Muy bien, de todas las cosas que me podían haber llegado a ocurrir, esta es, sin duda alguna, la más incómoda.
Es sábado (o domingo, según se miré, pues ya son las 4:17h) y estoy escribiendo en mi ordenador porque los ronquidos de Mónica y Lucía no me dejan dormir. Bueno, tampoco son ronquidos propiamente dichos, sino una simultaneidad de respiraciones fuertes que no me dejan dormir.
Estas cosas sólo me pueden ocurrir a mí…
Después de ver una comedia con Sara y Judith (“Cuestión de pelotas”) y, después de la peli, después de reir y después de que se fueran cada una a dormir a su respectiva habitación… después de hablar con Tudel mediante el messenger durante más de una hora… Después de no contestar a una llamada de Vecino (¿para qué me llama este tío a las dos de la madrugada?) y después de sentirme celosa de Twiggy y sus 45 kg (Tudel tiene un póster suyo en su habitación), aparece Mónica. Son las tres.
Poco después, Lucía. Lucía está borracha y dice tonterías: “Quiero ver una película”.
No, más películas no… por favor… Después de haberme tragado la soporífera y malograda “Melissa P” (menudo insulto a Melissa Panarello y a la novela “Los cien golpes”) y la intensa y emocionante “Irreversible” (espléndida Monica Belucci), lo que menos me apetece es volver a fijar mi vista ante el portátil para ver un film. Lo más sorprendente llega cuando la “lucidez” nos aconseja ver “Muñeco diabólico” (sí, encima la primera…).
Pero, un momento, Lucía se ausenta. Al momento vuelve, ¡con la manta y el nórdico!
Pongo la película (paciencia, paciencia, paciencia) mientras Lucía, tumbada sobre el nórdico en el suelo, se come un bocadillo de pechugas con ali-oli. Rápidamente abro la ventana (y hace un frío en Valladolid…)
Mónica en su cama, yo en la mía, Chucky en el portátil y Lucía en el suelo.
A media película soy consciente de que hay dos respiraciones en la habitación. Dos más a parte de la mía…
Y eso para mí, hija única de toda la vida, es demasiado.
No puedo dormir, y mañana quiero levantarme pronto para estudiar… Creo que va a ser que no porque temprano es ahora.
Ahora, que son las cinco en punto y el reloj de Lucía ha pitado. Perfecto.
Odio esto.
A ver cuándo coño aprenden que esto no es un hotel, que no estamos en el viaje de fin de curso…
Estas cosas no me divierten, me abruman.
Y seguro que a las nueve de la mañana aparece María para preguntarnos si bajamos a desayunar.
¿Es que nadie sabe qué es dormir en esta residencia?
Me sorprende que hayas sobrevivido cuerda a esa época...¿O tal vez no?...
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