querida Awi...:
ResponderEliminarCon el paso del tiempo, ¿tu mente sigue yendo a tantas revoluciones por hora?
Lamento no haber pasado tanto por aquí como solía. El tiempo y la malísima me roba cada día más.
Un beso, de un cuarentón pasado.
P.S Por cierto, no he he vuelto a "copiar" nada tuyo, en tu sección de mi blog, porque la ultime vez que lo intenté fue una catástrofe, no porque no me sigan gustando tus entradas.
Hola Preste!
EliminarUn placer tenerte de nuevo por aquí.
Me vienes bien porque así releo-revivo antiguos textos.
Respondiendo a la pregunta, creo que sí, que aún va a tantas revoluciones :)
aunque también creo que la madurez (oh lalá) me ayuda a no tomarme esta clase de cosas tan en serio, y, (oh, sí), a saber administrar mejor el tiempo. De hecho, tengo en mente una entrada sobre este tema: mi última visita a España (hoy regreso a Bayreuth), y todo lo que han dado de sí estas dos semanas entre Logroño, Valladolid y Madrid.
Muchos besos y mil gracias, como siempre.