Borradores para el artículo: El arte y la belleza en la actualidad. Mundo Joven_ segunda quincena de abril.
1 de Abril, Viernes. 15:22h.
Supongo que deberían denominarse artísticas aquellas cosas que te hacen sentir chispitas en el interior; como cuando escuchas una canción y te pone los pelos de punta, cuando ves un cuadro y, después, el resto de las cosas no te parecen dignas de ser miradas; cuando terminas de leer un libro y te preguntas ¿y ahora, qué? Que parece que con el libro ha terminado también una parte de tu vida.
Ni toda la música, ni todos los cuadros, ni todos los libros son artísticos.
Sé de gente que dibuja maravillosamente, pero sus obras no me dicen nada. Sé de personas que cantan muy bien, que tocan en algún grupo, etc.; pero no consiguen ponerme la piel de gallina con sus canciones. Y también hay escritores cuyos libros se me han hecho eternos, pesados, aburridos y obligados.
Pues bien, llegados a este punto me acuerdo de Cédric, que me pone los pelos de punta, si le veo no puedo dejar de mirarle y no sé qué sería de mi vida sin él.
Pero a él le gusta Dana, como al resto de la comunidad masculina del instituto. Dana es pija, prepotente, soberbia, engreída, empollona (Pero disimuladamente. En estos casos la gente suele utilizar los términos: inteligente o estudiosa.) y rubia. Pero me cae bien, que es lo triste, que me cae bien. Todo el mundo quiere a Dana. Me gustaría decir “yo no”, pero no sería cierto; la verdad es que la chavala es majilla. Pero bueno, a quién le importa Dana... (Vale, a mucha gente) Quiero decir que me he puesto a hablar del arte y la belleza en la actualidad y de pronto me he ido por la tangente. ¡Jevetta, céntrate! Eso, que menudo nombre con carisma... Jevetta, Jevetta, Jopeta, Joputa, Jevetta, Cebolleta... Con la de nombres que hay, va mi madre y me pone Je-ve-tta. En fin.
4 de Abril, lunes. 17:28h
Bueno, como iba diciendo, yo creo que el arte va dentro de la persona: o naces con él o sin él. Puedes mejorar con el tiempo, pero no obtenerlo. Como la belleza: quien nace guapo, guapo; quien no lo es, pues se siente. O como yo, que estoy en ese punto en el que ni se es guapo ni se es feo. ¡Maldito punto medio! Aunque si no hubiese punto medio la vida sería muy aburrida. De este modo se llega a la típica conclusión de que la vida no es en blanco y negro, que es gris. Gris, como la vida misma. Vale, ya se me está yendo la olla. ¡Jevetta, céntrate! Creo que estaría menos dispersa si todo hubiese terminado de manera diferente el fin de semana pasado. O si la Marciala (otro nombre con carisma), la jefa de redacción de la revista del instituto, me hubiese mandado hacer el artículo sobre el arte y la belleza en la actualidad, en otro momento. Por cierto, la revista se titula “Mundo Joven”. Lo sé, es terrible pero, qué quieres que le haga... a mi edad, y sin estudios de periodismo, es la única publicación en la que puedo trabajar y mostrar mi talento periodístico. Vale, no sale del instituto y sólo la leen los más frikis, pero menos es nada. Por no decir “algo es algo”.
Coño, Jevetta, ¡Céntrate! Cierto, debería seguir escribiendo sobre el arte y la belleza en la actualidad pero, ya que he mencionado algo del fin de semana, no te voy a dejar con las ganas de conocer toda la historia...
Veamos, yo soy una persona muy, muy, muy... dispersa, imaginativa... vamos, que siempre tengo la cabeza en cualquier sitio menos en donde la tengo que tener. La cabeza. Como ese jarrón rosa pastel que Carol se empeñó en poner sobre la mesa del salón... Por favor, que parece de Almodóvar. ¡Ay! ¿No ves? Ya me he vuelto a salir por la tangente... Vale Jevetta, venga, anda, vamos... ¡Arranca!
Bien, como iba diciendo, yo soy muy despistada; tanto que el viernes pasado me olvidé la cartera en el museo de arte de... ay, ese que está... que exponen cosas. Bien, en una exposición. Total, que salimos de la exposición mis amigas y yo, jijí, jajá, voy a casa, voy a coger las llaves, coño la cartera que no la veo, la cartera que no la encuentro... conclusión lógica y coherente: la exposición.
A ver, ignorante de la vida: ¿Cómo coño vas a entrar en casa? Mis amigas ya se habían ido y ni Carol ni Pam, mis compañeras de piso, estaban en casa. Me senté en el escalón del portal, apoyé la cabeza en la puerta y miré la luna, que se escondía tras el edificio de enfrente. Después de estar unos veinte minutos mirando al infinito y sin pensar en nada, llegaron Carol y Pam con una guaza... Carol y Pam son muy diferentes: la primera tiene un estilo muy hippie y suele llenarnos toda la casa de incienso y de hierbas extrañas. Pam, por el contrario, tiende a ir siempre de negro, con unas gargantillas muy gothics, unos cinturones macarrillas y unas muñequeras killers de mírame y no me toques. Tiene el pelo negro, muy liso, que se recoge en una coleta muy larga, pero dejándose siempre dos mechones para ocultar parte de su cara.
- ¡Eh, Jevetta!- Me gritó Carol desde la otra acera.
Me levanté sobresaltada del escalón y la miré con cara de circunstancia.
- ¿No entras?
- ¿Con qué llave?
- Con la tuya.- Me respondió Pam en un tono entre borde e indiferente. Pam es, a veces, tan neutra...
Conclusión: Les conté que me había dejado la cartera en la exposición, Pam me echó su mirada de en momentos como este es cuando desearía matarte, y Carol me agarró de la cintura y me dijo: “Tranquila mi niña, que esto se soluciona fácilmente”. Supuse que se refería a entrar a casa, dormir tranquilamente y hacerme copias de las llaves a la mañana siguiente. Por el contrario, mis queridas compañeras de piso me levantaron y me animaron a caminar hacia el museo que, como era de esperar, llevaba cerrado unas cuantas horas.
Para cuando me di cuenta, ya estábamos en la puerta del museo y Carol intentaba abrir, tipo McGiver, la pedazo puerta con una tarjeta de crédito.
- ¿Cómo pretendes...?-Le pregunté yo, mientras miraba perpleja como mi compañera hippie de comuna conseguía abrir un pedazo portón de tres metros.
- Lo aprendí con mis amigos El Compas y El Bragas .
Sin ningún tipo de interés acerca de por qué a los amigos de Carol les llamaban así; Pam y yo lo dejamos en el aire y entramos junto a la hippie al museo.
Ante la manada de maniquíes macabros que llenaban la sala de exposiciones, mientras la siniestra de Carol los miraba y tocaba con admiración y Pam me preguntaba que por qué no le había advertido de la exposición que había este mes en el museo; pues yo iba a lo mío buscando la jodida cartera entre aquellos mortuorios maniquíes que, sin duda alguna, parecían humanos disecados.
- Tronca, Jevetta, quiero llevarme un tipejo de éstos a la keli. – Me dijo Carol mientras miraba medio enamorada a un zombi de esos. En serio, yo aún sigo preguntándome por qué la gótica habla como una típica pija de Madrid y la hippie me sorprende con acciones típicas del vandalismo barriobajero de Carabanchel. No sé ni lo que digo. En serio, intento centrarme pero a veces mis pulsaciones sobre el teclado van más rápido que mi pensamiento y no sé lo que escribo hasta que termino. En fin, Jevetta... ¡Céntrate!
Lo bueno es que encontré la cartera. Sin dinero, pero la encontré.
Lo malo es que Carol y Pam estaban saliendo del museo con un muerto de esos en brazos...
No sé ni cómo lograron burlar las cámaras de seguridad del recinto; el caso es que, mientras escribo estas líneas, hay una recreación de una mujer sin rostro sentada en una silla mirándome. Vale, si no tiene rostro, ni vida, no me puede mirar... pero la jodida tiene tanto realismo... ¿Voluntarios para matar a Carol y a Pam? Vale, yo también soy pacifista. Pero no me iréis a contradecir cuando digo que es un poco difícil convivir con dos personajes así... bueno, con tres... porque Tristania (así es como ha bautizado Carol ha la maniquí), pues es, más o menos, una inquilina más en esta casa de locos. O, como dice Pam, Una comuna hippie lésbica en el centro de una cultura superficial en el siglo XXI. Dejémoslo en el aire.
Llegados a este punto, y teniendo en cuenta que estoy escribiendo un artículo para la revista del instituto titulado: El arte y la belleza en la actualidad, pues diré que el arte es algo que intenta recrear de manera personal la triste realidad que nos rodea. Qué triste es la existencia humana.
Bueno, como iba diciendo, después de sacar al mostrenco ese del museo, a mis queridas compañeras de piso se les ocurrió ir a terminar la noche yendo de bares por la Mayor. Conclusión: ¿Cómo meter a una hippie, una gótica y a una descentrada en un mismo garito, sin que discutan y con un bicho de dos metros a cuestas? Pues bien, no es tan difícil: basta con tener un cachi de vodka con limón a mano. Ya ves, en un cuarto de hora ya estábamos las tres todas borrachas, con el zombi, en un pub pachanguero, haciendo el gilipollas y rodeadas de pijas que, con esos pantalones de colores fosforescentes, parecían las fichas del parchís.
5 de Abril, martes. 17:32h. Último día para entregar el artículo: ¡¡¡MAÑANA!!! Jevetta, ahora sí que sí: Céntrate.
He llegado a la conclusión de que no consigo centrarme porque, quizá, no esté escuchando la música adecuada. Sí, sí, la música... es que creo que yo, sin música, sería incapaz de escribir una sola página. La necesito para inspirarme, para recordar, para sentir... En serio, puede que parezca una tontería, pero es cierto. Recuerdo que hace una semana escuché por la radio que Pedro Almodóvar había recopilado en un cd las canciones que le acompañaron mientras escribía el guión de “Hable con ella”. Parecerá raro, pero también pienso que, para entender bien mis relatos, habría que leerlos mientras se escuchan las canciones que me acompañaron mientras los escribí. Y también ocurre que, cuando lees algo mientras escuchas un cd, cuando lo vuelves a escuchar te transporta de lleno a la historia. Eso mismo me ocurre a mí cuando escucho a Dido... Me basta con oír un pequeño fragmento de una de sus canciones para imaginarme al protagonista de “El Perfume” asesinando a la joven de las cerezas para conseguir su esencia... ¿Ves? Debería estar escribiendo acerca del arte y ya me he vuelto a ir por los cerros de Úbeda.
Es que no consigo centrarme... me empiezo a emparanoiar con las cosas que me rodean y bueno, eso...
Por ejemplo, ahora mismo estaba pensando en Carol y Pam. ¿En qué momento alguien deja de ser un mero compañero y se convierte en un amigo? Es lo que me ocurre con estas dos. A mi parecer, creo que hemos llegado a compartir más que la vivienda (y no me refiero sólo a la ropa, los cd’s y la tele). Me refiero, por ejemplo, a todo lo que hemos vivido juntas, las noches en vela medio colocadas con incienso de hachís egipcio contándonos nuestras movidas... o cuando Carol se puso a llorar cuando leyó mi ensayo acerca de la amistad. Y es que hay días en los que no sabes qué hacer. Por no saber, no sabes ni quién eres. Te das cuenta de que nunca te has planteado qué lugar ocupas en el mundo, en tu mundo, en el mundo que te rodea. Piensas que no vales para nada, que toda la vida la has pasado dependiendo de las circunstancias y que si te borraras, si te esfumaras, si desaparecieras, sería como si nunca hubieras existido y nadie te echaría en falta. Como si no le aportaras nada a nadie, ni siquiera a tu propia vida. Pero llega un día y te das cuenta de la razón por la cual tus amigos han llegado, en ocasiones, incluso a odiarte, a criticarte... y otras, en cambio, no han dudado en llamarte. O tal vez sí, pero te han llamado. Te das cuenta entonces de la razón por la cual la gente se enfada contigo. Te copian, te superan, les asquean tus gustos, tu estilo y te dan a entender que nunca querrían ser como tú y, sin embargo, te copian.
Tú ves todo esto y piensas: mierda de amigos que tengo. Y luego, pese a todo lo que te han dado a entender, te copian. Entonces te das cuenta de que no te odian: te admiran. Que cuando se enfadan contigo es porque algo que has hecho, por insignificante que sea, les ha dolido. Y no por la acción en sí, porque quizá haya sido lo más insignificante que te puedas imaginar, sino porque lo has hecho tú. De este modo llega un día, un simple día, y te das cuenta de que si haces algo, defraudarás a alguien y si haces otra cosa, a otro. Y ¿por qué? Porque les importas, porque significas algo para ellos, porque existes en su mundo y, si un día faltas, les dolerá. Existes.
Joder, es que me he dado cuenta de que este fin de semana con ellas ha sido mejor que cualquier otro con mis amigas: he hecho locuras, me he pillado la guaza de mi vida y me he reído como nunca. Que eso luego ha supuesto tener a una muerta en el salón, pues bueno... por lo menos hace compañía. ¡Positivismo, positivismo!
Por otra parte, también vi a Cédric, aunque no me atreví ni a decirle hola. Si a esto le añadimos que estaba con una pava... Parte positiva: No era Dana. ¡Positivismo, positivismo! En fin, Jevetta... tienes que centrarte. ARTE-ARTE-ARTE.
Me dio tanta vergüenza que no fui capaz de saludarle y, para colmo, tenía a Pam a mi lado diciéndome: - Jevetta, ese pibe te está pasando la ITV desde que hemos entrado al pub.
En fin... De camino a casa, turnándonos al muerto, y mi móvil sonando cada dos por tres. Me paré en seco harta de la melodía polifónica que salía de mi bolsillo y miré al pequeño aparatito que pretende condicionarme la vida: 2 llamadas perdidas de un número que no tenía memorizado. Perfecto. Con la chispa que llevaba encima, yo no era capaz ni de ver con claridad los números del teclado pero, aún así, le mandé un sms que, por alguna extraña razón, escribí así: QUIEN. ERES?.
Por fin llegamos a casa: Hogar, dulce hogar. Perdón: Comuna, dulce comuna. A Carol le dio por poner a tope Basket Case de Green Day y cantarla a voz en grito; Pam, mientras tanto, acomodaba a la interfecta frente a mi estudio... Y, por otro lado, yo andaba de un lado para otro con ocho palillos de incienso de aromas diferentes. Creo que todavía dura algo de esa extraña mezcla de vainilla, mora, menta y hachís egipcio por el apartamento.
Y de pronto: mensaje. Me acerqué al móvil y leí perpleja el siguiente mensaje: “Hey kiya, q sy Cédric, Pam me a dado t num y eso, q a ver si m habls algo jue q m tiens pillao,... n fin, m cnform cn un salud m cnfrm, ok? ;) vng.n t nfads. Bss” Entre lo guaza que iba y lo mal escrito que estaba el mensaje, sólo conseguí descifrar: “Soy Cédric, Pam”.
- Pam ¿Le has dado mi número a Cédric? – Le pregunté a chillos para que mi voz se oyese por encima de Green Day y de Carol.
- ¿Qué?
- ¿Que si le has dado mi número a Cédric?- Le pregunté, más alto.
- ¿Qué?- Más alto.
- ¡¡¡CÉDRIC!!!
- ¡Ah! ¿Te refieres a ese chico tan mono del bar? Es que me preguntó si te conocía y se lo di. No te importa, ¿verdad?
Convencida de que aquello se trataba de una broma pesada, cogí y le llamé. Te diría qué le dije, pero no me acuerdo bien. Supongo que algo así como: ¿Eres tú? ¿De verdad? ¿Quién eres? ¿Cédric, de verdad eres tú? ¿Me estás timando? Qué patética puede llegar a ser una hablando por teléfono bajo los efectos del alcohol, viendo a tus compañeras de piso cómo cantan en inglés subidas en el sofá para un público muy singular: Una figura humana de cera.
El caso es que ayer fue lunes, le vi en clase durante seis horas seguidas y no me atreví a decirle nada. Esta mañana, igual. Pero esta vez, no porque no me haya atrevido, si no porque creo que todavía puedo conservar mi orgullo. Después de todo, el que me mandó el mensaje, el que se supone que está interesado es él, ¿no? Pues ya está, si me quiere decir algo que me lo diga. Yo paso de quedar como una imbécil en el caso de que, como supuse en un principio, se hubiese tratado de una simple mentira.
Mañana tengo que llevar este artículo a la redacción del instituto y, ¿sabes qué te digo? Que lo voy a entregar así, y que piensen lo que quieran, total, para los que van a leer la revista... Y si la lee Cédric que lo lea, que me da igual, ¡toma!
Como dice una de las normas para escribir cartas: Nunca rectifiques lo que hayas escrito, nunca tires una carta que vayas a enviar: lo escrito, escrito está.
Y qué es el arte. ¿Qué es el arte en la actualidad? El arte no se explica, se siente. Y la belleza está en aquello que nos transmite algo favorable. La belleza no está en el 90-60-90, la belleza está en donde la encuentra uno mismo, igual que el arte.
Fíjate que, a día de hoy, Tristania me parece maravillosa sólo porque me recuerda a la noche de viernes más surrealista de mi vida.
1 de Abril, Viernes. 15:22h.
Supongo que deberían denominarse artísticas aquellas cosas que te hacen sentir chispitas en el interior; como cuando escuchas una canción y te pone los pelos de punta, cuando ves un cuadro y, después, el resto de las cosas no te parecen dignas de ser miradas; cuando terminas de leer un libro y te preguntas ¿y ahora, qué? Que parece que con el libro ha terminado también una parte de tu vida.
Ni toda la música, ni todos los cuadros, ni todos los libros son artísticos.
Sé de gente que dibuja maravillosamente, pero sus obras no me dicen nada. Sé de personas que cantan muy bien, que tocan en algún grupo, etc.; pero no consiguen ponerme la piel de gallina con sus canciones. Y también hay escritores cuyos libros se me han hecho eternos, pesados, aburridos y obligados.
Pues bien, llegados a este punto me acuerdo de Cédric, que me pone los pelos de punta, si le veo no puedo dejar de mirarle y no sé qué sería de mi vida sin él.
Pero a él le gusta Dana, como al resto de la comunidad masculina del instituto. Dana es pija, prepotente, soberbia, engreída, empollona (Pero disimuladamente. En estos casos la gente suele utilizar los términos: inteligente o estudiosa.) y rubia. Pero me cae bien, que es lo triste, que me cae bien. Todo el mundo quiere a Dana. Me gustaría decir “yo no”, pero no sería cierto; la verdad es que la chavala es majilla. Pero bueno, a quién le importa Dana... (Vale, a mucha gente) Quiero decir que me he puesto a hablar del arte y la belleza en la actualidad y de pronto me he ido por la tangente. ¡Jevetta, céntrate! Eso, que menudo nombre con carisma... Jevetta, Jevetta, Jopeta, Joputa, Jevetta, Cebolleta... Con la de nombres que hay, va mi madre y me pone Je-ve-tta. En fin.
4 de Abril, lunes. 17:28h
Bueno, como iba diciendo, yo creo que el arte va dentro de la persona: o naces con él o sin él. Puedes mejorar con el tiempo, pero no obtenerlo. Como la belleza: quien nace guapo, guapo; quien no lo es, pues se siente. O como yo, que estoy en ese punto en el que ni se es guapo ni se es feo. ¡Maldito punto medio! Aunque si no hubiese punto medio la vida sería muy aburrida. De este modo se llega a la típica conclusión de que la vida no es en blanco y negro, que es gris. Gris, como la vida misma. Vale, ya se me está yendo la olla. ¡Jevetta, céntrate! Creo que estaría menos dispersa si todo hubiese terminado de manera diferente el fin de semana pasado. O si la Marciala (otro nombre con carisma), la jefa de redacción de la revista del instituto, me hubiese mandado hacer el artículo sobre el arte y la belleza en la actualidad, en otro momento. Por cierto, la revista se titula “Mundo Joven”. Lo sé, es terrible pero, qué quieres que le haga... a mi edad, y sin estudios de periodismo, es la única publicación en la que puedo trabajar y mostrar mi talento periodístico. Vale, no sale del instituto y sólo la leen los más frikis, pero menos es nada. Por no decir “algo es algo”.
Coño, Jevetta, ¡Céntrate! Cierto, debería seguir escribiendo sobre el arte y la belleza en la actualidad pero, ya que he mencionado algo del fin de semana, no te voy a dejar con las ganas de conocer toda la historia...
Veamos, yo soy una persona muy, muy, muy... dispersa, imaginativa... vamos, que siempre tengo la cabeza en cualquier sitio menos en donde la tengo que tener. La cabeza. Como ese jarrón rosa pastel que Carol se empeñó en poner sobre la mesa del salón... Por favor, que parece de Almodóvar. ¡Ay! ¿No ves? Ya me he vuelto a salir por la tangente... Vale Jevetta, venga, anda, vamos... ¡Arranca!
Bien, como iba diciendo, yo soy muy despistada; tanto que el viernes pasado me olvidé la cartera en el museo de arte de... ay, ese que está... que exponen cosas. Bien, en una exposición. Total, que salimos de la exposición mis amigas y yo, jijí, jajá, voy a casa, voy a coger las llaves, coño la cartera que no la veo, la cartera que no la encuentro... conclusión lógica y coherente: la exposición.
A ver, ignorante de la vida: ¿Cómo coño vas a entrar en casa? Mis amigas ya se habían ido y ni Carol ni Pam, mis compañeras de piso, estaban en casa. Me senté en el escalón del portal, apoyé la cabeza en la puerta y miré la luna, que se escondía tras el edificio de enfrente. Después de estar unos veinte minutos mirando al infinito y sin pensar en nada, llegaron Carol y Pam con una guaza... Carol y Pam son muy diferentes: la primera tiene un estilo muy hippie y suele llenarnos toda la casa de incienso y de hierbas extrañas. Pam, por el contrario, tiende a ir siempre de negro, con unas gargantillas muy gothics, unos cinturones macarrillas y unas muñequeras killers de mírame y no me toques. Tiene el pelo negro, muy liso, que se recoge en una coleta muy larga, pero dejándose siempre dos mechones para ocultar parte de su cara.
- ¡Eh, Jevetta!- Me gritó Carol desde la otra acera.
Me levanté sobresaltada del escalón y la miré con cara de circunstancia.
- ¿No entras?
- ¿Con qué llave?
- Con la tuya.- Me respondió Pam en un tono entre borde e indiferente. Pam es, a veces, tan neutra...
Conclusión: Les conté que me había dejado la cartera en la exposición, Pam me echó su mirada de en momentos como este es cuando desearía matarte, y Carol me agarró de la cintura y me dijo: “Tranquila mi niña, que esto se soluciona fácilmente”. Supuse que se refería a entrar a casa, dormir tranquilamente y hacerme copias de las llaves a la mañana siguiente. Por el contrario, mis queridas compañeras de piso me levantaron y me animaron a caminar hacia el museo que, como era de esperar, llevaba cerrado unas cuantas horas.
Para cuando me di cuenta, ya estábamos en la puerta del museo y Carol intentaba abrir, tipo McGiver, la pedazo puerta con una tarjeta de crédito.
- ¿Cómo pretendes...?-Le pregunté yo, mientras miraba perpleja como mi compañera hippie de comuna conseguía abrir un pedazo portón de tres metros.
- Lo aprendí con mis amigos El Compas y El Bragas .
Sin ningún tipo de interés acerca de por qué a los amigos de Carol les llamaban así; Pam y yo lo dejamos en el aire y entramos junto a la hippie al museo.
Ante la manada de maniquíes macabros que llenaban la sala de exposiciones, mientras la siniestra de Carol los miraba y tocaba con admiración y Pam me preguntaba que por qué no le había advertido de la exposición que había este mes en el museo; pues yo iba a lo mío buscando la jodida cartera entre aquellos mortuorios maniquíes que, sin duda alguna, parecían humanos disecados.
- Tronca, Jevetta, quiero llevarme un tipejo de éstos a la keli. – Me dijo Carol mientras miraba medio enamorada a un zombi de esos. En serio, yo aún sigo preguntándome por qué la gótica habla como una típica pija de Madrid y la hippie me sorprende con acciones típicas del vandalismo barriobajero de Carabanchel. No sé ni lo que digo. En serio, intento centrarme pero a veces mis pulsaciones sobre el teclado van más rápido que mi pensamiento y no sé lo que escribo hasta que termino. En fin, Jevetta... ¡Céntrate!
Lo bueno es que encontré la cartera. Sin dinero, pero la encontré.
Lo malo es que Carol y Pam estaban saliendo del museo con un muerto de esos en brazos...
No sé ni cómo lograron burlar las cámaras de seguridad del recinto; el caso es que, mientras escribo estas líneas, hay una recreación de una mujer sin rostro sentada en una silla mirándome. Vale, si no tiene rostro, ni vida, no me puede mirar... pero la jodida tiene tanto realismo... ¿Voluntarios para matar a Carol y a Pam? Vale, yo también soy pacifista. Pero no me iréis a contradecir cuando digo que es un poco difícil convivir con dos personajes así... bueno, con tres... porque Tristania (así es como ha bautizado Carol ha la maniquí), pues es, más o menos, una inquilina más en esta casa de locos. O, como dice Pam, Una comuna hippie lésbica en el centro de una cultura superficial en el siglo XXI. Dejémoslo en el aire.
Llegados a este punto, y teniendo en cuenta que estoy escribiendo un artículo para la revista del instituto titulado: El arte y la belleza en la actualidad, pues diré que el arte es algo que intenta recrear de manera personal la triste realidad que nos rodea. Qué triste es la existencia humana.
Bueno, como iba diciendo, después de sacar al mostrenco ese del museo, a mis queridas compañeras de piso se les ocurrió ir a terminar la noche yendo de bares por la Mayor. Conclusión: ¿Cómo meter a una hippie, una gótica y a una descentrada en un mismo garito, sin que discutan y con un bicho de dos metros a cuestas? Pues bien, no es tan difícil: basta con tener un cachi de vodka con limón a mano. Ya ves, en un cuarto de hora ya estábamos las tres todas borrachas, con el zombi, en un pub pachanguero, haciendo el gilipollas y rodeadas de pijas que, con esos pantalones de colores fosforescentes, parecían las fichas del parchís.
5 de Abril, martes. 17:32h. Último día para entregar el artículo: ¡¡¡MAÑANA!!! Jevetta, ahora sí que sí: Céntrate.
He llegado a la conclusión de que no consigo centrarme porque, quizá, no esté escuchando la música adecuada. Sí, sí, la música... es que creo que yo, sin música, sería incapaz de escribir una sola página. La necesito para inspirarme, para recordar, para sentir... En serio, puede que parezca una tontería, pero es cierto. Recuerdo que hace una semana escuché por la radio que Pedro Almodóvar había recopilado en un cd las canciones que le acompañaron mientras escribía el guión de “Hable con ella”. Parecerá raro, pero también pienso que, para entender bien mis relatos, habría que leerlos mientras se escuchan las canciones que me acompañaron mientras los escribí. Y también ocurre que, cuando lees algo mientras escuchas un cd, cuando lo vuelves a escuchar te transporta de lleno a la historia. Eso mismo me ocurre a mí cuando escucho a Dido... Me basta con oír un pequeño fragmento de una de sus canciones para imaginarme al protagonista de “El Perfume” asesinando a la joven de las cerezas para conseguir su esencia... ¿Ves? Debería estar escribiendo acerca del arte y ya me he vuelto a ir por los cerros de Úbeda.
Es que no consigo centrarme... me empiezo a emparanoiar con las cosas que me rodean y bueno, eso...
Por ejemplo, ahora mismo estaba pensando en Carol y Pam. ¿En qué momento alguien deja de ser un mero compañero y se convierte en un amigo? Es lo que me ocurre con estas dos. A mi parecer, creo que hemos llegado a compartir más que la vivienda (y no me refiero sólo a la ropa, los cd’s y la tele). Me refiero, por ejemplo, a todo lo que hemos vivido juntas, las noches en vela medio colocadas con incienso de hachís egipcio contándonos nuestras movidas... o cuando Carol se puso a llorar cuando leyó mi ensayo acerca de la amistad. Y es que hay días en los que no sabes qué hacer. Por no saber, no sabes ni quién eres. Te das cuenta de que nunca te has planteado qué lugar ocupas en el mundo, en tu mundo, en el mundo que te rodea. Piensas que no vales para nada, que toda la vida la has pasado dependiendo de las circunstancias y que si te borraras, si te esfumaras, si desaparecieras, sería como si nunca hubieras existido y nadie te echaría en falta. Como si no le aportaras nada a nadie, ni siquiera a tu propia vida. Pero llega un día y te das cuenta de la razón por la cual tus amigos han llegado, en ocasiones, incluso a odiarte, a criticarte... y otras, en cambio, no han dudado en llamarte. O tal vez sí, pero te han llamado. Te das cuenta entonces de la razón por la cual la gente se enfada contigo. Te copian, te superan, les asquean tus gustos, tu estilo y te dan a entender que nunca querrían ser como tú y, sin embargo, te copian.
Tú ves todo esto y piensas: mierda de amigos que tengo. Y luego, pese a todo lo que te han dado a entender, te copian. Entonces te das cuenta de que no te odian: te admiran. Que cuando se enfadan contigo es porque algo que has hecho, por insignificante que sea, les ha dolido. Y no por la acción en sí, porque quizá haya sido lo más insignificante que te puedas imaginar, sino porque lo has hecho tú. De este modo llega un día, un simple día, y te das cuenta de que si haces algo, defraudarás a alguien y si haces otra cosa, a otro. Y ¿por qué? Porque les importas, porque significas algo para ellos, porque existes en su mundo y, si un día faltas, les dolerá. Existes.
Joder, es que me he dado cuenta de que este fin de semana con ellas ha sido mejor que cualquier otro con mis amigas: he hecho locuras, me he pillado la guaza de mi vida y me he reído como nunca. Que eso luego ha supuesto tener a una muerta en el salón, pues bueno... por lo menos hace compañía. ¡Positivismo, positivismo!
Por otra parte, también vi a Cédric, aunque no me atreví ni a decirle hola. Si a esto le añadimos que estaba con una pava... Parte positiva: No era Dana. ¡Positivismo, positivismo! En fin, Jevetta... tienes que centrarte. ARTE-ARTE-ARTE.
Me dio tanta vergüenza que no fui capaz de saludarle y, para colmo, tenía a Pam a mi lado diciéndome: - Jevetta, ese pibe te está pasando la ITV desde que hemos entrado al pub.
En fin... De camino a casa, turnándonos al muerto, y mi móvil sonando cada dos por tres. Me paré en seco harta de la melodía polifónica que salía de mi bolsillo y miré al pequeño aparatito que pretende condicionarme la vida: 2 llamadas perdidas de un número que no tenía memorizado. Perfecto. Con la chispa que llevaba encima, yo no era capaz ni de ver con claridad los números del teclado pero, aún así, le mandé un sms que, por alguna extraña razón, escribí así: QUIEN. ERES?.
Por fin llegamos a casa: Hogar, dulce hogar. Perdón: Comuna, dulce comuna. A Carol le dio por poner a tope Basket Case de Green Day y cantarla a voz en grito; Pam, mientras tanto, acomodaba a la interfecta frente a mi estudio... Y, por otro lado, yo andaba de un lado para otro con ocho palillos de incienso de aromas diferentes. Creo que todavía dura algo de esa extraña mezcla de vainilla, mora, menta y hachís egipcio por el apartamento.
Y de pronto: mensaje. Me acerqué al móvil y leí perpleja el siguiente mensaje: “Hey kiya, q sy Cédric, Pam me a dado t num y eso, q a ver si m habls algo jue q m tiens pillao,... n fin, m cnform cn un salud m cnfrm, ok? ;) vng.n t nfads. Bss” Entre lo guaza que iba y lo mal escrito que estaba el mensaje, sólo conseguí descifrar: “Soy Cédric, Pam”.
- Pam ¿Le has dado mi número a Cédric? – Le pregunté a chillos para que mi voz se oyese por encima de Green Day y de Carol.
- ¿Qué?
- ¿Que si le has dado mi número a Cédric?- Le pregunté, más alto.
- ¿Qué?- Más alto.
- ¡¡¡CÉDRIC!!!
- ¡Ah! ¿Te refieres a ese chico tan mono del bar? Es que me preguntó si te conocía y se lo di. No te importa, ¿verdad?
Convencida de que aquello se trataba de una broma pesada, cogí y le llamé. Te diría qué le dije, pero no me acuerdo bien. Supongo que algo así como: ¿Eres tú? ¿De verdad? ¿Quién eres? ¿Cédric, de verdad eres tú? ¿Me estás timando? Qué patética puede llegar a ser una hablando por teléfono bajo los efectos del alcohol, viendo a tus compañeras de piso cómo cantan en inglés subidas en el sofá para un público muy singular: Una figura humana de cera.
El caso es que ayer fue lunes, le vi en clase durante seis horas seguidas y no me atreví a decirle nada. Esta mañana, igual. Pero esta vez, no porque no me haya atrevido, si no porque creo que todavía puedo conservar mi orgullo. Después de todo, el que me mandó el mensaje, el que se supone que está interesado es él, ¿no? Pues ya está, si me quiere decir algo que me lo diga. Yo paso de quedar como una imbécil en el caso de que, como supuse en un principio, se hubiese tratado de una simple mentira.
Mañana tengo que llevar este artículo a la redacción del instituto y, ¿sabes qué te digo? Que lo voy a entregar así, y que piensen lo que quieran, total, para los que van a leer la revista... Y si la lee Cédric que lo lea, que me da igual, ¡toma!
Como dice una de las normas para escribir cartas: Nunca rectifiques lo que hayas escrito, nunca tires una carta que vayas a enviar: lo escrito, escrito está.
Y qué es el arte. ¿Qué es el arte en la actualidad? El arte no se explica, se siente. Y la belleza está en aquello que nos transmite algo favorable. La belleza no está en el 90-60-90, la belleza está en donde la encuentra uno mismo, igual que el arte.
Fíjate que, a día de hoy, Tristania me parece maravillosa sólo porque me recuerda a la noche de viernes más surrealista de mi vida.
Y eso, precisamente, es el arte.
ResponderEliminar¡¡pero cómo has llegado hasta aquí!! jajaja, madre mía, este relato es de hace mil... uff... lo escribí cuando estaba en bachillerato...
ResponderEliminarHola Awixumayita(¿De dónde sale este apodo, de una invocación/maldición maya?¡Mira que llevo años intentado memorizarlo...):
ResponderEliminarEn fin, a lo que iba.
Hoy no estoy por muchas reflexiones. Aunque acabo de leer tu carta, y me he sentido de fábula.
En cuanto a esta entrada, como o estoy más espeso que nunca, sólo te voy a mencionar qué me ha venido a la cabeza (aunque desde luego, lo que diga será tan inútil como no escribir nada)
Primero me acordé de un grupo de tipos que hace años se metieron en el Gugenheing de Bilbao, de bilbao y pusieron una especie de trozo de madera(o algo así)acompañada de un nombre de autor supuesto, y de un título igual de falso. ¡El hecho es que hasta que se cayó en el "delito", "la obra de arte" fue objeto de sesudas reflexiones.
Y es que no entiendo por qué hay que buscarle "sentido y sensibilidad" a algo que a uno no le dice "ni fú ni fá" ¡Y es que hay obras de arte y obras de "helarte"!
Luego me acordé de un cuento de Oscar Wilde, que contaba (según mi patético recuerdo) la historia de un hombre asiduo a cierta taberna, que contaba cada día una historia fabulosa a los que estaban en ella. Un día, dijo haber visto a una sirena peinando su melena rubia, descansado su trasero escamoso sobre una roca; otro, aseguró haber contemplado a un fauno persiguiendo a unas doncellas mientras tocaba su flauta de Pan; de lo que vio el tercer día no me acuerdo, pero pongamos que fue a una flota de barcos surcando el cielo.
La cosa fue que un día, de camino a la taberna, vio todo lo citado, y cuando llegó al lugar del "drinking" le preguntaron qué había visto.
-Hoy- dijo cabizbajo-, no he visto nada.
Fue la forma de Wilde de explicar que la vida imita al arte...¡Aunque ayer hoy a alguien decir que la vida imita a la televisión!
¡Lo ves, ya me pasa como a ti, salto de una cosa a otra!¡Algo que también hizo Joyce con su "Ulises", que para mi bochorno no he sido capaz de terminar. Le gusta que los personajes hablen como la gente en la vida real, y que empiecen hablando de un tema para saltar a otro.
Luego...¡Bueno, sabes lo qué te digo! ¡Qué no digo más nada! Me voy a mi blog a ver si encuentro alg interesante o trivial que espabile un poco, o de lo contrario, una excusa para subir un vídeo y no escribira nada.
Un beso.
Otro día irán mejor los comentarios... O no.
Awixumayita viene de...
ResponderEliminarI WILL SURVIVE -> A GÜI CHUMAI -> AGÜIXUMAI -> AWIXUMAY -> AWIXUMAYITA
¡Ja!¡Y decían de mí que yo era el loco cuando tenía un sistema numérico para inventar nombres de personajes en mi viejos relatos de ciencia ficción!
ResponderEliminar¡Da gusto ver que hay gente más loca!