A veces nos alegramos de las desgracias de la gente a la que le sale todo bien.
- Estate atenta.- Marta me susurró esta frase, con cara de inteligente y todo, mientras el profesor repetía por enésima vez aquel aburrido tema de conocimiento del medio. Estaba en cuarto curso. Cuarto de primaria. Y yo ya empezaba a emparanoiarme sola dibujando en los márgenes del libro o leyendo las páginas siguientes.
Por aquel entonces yo tenía la esperanza de que, con el tiempo, terminaría por centrarme… sin embargo, aquí estoy: recordando aquel absurdo curso. En una clase de filosofía, en segundo de bachillerato. Por enésima vez, esta tía vuelve a repetir lo mismo y yo, en mi cabeza, me digo: estate atenta.
Yo odiaba a Marta por la simple razón de que ella me odiaba a mí.
Por aquel entonces yo tenía unos diez años y acababa de llegar a una localidad nueva en donde apenas conocía a nadie. Mis padres se acaban de divorciar, yo empezaba a plantearme mis primeras dudas existenciales acerca de la religión y la muerte… y el hecho de integrarme en aquel pueblo cada vez se hacía cada vez más difícil.
Cada vez me lo ponían más difícil.
Logroño, invierno 2006
Me ha parecido una entrada muy interesante. Sobre todo por lo personal. Pero además, me ha hecho recordar mi propia máxima(la modestia para quien la necesite):
ResponderEliminar"El principal deporte en España es coger a una persona, elevarla a los altares de la fama, y luego despeñarla sadicamente desde la cumbre"
Sólo así se explica el eterno complejo de inferioridad de nuestro pueblo, mientras que en otros hasta los elementos más crueles se convierten en leyenda.